Epílogo (parte 1)
EPÍLOGO 1
La sombra de una persona se extendió frente a ella.
-¡Bertolini! ¡A la dirección ahora mismo!
Una voz grave y endurecida resonó. Alzó la vista y vio venir al director. Por un momento pensó que... ¿Por qué rayos creyó que Keythan se quedaría? ¿Qué la esperaría o que le diría algo? No había rastro de él. Sintió un vacío en el estómago.
El director apretaba los puños, muy molesto, parecía a punto de sacar humo de las orejas de un momento para otro. Unos cuantos alumnos que se hallaban por los alrededores enfocaron la mirada en ellos pero luego siguieron con sus cosas.
Megan soltó un respingo y justo cuando estaba por abrir la boca, el director la interrumpió:-Malcriada, tienes que entender que este no es el escenario de una novela.
La hizo ir a la dirección y durante todo el camino fue regañándola con tal empeño que incluso se olvidó ser cuidadoso con las formas, puesto que antes, ni de broma la habría tuteado.
-Algunas malas mañas no se olvidan ¿no? Ya no sé qué castigo ponerte, pero algo se me ocurrirá. Hablaré con tu tutor para que se mantenga firme y de seguir con ese comportamiento te haré llegar a las 5 de la mañana y retirarte del instituto hasta las 4 de la tarde, ¿No me crees? No querrás comprobarlo, te lo advierto... - Habló de corrido, sin respirar apenas entre oración y oración.
Llegaron a la oficina y Megan dejo de prestar atención cuando el sermoneo del director pasó de los cinco minutos. Se mordía las uñas mientras veía las agujas de un reloj imaginario avanzar con lentitud.
-...Así que favor-El director sonó implorante, con un timbre que denotaba autentica desesperación. Megan entendió que había terminado. No sabía cuánto tiempo había pasado pero era tarde.
-Sí, sí, ya-Asintió con un gesto cansado y de resignación-Cómo usted diga. Seré una buena alumna.
El director juntó sus manos sobre el escritorio y le dio una mirada escéptica, como si le costara aceptar la aparente obediencia de la joven. Sin embargo, después de haber exteriorizado su enojo y de ver la reacción de la chica, se quedó mucho más tranquilo.
El cielo grisáceo anunciaba una lluvia tardía. En el parque frente a la escuela jugaban algunos niños, escondiéndose detrás de los árboles. Megan dirigió a su casa con un andar alegre, algo poco habitual. Estaba llena de energía, de ganas de vivir y de descubrir lo que la vida tenía por ofrecerle. Le descorazonaba tener que ver a Sebastián y convivir con él, siendo la presencia de su madre similar a la de un mueble más en esa casa, pero dado que no le quedaba otra opción lo único que podía hacer al respecto era esperar, esperar a que esa pesadilla terminara. Pronto cumpliría la mayoría de edad, terminaría la preparatoria y mientras tanto se aseguraría de pasar el menor tiempo posible en esa casa y cuando no pudiera evitar ahí se la pasaría encerrada en su habitación el mayor tiempo posible con tal de no chocar con Sebastián. Para ser una adolescente no era un plan alentador pero estaba decidida a recuperar la esperanza de que, algún día, eso iba a cambiar.
.*.*.*.
Keythan se dirigió a su auto en el estacionamiento del enorme campus, después de acabar algunos pendientes de la universidad, aún presentaba unas pocas horas clases, había acreditado la mayoría de sus materias y las que le faltaban eran pesadas por la cantidad de trabajos para entregar.
Después de conversar un rato con algunos conocidos un rato, tenía que volver a su casa, además estaba agotado mental y emocionalmente. En el enorme campus de la universidad, que estaba dividido por facultades, el edificio de artes quedaba lejos de donde se impartían las ciencias sociales, así que no había tenido oportunidad de verse con Juliette, además después de lo sucedido por la mañana, en el instituto no tenía cabeza para nada. Necesitaba despejarse, pero por más que se esforzaba parecía una tarea perdida.
Se sentía raro, confundido. Darse cuenta de sus sentimientos por Megan con tal fuerza, fue como una ola que lo dejó tirado, quería dejar de pensar, alejarse, acomodar sus ideas. Aún le costaba asimilar lo repentino de su descubrimiento. Tal vez una parte de él lo supo siempre pero otra lo negó con tal seguridad que había terminado por convencerse a si mismo de que Megan no le gustaba. Sin embargo ese sentimiento había sido como una pequeña semilla que alguien deja olvidada y al volver a mirarla ha crecido hasta tomar proporciones exageradas. Así le pasó con Megan, pretendió ignorar cada una de las señales y para cuando se dio cuenta ella ya había generado una auténtica revolución en su interior, en silencio, sin violencia se introdujo en su mente, hasta invadirlo todo. Le asombraba percatarse de una gran verdad: cuando damos por perdido algo es cuando más lo valoramos. Creyó que Megan se suicidaría y ese fue el choque que le arrancó la venda que lo cegaba.
Fue por ello que prefirió irse con Sarah y acompañarla a su siguiente clase en vez de cruzar palabras con Megan después de su espectáculo matutino. No se sentía preparado para verla e interactuar con ella, porque sabía que la vería con otros ojos, de una forma diferente y eso le turbaba.