Las gotas de sudor resbalaban por su frente ante el esfuerzo que realizaba. Su corazón ardía en su pecho y le dolían los músculos de las piernas mientras avanzaba sobre el caminillo de tartán. Amaba la sensación del viento chocando contra su rostro y de ponerse a prueba para ver qué tan lejos podía llegar.
Día a día ponía especial interés a mantener su cuerpo en perfectas condiciones. La apariencia era su carta de presentación y la aprovechaba al máximo como un arma letal que le ayudó a abrirse muchas puertas a lo largo de su vida. Su carrera como bailarina y los contratos ocasionales como modelo dependían en buena medida de cómo luciera, pero si bien es cierto que el talento es importante, lo bonito vende. Su imagen, el sentirse bien consigo misma, eran cosas que le importaban, pese a que muchos la llamaran superficial, esa era su filosofía y no la cambiaría por nada del mundo.
Su celular, que mantenía en su brazalete, comenzó a sonar una y otra vez. Hastiada se detuvo su poco a poco y se colocó al margen de la pista para correr.
No iba a contestar pero al ver que era su mejor amiga lo hizo.
—¡Juliette!—Estalló Sofía con un timbre de emoción y nerviosismo difícil de ignorar.
—¡Hola!
—Tengo algo súper importante que contarte, de hecho quería hablar contigo hace rato pero estaba en el trabajo, de hecho ahora me escape al baño para poder decírtelo.
—¿Qué sucede? Estoy en medio de mi rutina de ejercicio—se limpió la frente con un paño que guardaba en el bolsillo de su pantalón deportivo.
—Siento interrumpirte pero en verdad es importante—Chilló la voz de su amiga en la bocina.
—Si quieres nos vemos al rato—Dijo sin darle importancia a sus alardes. Sofía era muy escandalosa, le encantaba hablar durante horas y horas de sucesos triviales que conseguía volver interesantes agregando su propia intensidad a los detalles.
—¡No! Tiene que ser ahora, en serio. Es de vida o muerte.
—¿Qué pasa?
La excitación en el tono de Sofía era demasiado exagerada por lo que se encendió su curiosidad.
—Te vas a desmayar, Jul. Siéntate.
Oírle decir eso solo multiplicó su ansiedad por mil.
—¿Qué? Dime que sucede ya. Me pones nerviosa.
—Vi a tu novio con una chica en su auto esta mañana—Sofía pronunció cada palabra con puntillosa lentitud, creando suspenso—Quería comunicarme contigo pero mi celular estaba descargado.
Juliette se puso blanca como una hoja de papel.
—¿Cómo dices?—Preguntó como si hubiera recibido un mensaje distorsionado. Sus músculos se tensaron.
—Que quería comunicarme contigo desde temprano pero...
—¡No, eso no! Tonta, ¿lo haces a propósito? Me vas a matar del coraje. ¿En serio viste a Key con una chica?
—Sí, de hecho parecía como una chiquilla de 16.
—No puede ser...—Dijo con voz ahogada y tenue de quien teme descubrir la verdad.
—Te lo juro.
—¿Cómo era?
—Bueno, no la vi muy de cerca, pero tenía cabello negro.
—¿Bonita o fea?—Demandó saber apremiante.
—Toma asiento amiga, no quiero que te caigas.
—¡Sofía!—Exclamó sintiendo su corazón colgar de un hilo—Habla de una vez por todas, no estoy para tus chistes.
—Era bonita—Dijo tras un silencio—No tanto como tu, claro. ¿Qué pasó? ¿Se pelearon? ¿Ya no están juntos? No sabía que tuviera otra chica.
Juliette botó un bufido de desesperación. Como siempre Sofía quería enterarse de todo antes que nadie.
—¡No tiene ninguna otra chica! Yo soy su novia.
—Entonces te está poniendo el cuerno.
—No...yo—Murmuro entre dientes. El delgado hilo del que pendía su corazón estaba a punto de romperse. Amaba tanto a Keythan que jamás podría soportar que él tuviera ojos para otra mujer que no fuera ella.—¿Qué hizo él cuando lo viste?
—Me saludo como si nada el muy descarado, ya sabes cómo es, poniéndose una sonrisa de niño que no rompe un plato. Ten cuidado amiga, seguro se está acostando con esa chica—Remató con aire serio y hostil—Ya sabes cómo son los hombres. Nunca les basta con lo que saben que tienen seguro.
—No claro que no. Yo le doy todo lo que cualquier hombre podría soñar—Afirmó más que nada tratando de convencerse a si misma.
—Bueno, ya sabes lo que dicen. Los que parecen más serios son los peores. Además no creo que le cueste mucho ponerse una careta de chico bueno cuando está contigo y quitársela cuando no estás con él.
—No es momento para tus comentarios venenosos. Él se muere por mí—Aseguró como si ese fuera un argumento irrefutable.
—Amiga, solo estoy siendo sincera.
Se quedó sin habla. Cientos de posibilidades cruzaron por su mente, como pájaros de mal agüero, ¿Y si...? No. Las cortó de tajo. Él no era así.