Se arremangó el suéter, extendió el brazo exponiendo las azuladas venas. La sangre se agolpaba en sus sienes, podía escuchar claramente cada latido. Alzó las tijeras y justo cuando estaba por perforar la delicada piel tomó una bocanada de aire y las lágrimas se arremolinaron en sus ojos.
Dejó caer al suelo las tijeras y tintineo metálico se esparció en la habitación, hiriendo sus oídos.
No.
No podía poner fin a todo.
Las lágrimas ardientes se derramaron sin cesar cómo si nacieran de un mar dentro de ella, un mar inagotable, embravecido. Se preguntó cuántas lágrimas podría llorar antes de secarse por completo, antes de que erosionaran su piel y su corazón.
Un presentimiento, como una semilla que ha estado desarrollándose en silencio emergió de la dureza, del campo estéril que era su mente, y germinó. Fue ese presentimiento el freno que la detuvo justo cuando estaba a punto de hundir el acero en la piel, sacándola de ese trance, de ese remolino de obscuridad que la abrazaba:
La vida no se reducía a ese momento de tristeza e impotencia, si cortaba de un tajo su aliento jamás podría descubrir si había algo mejor, no podría conseguir sueños que le entusiasmaran o experiencias que la emocionaran y estremecieran, si se mataba jamás podría comprobar que había más allá de su realidad, de una existencia que se reducía a sobrellevar golpe tras golpe, amoldarse a la corrupción, portar una máscara de indiferencia ante el mundo aun cuando por dentro se retorciera de dolor. Si se mataba jamás tendría la satisfacción de acabar con todo aquello, de ser libre.
Un sonido insignificante, apenas un pitido, una notificación de Facebook, llamó su atención. Se levantó del suelo y caminó hacia su escritorio. Aún las lágrimas enturbiaban su visión así que parpadeó varias veces. La computadora encendida mostraba una ventana abierta, "Keythan Castello ha aceptado tu solicitud de amistad". Se limpió la humedad del rostro con el dorso de la mano. Su estomagó rugió pero no le dio importancia. Le daba nauseas pensar en alimento alguno después de lo ocurrido con Sebastián. Se retiró el cabello de la frente y, agotada como nunca lo había estado, ya sin fuerzas para nada, tan solo se dejó caer en la silla y por inercia, como método para distraer su atormentada mente, comenzó a navegar por el contenido antes oculto. Horas atrás, perdiendo su tiempo en la red, ingresó a Facebook y se le ocurrió buscar a Keythan, un día sin verlo y ya deseaba revivir en su memoria su imagen, envió la solicitud y se olvidó de ello, además después de lo que pasó con Sebastián el trivial tema se esfumó de su mente pero ahora la aflicción que antes la embargaba era reemplazada por aguijonazos de curiosidad. Era como entrar en una dimensión desconocida, como asomarse en una ventana al mundo de él.
La foto de perfil, para comenzar, fue una gran decepción desde que la vio. Él aparecía en una pose natural, sonriente, abrazando a su deslumbrante novia. Se veían felices y eso le desanimó. Si eligió una foto con su novia para su perfil quería decir que era importante para él. Otras fotos lo captaban a él con varios chicos, sus amigos supuso, sus rostros se repetían en casi todas, que eran muchas, estaban en fiestas, paseando y a grandes rasgos, divirtiéndose y pasándola bien. En algunas junto a Sarah, abrazándola o molestándola. Fotos, fotos y más fotos. Se detuvo en especial en un par que causaron que sus ojos vidriosos y opacos se iluminaran.
En la primera Keythan haciendo una mueca tonta que alguien atrapó en el momento exacto, en la segunda esbozando esa sonrisa característica de él, espontanea, como si quien la tomó hubiera improvisado en el momento exacto. Esa sonrisa que le formaba tiernos hoyuelos en las mejillas y que le provocaba querer sonreír a ella también.
Encontró un video en su muro y lo reprodujo una y otra vez. Keythan estaba sentado en el sillón de una sala, con los chicos de antes a su alrededor, tocando la guitarra y cantando. Se quedó muy quieta, dejándose llevar por el sonido de su voz, grave, fresco, jovial... Un tono sedante que la trasportaba a un lugar lejano, que le hacía olvidarse de cualquier preocupación.
Look around you
The sky is perfect
This could be the last day of your life
or the best of all.
Most of the time I'm thinking
About the past
I'm asking myself, ¿why?
It's stupid I know but
I can't imagine a world without justice
The clouds are gone
The sun dies in the spring of my life...
Observó las manos de Keythan, de dedos largos y elegantes, que intercalaban las cuerdas, rasgueaban los acordes con agilidad, sin mirar a la cámara, sacando un poco la lengua en señal de concentración cuando no cantaba. La melodía que brotaba de la guitarra era un poco melancólica en principio, como dando a entender que no todo era miel sobre hojuelas a cerca de ese chico, que había mil cosas que aún no conocía de él y que ansió saber, algo que le decía que más allá de lo que mostraba no toda su vida debía estar plagada de luz.