Capítulo 17: Sucesos que se marcan en la mente y el corazón.
Esa tarde al volver a casa el aire se tornó frío, pero ella no lo sintió. El cielo había obscurecido y pequeñas estelas de luz se vislumbraban. Una soberbia luna menguante reinaba en el cielo.
Tomó el autobús para acortar camino y ahorrar tiempo, y mientras viajaba a su destino ella ni siquiera estaba preocupada por llegar tarde. Contemplaba el lirio blanco entre sus manos y acariciaba sus pétalos con paciencia y delicadeza infinita.
¿Cómo algo tan simple podía ser tan hermoso y conmovedor? Simple en el sentido de que hace algunos días Ian le había sorprendido con una docena de preciosas roas rojas, con un llamativo lazo adornándolas, fue un ramo digno de una floristería fina, pero eso no era comparable a este obsequio. Un lirio silvestre era mil veces valioso para ella porque era Keythan quien se lo había dado. Y ningún otro objeto por más costoso que fuera podría gustarle más ni significar tanto para ella.
Su mente corría a miles de kilómetros por segundo. Había pasado la tarde junto al chico del que estaba enamorada. Podría gritar y brincar de la emoción y eso no sería suficiente para desahogar una parte de la adrenalina que la recorría.
Keythan la quería tanto como ella a él. La había besado. El solo evocar su nombre y su rostro le provocaba una pequeña arritmia. Rememorar su beso era una poderosa explosión de sentimientos en su interior. Aun tenía el sabor de sus labios en su boca.
Él se ofreció a acompañarla a su casa una vez más antes de despedirse pero ella se negó con firmeza, él la miró a los ojos, frunciendo las cejas, porque no comprendía su postura, pero al final no insistió más.
Megan lamentó decirle que no, cuando lo que más quería era eso, moría por pasar todo el tiempo junto a él, por subir a su auto y disfrutar del trayecto mirándolo conducir sin ningún tipo de pudor o reparos,...Pero, le generaba demasiada inquietud e incomodidad, ¿Cómo explicarle su situación? No quería apresurarse a contarle sobre su padrastro, odiaría arruinar las cosas entre ellos, ¿Por qué tornar algo que se sentía tan celestial en un pozo de decepción? No. Lo iba a disfrutar al máximo, segundo a segundo, como una de las experiencias más estremecedoras y dulces de su vida entera. Sus problemas eran solo suyos y Keythan debía estar al margen.
Cuando bajo del autobús y caminó las cuadras restantes hacia la casa, sus piernas era como algodones flotantes. Tenía una tonta y enorme sonrisa estampada en toda su cara que sería muy difícil de borrar. Mientras caminaba iba muy animada y contenta, y la gente la veía y le sonreía de vuelta, porque su rostro en verdad reflejaba algo hermoso de admirar.
No podía esperar para llegar a la casona e ir directo a su habitación, su sitio especial y privado, tumbarse en la cama y recrear segundo a segundo los momentos que había pasado hace tan solo una hora, pero que condensados en sentimientos se sentían como...Un lapso eterno. Era uno de los días más felices y dichosos de toda su existencia y quedaría marcado para siempre en su memoria.
De pronto todo lo que hasta entonces había vivido le resultó pálido e insípido, y se preguntó cómo es que había podido pasar tanto tiempo así, sin sentirse tan llena de energía. Y por primera vez entendió a esas personas que cometían locuras por amor.
Jamás se imaginó que amar sería tan intenso. Tenía miedo de la magnitud de su sentir, pero también un estremecimiento placentero. Deseaba que ese estado glorioso no acabara nunca.
Llegó a la casa y tomó una aspiración antes de entrar, armándose de valor. Guardó la orquídea con mucho cuidado en un compartimiento de su mochila, procurando que no se maltratara.
Afortunadamente el enorme salón se encontraba en penumbras y silencio. Pudo entrar con alivio y sacar la preciada flor. Fue a su habitación y Puffy corrió a su encuentro, dando agudos ladridos de gusto, lo acarició y dejó la orquídea sobre su escritorio, luego acompañada de Puffy fue a buscar un jarrón y lo rellenó con agua. El lirio blanco, iluminado levemente por el resplandor que se filtraba por su ventana, brilló con luz propia en la penumbra de la habitación.
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—¿Te gustaría ir de excursión?—La pregunta le asaltó por sorpresa.
—Me gustaría—Asintió, dubitativa.
—Conozco un sitio, a dos horas de aquí viajando en auto...—Zack sonrió—¿Crees que te dejarían ir?—Dibujó espirales con su dedo sobre la mesa. Sus olvidadas tazas de café yacían en medio de la mesa. Habían estado conversando tan animadamente que no habían prestado atención tampoco a los platillos de comida, que se enfriaban lentamente.
—Supongo que sí, si le pregunto a mi mamá, pero... —Sarah se detuvo un segundo. En realidad ella no tenía tanta libertad como Keythan y Noah,—Querría saber todos los detalles, me obligaría a llevar mi celular y a mandarle mensajes. Creo que... Eso no sería el contacto ideal con la naturaleza. Mi celular sonando a cada rato arruinaría toda la atmosfera.