Capítulo 16: El corazón siempre manda. (Parte 2)
Sarah no pudo moverse ante aquella confesión, permaneció maravillada. En los ojos de Megan relucía una desesperación autentica. Notarlo fue suficiente para unir piezas y llegar a la conclusión que estaba enamorada de su hermano, esa profunda mirada y el brillo en ella lo reconocería en cualquier sitio, era el mismo que habitaba en su rostro cuando Zack era el dueño de sus pensamientos.
Se mordió los labios y entrelazó sus dedos, victima de un ataque de ternura. La emoción fluía en ella a borbotones. Dios, escuchar eso era tan asombroso. Tenía que contenerse para no ponerse a chillar, dar brincos y abrir la boca de más.
—Ustedes tienen que hablar. ¡Tienes que decírselo!—La alentó con una enorme sonrisa.
—¡No! Jamás—Se cubrió el rostro horrorizada. ¿Cómo había podido salírsele eso? Ya había tenido demasiado. ¿Decírselo a Keythan? Ni loca. En todo ese tiempo él no había hecho ni un intento de acercarse a ella, tampoco le había preguntado cómo estaba. Ni un mensaje de Facebook, ni un saludo en los pasillos de la escuela. Simplemente había desaparecido y ella no tenía el valor para presentarse a tutorías y comprobar que él siquiera estuviese preocupado por ella. Al parecer sí era tal y como Kim le contó en una ocasión y como Juliette le reafirmó: A él solo le gustaba juguetear con varias chicas. Lo más triste es que nunca pensó que él fuese así. Todavía había una parte de ella que se negaba a creerlo, que lo consideraba aún como el príncipe más perfecto y hermoso, pero otra que estaba terriblemente decepcionada de él.
—Tienes que decírselo—Insistió Sarah, casi con ruego en los ojos. Estaba encantada de enterarse de eso, de leer la sinceridad en los ojos de Megan, de que ella estuviese dejándole conocer su verdadero espíritu y vaya que era diferente a todo lo que alguna vez imaginó de ella. Habían entrado en un terreno de confianza inesperado.
—No lo haré. Nosotros nos besamos y él me dijo que me quería solo como a una amiga—Confesó alzando la voz. Él la había frienzoneado de tajo. Su rechazo se había sido como una cuchillada atroz.
Qué tonto es, pensó Sarah, riendo por dentro. Eso reafirmaba su idea de que ella era más madura que él.
—Él puede ser muy lento, ¿Sabes?—Comentó, moviendo la cabeza, sin que una pequeña sonrisa abandonara sus labios. Keythan tenía un afán de hacer las cosas bien y eso paradójicamente le llevaba a hacer justo lo contrario. Aplazar, estancarse, bloquearse. Ser idiota.
La campana sonó con estridencia y Megan se puso de pie de un brinco. Luego se acercó mucho a Sarah y fulminándola con la mirada le dijo:
—Ni se te ocurra decir nada.
—Soy una tumba. Mi silencio será eterno, lo juro—Sarah dibujó un cierre invisible sobre sus labios. Sus ojos relucían excitados. Siempre le habían interesado las historias de amor, y esa a su punto de vista, era una de las más insólitas que había tenido la dicha de escuchar.
—Bien, supongo que...Gracias—Megan suspiró aliviada. No entendía por qué hablaba de eso con Sarah. Era la primera vez que revelaba uno de sus más recónditos secretos y se sentía rara pero también feliz. Era increíble contar con una persona a la cual poder platicarle todo sin reservas, con la cual poder desahogarse y no ser juzgada.
No se le ocurrió que podría tener una amiga verdadera y mucho menos imaginó que sería Sarah, la chica a la que tanto hizo sufrir en el pasado y que ahora le ofrecía su apoyo incondicional. Así era la amistad, cálida y agradable, un bálsamo que llena huecos en el corazón. Contra todo pronostico, surgía en el momento más inesperado, con la persona más inesperada.
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Ese Lunes su periodo de permiso por enfermedad terminó, así que volvió al colegio y a la hora del almuerzo, se reunió con sus jóvenes compañeros de mesa, Alex y Samuel. Eran par de frikis del anime, el manga, los videojuegos y tecnología, en ese momento comentaban los detalles más relevantes del estreno más reciente del cine. Era una platica muy trivial y él se entretenía con ellos.
Sin embargo toda su concentración se esfumó en cuanto se percató de que Megan acababa de entrar al comedor. Iba acompañada de Sarah, para su total asombro. La platica de Alex y Samuel se transformó en un parloteo extraño e ininteligible.
Se olvidó de todos los pensamientos intrusivos que le rondaban, todo el enojo y desaliento que habían rondado por él se evaporaron. El tema –Juliette– quedó extraviado de su mente. Fue como hubiese sido reseteado, de pronto estaba en blanco y solo tenía espacio para Megan.
La observó y fue como si el tiempo se hubiese detenido. Fueron tan solo un par de segundos pero bastó para que su silueta se grabara a fuego en su cerebro. Ahí en medio de tantos alumnos ella reclamaba la atención, aun sin ser consciente de ello, de su propio encanto. Ella era como una estrella brillando en la noche más obscura. Nunca podría pasar desapercibida. Usaba una falda corta de tela roja y estampado de lunares blancos que resaltaba contra su piel de porcelana. Complementaba su atuendo con una chaqueta de cuero café. Suspiró.