Capítulo 30: El horror y el amor.
—¡Megan! Esto es inaudito.
—Mamá, tienes que creerme.
—No.
—Es un cerdo. Es un idiota—Finalmente las lágrimas se derramaron.
Elisa se levantó como impulsada por un resorte, fue precipitadamente a la barra del bar y rellenó el vaso de cristal. Bebió el líquido de un trago y volvió a llenarlo.
—Mamá, ¿Qué haces? ¿No piensas decirme nada?—Megan la observó con ojos brillantes y el pecho palpitante.
Elisa empinó el vaso en su boca. Una gota ambarina resbaló por su mentón y la limpió con un dedo. Sus ojos se extraviaron en la colección de botellas. Extendió una mano para tomar otra, pero Megan se la arrebató.
—Deja de beber esas porquerías. Quiero hablar con una persona cuerda, no con una borracha.
—Estoy extremadamente agotada por el viaje, la espalda me duele y necesito dormir—Elisa habló apresurada e hizo su camino hacia las escaleras.
—¡No te vas a ir de aquí!—Alzó la voz con fuerza y se limpió las lágrimas— ¿Por qué actúas como si no te hubiera dicho nada?! —Se paró delante de ella y le cerró el paso, con los puños cerrados. Un nudo se enroscó su la garganta, como una boa constrictor, contrayéndose hasta cortarle la circulación.
— Basta. ¡Por favor! Deja de atacarme ya Megan—Elisa se detuvo en seco— ¿Ahora tu eres la adulta? Me juzgas, me agredes, te portas mal, eres egoísta. ¿Cómo puedes inventar eso de Sebastián? Él me ama, me hace feliz.
—¿Enganchándote a las drogas? Sebastián no te ama. Tal vez yo no sepa demasiado del amor pero cuando alguien de verdad te ama, te cuida y quiere verte bien, no muriendo. Por favor entiéndelo. La abuela lo decía. Él nunca ha sido bueno para ti mamá. No es amor. Tu eres mejor que todo eso. ¡No deberías recoger las migajas de cariño de un hombre repugnante, mereces a alguien que te valore!
Elisa se rio entre dientes, con acritud.
—Ahora resulta, Megan, que como tienes a tu adorable y encantador noviecito universitario, que de seguro se revuelca con otras, y has sacado reconocimientos en la escuela sabes todo sobre el amor y la vida, y ya que tú lo sabes todo y yo soy una estúpida, ¿Quieres humillarme? Tal vez solo estudié hasta la secundaria pero eso no te da derecho a ser tan desagradable y arrogante, solo traté de ser buena onda y cool contigo, ¿por qué no puedes respetar mi relación y dejar de hacer estos dramas y de decir tantas pendejadas? ¡Me das dolor de cabeza!
Megan entrecerró los ojos hacia ella y se frotó la frente, con una maldición luchando por escapar de su boca.
—Estoy diciéndote la verdad—Habló con los dientes apretados.
—No—Elisa la apuntó con ferocidad—Eres una maldita mentirosa y una malagradecida que no valora todo lo que hago, todo lo que he sacrificado—Exclamó con acidez—Intento relajarme y ser feliz, pero eso también está mal para ti. ¿No puedo tener un maldito minuto de paz, un poco de amor? ¡Y aquí estoy, tratando de ser una buena mamá aunque he renunciado a todos mis planes de vida. Si tu no estuvieras aquí yo sería una gran modelo, pero no. Te elegí. ¿Y qué gano? Críticas mi relación con Sebastián, inventas cosas, te pones en contra de mi. Sebastián me ama, él es un hombre maravilloso y tu siempre lo has odiado. ¿Por qué me haces esto? ¿Me vas a juzgar por vivir mi vida? ¿Por disfrutar? Vive y se feliz y déjame vivir a mi. ¡Me enamore, Megan! Yo no te juzgo por enamórate.
—No tendrías por qué o quizás sí ¡Deberías regañarme o aconsejarme! No compararte conmigo, como si fueras mi hermanita... Estoy tan cansada de esto. De todo. Estoy harta de ti, de Sebastián, ¡De vivir siendo maltratada sin que tú hagas nada!
—Megan qué cosas dices, Sebastián solo ha querido ser la mejor figura paterna para ti, busca poner un poco de orden. Esto es mi culpa, él me lo dijo, eres demasiado consentida y te he dejado hacer lo que quieras, pero te has pasado, abusas de mi confianza. Sé que en estos tiempos un par de golpecitos son una cosa como para llamar a derechos humanos, pero cuando yo nací los padres no hablaban, solo te daban una tunda y te sacaban los dientes. Pero eso se llama disciplina, algo que me arrepiento de no haberte dado nunca, prácticamente te quejas como si te torturaran con una bofetadita.
—¡Me golpeó porque Puffy había mordido sus cosas! ¡Abre los ojos!
—Debes ser responsable con ese bicho yo te lo dije. Era la única condición para que se quedara.
—¡Dios, deja de excusarlo!—Megan se llevó las manos a la cabeza, asqueada—Me jaloneó la noche en que te quedaste dormida en tu vómito y estabas tan perdida en tus alucinaciones que ni te importó, ¡nunca te ha importado! No voy a dejar que me siga tratando como le venga en gana solo porque tu lo permites. Quiero que esto se acabe—La resolución sobresalió en su voz. Sus ojos resplandecían como mil estrellas ardientes.—Voy a denunciarlo mamá, por maltratos.