Capítulo 32: Boca de lobo. (Parte 1)
Condujo muy lento a propósito. Se detuvo a conciencia en cada semáforo y en cada señal alargando un trayecto que generalmente debía durar 15 minutos hasta que duró casi 30 minutos. Megan estaba exasperada pero él la ignoró.
—¿No podrías ir más despacio?—Ella crispó sus dedos—Pareces un anciano.
—Solo estoy siendo precavido.
Megan se cruzó de brazos y resopló.
—A este paso llegaremos mañana.
—Mejor tarde que nunca.
Megan rodeo los ojos ante su supuesta faceta precavida, en el fondo sabía que estaba enfadado y que lo hacía para molestarla. A veces podía ser tan infantil.
Keythan se detuvo en una luz roja, antes del paso de cebra y contempló a la gente pasar. Reflexionó en su vida y en como había pasado de preocuparse por tonterías y trivialidades a esto. Delatar a un narcotraficante. Todo era más simple y fácil en el pasado.
—Esto es tan arriesgado. No sé porque hago esto. Es una tonteria. Deberíamos ir directo a la comisaria.
La hostilidad se expandió como fuego.
—Puedes dejarme aquí si quieres.
—¿Lo ves? Te estas comportando tan caprichosa, como una niña de dos años. Incluso una niña de dos años es más sensata.
—No te necesito. Ni a ti ni a nadie. He estado toda mi vida sola y puedo hacer frente a esto sin ti. Entonces qué haces aquí y por qué haces esto si tan tonto te parece. Creí que lo habías comprendido, pero no.
—Tranquila, no me alces la voz.
—Yo estoy tranquila, tu eres el alterado. Si te arrepientes de estar involucrado en esta situación por mi culpa solo dilo y lo entenderé.
—No es así.
—Sí, si lo es.
El semaforo se puso en verde. Keythan lanzó un suspiro y avanzó. No se sentía orgulloso de su arrebato. No entendía de qué forma accedió a esa locura. Era como si Megan simplemente le hipnotizara con sus ojos para hacer lo que ella le decía. Con una sonrisa y una mirada ella le revolucionaba el corazón a mil por segundo. Lo tenía a sus pies y no había forma de que controlara esas reacciones involuntarias. Pero estaba enojado consigo mismo, por ceder tan facilmente, y con Megan, que justo en el instante más crucial decidía ir por su perro.
"Calmate" Se dijo a si mismo. No tenía sentido pelear y menos cuando ambos estaban tan tensos. No les llevaría a nada bueno.
Condujó en silencio. Aparcó unos cuantos edificos antes de llegar a la casa, debajo de un antiguo árbol de ramas retorcidas. Apagó el motor.
—Lo siento, Megan. No debí decir eso. Es solo que...Me pone mal pensar que puedas exponerte a ese criminal.
—Yo también lo siento. No quería gritarte. Sé que esto te parece irrazonable pero no me puedo ir sin Puffy. No puedo.
—Está bien. Después de la denuncia las cosas se van a poner delicadas así que ... —La miró y alzó las cejas. Quería comprobar que tan intrépida era, a veces podía darle sorpresas que de gracioso tenían poco.
—Tal vez debería hospedarme en un hotel.
—Puedes quedarte en mi casa si quieres. Eres mi novia Megan, solo tienes que pedirlo—Tamborileó los dedos en el volante. No, no podía enfadarse con ella. O al menos, su enojo se esfumaba muy rápido.
—Lo sé, y te lo agradezco, pero últimamente han surgido tantos problemas que no quiero ser una molestia y además—Se sonrojó y bajó la mirada—No creo que pueda ver a los ojos a tu mamá después de que ella nos descubrió besándonos en el sofá de la sala...—Se cubrió la cara con las manos en un gesto que a él le pareció adorable y encantador.
Se estiró riendo. Megan lo miró entre los espacios de sus dedos.
—Es genial verte sonrojada, hielo—Se burló, riendo entre dientes—Seguro ya se le olvido. Además yo no me arrepiento—Él cubrió sus nudillos y quitó su mano del rostro.
—No era el tipo de impresión que quería darle—Sopló un mechón que había caido en su mejilla.
—Lo único que ella puede pensar es que estamos locamente enamorados y que probablemente podríamos darle nietos pronto—Le quitó el mechón y lo acomodó detrás de su oreja—Eso le aterroriza.
Megan parpadeo repetidas veces, con las mejillas ardiendo.
—Claro que eso solo está en su imaginación—Dijo él rápidamente para aclarar las cosas. No le gustaba el rumbo que estaba tomando esa conversación—Ambos somos muy jóvenes.
—Definitivamente no tenemos prisa. Tenemos toda una vida por delante.
El silencio cayó sobre ellos. Keythan dirigió su mirada hacia la enorme y siniestra puerta.
El sol se había ocultado pero en la línea el horizonte aún permanecían unos vestigios rojizos y la luz que flotaba en el aire era tranquila y sonrosada. El clima se había enfriado un poco. Una inesperada y traviesa ventisca revolvía y arrastraba las hojas caidas y elevaba torbellinos de polvo y basura.