Capítulo 23: Lo que no debería ocurrir. (Parte uno)
Aquello no podía estarle sucediendo. Era una pesadilla, la más perturbadora y terrorífica que hubiese tenido jamás. Solo que todo era real. Eso estaba pasando. Ian estaba sobre ella con claras intensiones de forzarla, jaloneando su ropa y apretujándola. Sintió su boca húmeda y maloliente sobre la suya, ávida y mórbida.
Su cuerpo estaba ahí, pero su mente flotó lejos, lenta y azarosa. Sus ojos, a través del cristal, miraron hacia el cielo poblado de estrellas. Rogó que si había alguien ahí, un ser omnipresente, benevolente y todo poderoso, le ayudara, porque sentía que sería incapaz de soportar aquello.
Una voz en su mente gritaba el nombre de Keythan, de Sarah o de cualquier persona que pudiese socorrerla. Su terror, agazapado dentro de ella, poco a poco se acentuaba, ahogándola, como una marea de aguas agitadas y furiosas hundiendo a una pequeña balsa en medio del océano.
Trató de hacer reaccionar a sus extremidades. Era exasperante no poder moverse por más que lo deseara, como si tuviese un bloque de acero muy pesado oprimiéndola.
Si tan solo pudiese estirar su mano hasta el bolso de su chaqueta y sacar su celular...La impotencia y desesperación desvanecieron su optimismo.
—¡Cerdo infeliz!—La puerta se abrió con violencia—Qué crees que estás haciendo.
Ian giró su cabeza. La luz de los reflectores más cercanos iluminaba como un halo el cabello rojizo de Kim. Estaba plantada delante de ellos con los hombros tensos y sus facciones desencajadas.
—¡Quítate de encima de ella!
Ian alzó su cuerpo y se levantó aturdido. Salió del auto. Estaba despeinado, sus ropas desordenadas y sus ojos enrojecidos.
Kim echó una ojeada al interior del auto, Megan se removió en el sillón con movimientos pausados, frunció las cejas y se incorporó con gran esfuerzo, desorientada.
Ian le había dado algo para relajarla y dormirla. Se percató de que los primeros botones de su chaqueta estaban desabrochados. Luego cayó en cuenta de que en el tablero del auto la luz de un celular grabando parpadeaba. Estaba acomodado de forma estratégica.
Tenía la leve esperanza de que aquello fuera una imaginación suya. Cuando siguió a Ian, quien llevaba arrastrando a Megan fuera del recinto escolar, le asaltó un terrible presentimiento. Parecía tan decidido y tenía aquella mirada lasciva. Megan no parecía en condiciones de mantenerse en pie por si misma y su cabeza colgaba flojamente.
Sospechó que Ian iba a hacer algo de lo que probablemente no querría enterarse. Acababa de comprobarlo con todo el dolor de su corazón. Era mucho peor que cualquier cosa que concibió
—Eres un imbécil, un enfermo. Cómo puedes ser tan asqueroso. Mírala, ni siquiera puede moverse—Sus ojos estaban inyectados en estupefacción, indignación y enojo.
—Deja de reclamarme y de gritar como una loca histérica. Estuvimos de acuerdo en que yo la traería al baile. Esto era lo que querías después de todo, verla morder el polvo. Tu lo decías, ¿No?—Ian esbozó una sonrisa afilada—Así que no me vengas con tonterías. ¿O estas celosa? ¿Es eso?
—Estas mal—Kim dio un par de pasos hacia atrás. Ian no dejó de sonreír, su sonrisa daba escalofríos—¿Celos? Pff. ¡Siento asco!
—No entiendo por qué dices eso. No sé porque todas las mujeres tratan de hacerse pasar por unas santas cuando en realidad todas son unas zorras calientes a las que les encanta esto—Se agarró la entrepierna.—En especial tu.
Kim le propinó una cachetada. El sonido seco reverberó en el aire. Ian se tocó la mejilla, sonriendo.
—Eres un descarado. ¿Crees que te apoyaría para que abuses de una chica? No importa que tan mal me caiga, jamás estaría de acuerdo con que le hicieras eso. Yo me refería a otras cosas, a humillarla tirándole la fuente de ponche delante de todos, no a esto, es muy bajo incluso para alguien como tu. Jamás permitiría que hicieras eso. A nadie.
—Qué pasó, zorra ¿has sacado las garras?
—He tenido suficiente de ti, se acabó, no quiero volver a saber nada de ti. Ni volver a ver tu asquerosa cara, he sido una estúpida. Jamás imagine que podrías ser tan ...despreciable y sucio—Se metió decidida al interior del auto y pasando un brazo alrededor del hombro de Megan la ayudó a levantarse.
Megan se tambaleó un poco y tuvo que poner todo su esfuerzo para sostenerla. Ambas tenían casi la misma constitución y a Kim le costó mucho sacarla debido a que sus zapatillas tenían un tacón extremadamente alto.
Megan se apoyó en ella y se puso de pie. La densa bruma que la rodeaba se abrió y en su consciencia se coló un resquicio de racionalidad.
—Maldito—Balbuceó. Alzó un dedo tembloroso y trató de apuntar a Ian, pero en vez de eso su debo vaciló y señaló un árbol.
—Cállate, bruja. Mírate, das pena.
—¡Te vas a arrepentir de lo que acabas de hacer!—Gritó Kim.