Donde nacen los lirios

Epílogo (Parte 3) Final.

EPÍLOGO PARTE 3

Había enterrado ese episodio en su subconsciente, bajo toneladas de indolencia, en lo más profundo y recóndito de su ser, pero después de que él la desaprobara se desplomó y las pesadillas comenzaron. No comprendía por qué rayos podría estar soñando con un grupo de chicos que la molestaban usando apelativos denigrantes como tocino andante y bola de grasa, entonces como un relámpago que iluminó su mente de pronto lo supo.

—¿Sabes?—Su voz surgió de un rincón de su alma y ni siquiera sabía con exactitud por qué le contaba eso a Keythan, tal vez era el aura pacifica del parque que contribuyó a aflojar sus reservas, o era tan solo que necesitaba hablar con alguien, desahogarse, sacar una espina clavada en su corazón y que hasta hace poco no recordaba tener—De niña fui muy regordeta, mis mejillas eran carnosas y siempre estaban sonrosadas.

Keythan la escuchó sin moverse. Era difícil imaginarla así, además hablaba con un tono de confidencia que le estremecía. ¿Por qué querría Megan confiarle algo tan íntimo? Además el que ella le contara ese tipo de cosas llevaría su relación a un plano más cercano y no sabía si eso era bueno o malo, por un lado no estaba seguro de querer llegar tan lejos pero por el otro el peso de la curiosidad que sentía por ella era enorme, aplastante, así que la escuchó absorto.

—En ese tiempo estaba en la escuela básica. No era aplicada por cierto, nunca lo fui, casi no me gustaba ir pero no era como si me fuera pésimo. Era solo normal. Un día en clase de inglés estudiamos los colores, pero no los elementales ni los comunes de siempre, la profesora quería que pensáramos acerca de cómo nombraríamos otros colores más específicos. A alguien se le ocurrió mencionar el tono cerdo rosado. Sí, cómo las mejillas de Megan, dijo alguien más. Me tomaron desprevenida y no dije nada. La maestra los acalló pero a partir de ahí se desató. Empezaron a usar ese tonto apodo conmigo. Pig pink. Después no fue suficiente y buscaron más: Tocino andante. Bola de grasa. Enfurecí y no pude reaccionar. Quise vengarme pero entonces me cambiaron de escuela, sucedió un día para otro. En mi nueva escuela nadie sabía nada de eso y yo solo lo olvide...

Keythan no podía despegar la mirada de ella. Jamás lo vio venir.

Megan permaneció contemplando el árbol sobre su cabeza, como si no quisiera encontrarse con los ojos de él. Sus pensamientos corrieron a una velocidad impresionante. Los recuerdos le azotaban como una ventisca que levanta todo a su paso.

—Después de eso pasó el tiempo, entre en la adolescencia y pegue el estirón. Supongo que el exceso de grasa se acomodó en los lugares adecuados y tuve un cuerpo diferente. Aquello quedó atrás. De pronto llamaba la atención. Los chicos se acercaban a mí. Me decían cosas bonitas y eso me agradó. Descubrí que me gustaba ser admirada y tener gente al pendiente de todo lo que hacía. Cuando llegué a esta ciudad y entre al instituto conocí a un grupo de chicos, los más influyentes del lugar, me aceptaron y no tardé mucho en acoplarme a ellos, ni en hacer todo lo que ellos hacían e incluso más que eso. Creí que realmente ganaba amigos, pero en el fondo siempre supe que la gente me temía, que no se acercaban a mí por mi forma de ser...—Omitió la parte en la que se comenzó a cortarse en la soledad de su habitación—Conoces el resto de la historia—Se quedó en silencio, sumida en su memoria.

Su fama de abusona creció como la espuma, a la vez que saciaba un deseo de señalar y tachar todo lo que estuviera a su altura. Desarrolló una acentuada actitud déspota, arrogante y agresiva, que solo venía a ser el reflejo del poco afecto que habitaba en su hogar. Pensaba que eso le haría feliz, que llenaría su vacío, algún día, y casi sin darse cuenta se hallaba tan envuelta en ese mundo, tan hundida que ya no podía salir, olvido quien era...Hasta que conoció a Keythan. Keythan, un molesto rumor que lastimaba sus convicciones con sus afiladas críticas y estimulaba su consciencia endurecida. No tenía manera de regresar al pasado, por más quería, no podía reparar lo que hizo, y lo lamentaba. Lamentaba haber hecho sentir mal a muchas personas. Lo único que podía cumplir era no volver a dañar jamás a nadie.

—No todo es inocencia, ¿eh? Los niños pequeños también pueden ser muy crueles. ¿Cuántos años tenías cuando ocurrió eso?

Keythan estaba demasiado perplejo pero dijo lo primero que se le ocurrió, un poco como autómata, pues su mente era un torbellino que giraba a mil por hora, en torno a la revelación de Megan. Comprendió que su exceso de confianza era solo una fachada para disfrazar su inseguridad.

—Quizá 9 o 10 años. Supongo que cuando tienes esa edad es fácil olvidarte de las cosas.

—O a lo mejor... —Keythan se aclaró la garganta—El olvido es el mejor método que el cerebro emplea para resguardarnos de lo que nos duele, bloqueando los recuerdos feos.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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