Juliette observó a su novio, que a la orilla de la cama miraba a través de la ventana en silencio, eso, a su entender, no cuadraba por completo con su conducta normal. Él solía tener un tema de conversación, por muy trivial que fuera. No hasta el punto de hablar por los codos pero siempre tenía algo agradable que decir. A veces si las palabras sobraban ella podía arreglarlo con risas y gestos coquetos, pero Keythan parecía tan apartado en sus cavilaciones que no era la mejor opción empalagarlo con atenciones, lo conocía bien. A él le gustaba estar rodeado de personas pero amaba sus momentos de soledad.
—¿Qué ocurre, Key? Te noto muy tenso—Preguntó con recelo, sin comprender que sucedía con él; si actuaba raro era porque tal vez ya no quería estar con ella y esa conjetura le aterrorizó en lo más profundo de su alma.
Keythan se volvió a mirarla. Las cosas entre ellos se habían normalizado y estaban muy bien, la última pelea había quedado en el olvido, después de solucionar el tema "Megan" Juliette había dejado de lado sus suspicacias, adoptando una postura más sosegada y la ventaja era que disfrutaba de su compañía a sus anchas y por añadidura pasaban tardes de placer fantásticas. Mientras que ella dejara en el pasado su actitud celosa y posesiva él estaba dispuesto a poner todo de su parte para que su relación fluyera lo mejor posible. Juliette era su amante ideal. Ella tenía esa facultad de aplacar sus sentidos con su voz melodiosa y su actitud rebosante de confianza.
—He tenido problemas.
—¿En el instituto?
—Sí.
—Voy a adivinar, ¿se trata de la chica a la que le das tutorías?—Murmuró con cierto toque de molestia en su voz que luchó por ocultar.
—Un poco.
Juliette no le dejó terminar:—¿Un poco? Dijiste que era un dolor de cabeza.
Keythan ahogó un suspiro. Al parecer Juliette se había grabado a fuego sus palabras de aquella vez.
—Claro que lo es, pero no el mayor de mis problemas. Además eso ya lo arreglé.
Ese día había sido el más estresante de todos, menos mal que era viernes, así podría reponer fuerzas el fin de semana para enfrentarse de nuevo a la fichita andante. Megan. Pero mentiría si dijera que todo su mal humor se debía a ella. No. Había cosas más importantes que ella. Su vida no se reducía al instituto en el que cumplía su labor social.
Juliette lo miraba con un signo de interrogación plasmado en el rostro.
—Hoy se cumplieron 4 años desde la muerte de mi padre—dijo por fin, pasándose una mano por la cabeza. Sin dudar eso había contribuido a su poca disposición de ánimo. Su pérdida de estribos. Su irritabilidad. Todo tenía un denominador en común: el dolor.
—Oh, Key...No sabía—Su rostro decayó un poco.
—No importa, si te lo dije no fue para que te preocuparas—Keythan acarició su mejilla con un movimiento dulce—De todos modos no hay nada que puedas hacer para arreglar eso. Ni tú ni nadie.
—Gracias por confiar en mí, amor—Batió sus preciosas pestañas, acaparando la atención hacia sus ojos que irradiaban un brillo especial—Quiero estar contigo y servirte de apoyo—Se aproximó hasta él y lo rodeó por los hombros, depositando suaves besos en su espalda.
Una sonrisa se extendió en los labios de Keythan.
—Tú eres todo para mí. ¿Lo sabes?—Juliette alcanzó su boca y lo besó como si fuera el último día de su vida.
(***)
Sarah paseaba con su madre por el centro comercial, escudriñando los escaparates de las lujosas tiendas que exhibían maniquíes vestidos con ropas de la última temporada. El tipo de prendas que Megan y su amiga Kim usaban, aunque pensándolo bien, ya no parecían ser amigas, es más, los últimos días había visto a Megan sola. Aun en esas circunstancias no abandonaba su porte altivo y se había ganado más miradas desdeñosas por parte de la mayoría de los compañeros de su colegio. Mientras no se metiera con ella le daba igual, prefería mantenerse al margen y más siendo que ahora vivía en relativa paz. Ya nadie la molestaba y ella estaba contenta de que fuera así. Quería que los meses que restaban de su estancia escolar fueran los mejores. En clases se concentraba más, sus tareas eran impecables y volvía a sobresalir en sus exámenes. Todo era perfecto de no ser porque no tenía amigos. Hablaba con varias personas en clases pero no conocía a nadie que pudiera considerar como a un amigo.
Quería creer que nada de eso tenía que ver con su estado emocional, pero en realidad tenía todo que ver. La muerte de su padre la había devastado de tal forma que se alejó de todo y de todos. Justo en ese periodo cambió de escuela y relacionarse con los demás pasó a segundo plano. Era un alma en pena que se refugiaba en la biblioteca y con el transcurrir del tiempo se sorprendió al descubrir que nadie la tomaba en cuenta. Era Sarah la invisible. Socializar se tornó imposible. Los grupos estaban formados y no había lugar para ella. Se había quedado rezagada y al parecer ya no había nada que pudiera hacer para cambiar eso. Su único consuelo había sido poner toda su dedicación en los paisajes que pintaba o sumergirse en novelas clásicas, abstrayéndose así de la realidad.