Donde nacen los lirios

Capítulo 34:Cambios. (Parte 1)

 

Capítulo 34: Cambios. (Parte 1)

El calor era abrasador e inclemente. El aire irrespirable. Sus pulmones pedían desesperadamente un soplo que no llegaba. Tosió y luchó, tratando de conseguir una bocanada que le refrescara en medio de ese violento desastre.

El fuego avanzó por el piso y llegó hasta las ventanas. Las devoró y continuó su camino, haciendose cada vez más grande y poderoso. Lo envolvió y justo cuando estaba por echarse encima de él una mano lo jaló con fuerza y lo sacó de ahí.

Cayó sobre una superficie alfombrada y crujiente. Aspiró el aroma húmedo del pasto. Aunque su consciencia vagaba en bordes imprecisos de la oscuridad, nunca antes agradeció tanto la brisa. La atmosfera era fría y cuando sus ojos se abrieron por unos segundos vió el azul inmenso del firmamento y el destello de las estrellas. Se sintió pequeño, una simple hormiga en el universo.

Un rostro surgió en su campo de visión. Era un ángel de ojos azules, el mismo que le había salvado. Su rostro era tan hermoso que le dieron ganas de besarla. Vió sus labios moverse, angustiosos.

—Keythan, por favor, resiste. Estarás bien, la ambulancia no tarda en venir—Su mirada era tensa y afligida. Gotas de agua cayeron encima de su rostro.

—No llores.

Sus manos le estaban tocando con delicadeza. Se sentían tan suaves, como el tacto de una pluma. Sí, era un ángel.

Una sonrisa se expandió en su boca. El agotamiento y la oscuridad le envolvieron.

Las sirenas. El ruido de golpes en la puerta. Llantas derrapando contra el asfalto. Pisadas de bota irrumpiendo. Los gritos masculinos. Los paramédicos abriendo sus ojos, lanzandole una molesta luz, y tomandole el pulso. A lo lejos estruendos de detonaciones. Todo fue una ráfaga de sonidos, colores e imágenes inconexas.

Cuando despertó estaba tan aturdido y desorientado que los primeros segundos no reconoció nada. Se encontraba en una habitación con paredes de un cegador tono blanco. Una intensa luz entraba por la ventana y el resplandor le quemó la vista. Contra los cristales, las hojas de un árbol deslumbraban con su verde esmeralda. Parpadeó, acostumbradose a la luminosidad.

Estaba acostado en una cama de hospital y conectado a varios aparatos medicos. Arrancó de su nariz el respirador artificial. Sus pulmones estaban achicharrados y tenía la garganta áspera y rasposa. En el aire flotaba un fuerte aroma a antisépticos que picaba en su nariz. Agudizó su oido. La pantalla de la máquina monitoreaba sus signos vitales y podía escuchar el bip bip y a lo lejos ruidos de camillas, enfermeros hablando, descargas eléctricas, ruidos metálicos. Se sentía atontado y confuso. Su mente funcionaba con lentitud seguramente por efecto de los medicamentos que le administraban vía intravenosa.

A un lado de la cama estaba una silla con una frazada de lana abandonada y que aparentemente alguien había estado usando.

Megan apareció por la puerta con un vaso de café. Se quedó de pie, sobrecogida por una intensa emoción. Sus ojos se cubrieron de lágrimas y corrió hacia él.

—¡Key!—Se arrojó a sus brazos y él lanzó un quejido, pero sus brazos se ciñeron en su cintura con la misma fuerza y desesperación.

—Lo siento—Susurró Megan, abrazándolo con más cuidado.—¿Cómo estas? ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Necesitas algo?

Keythan se rio ante su rápido despliegue de preguntas. Cuando lo hizo notó la incomodidad y la hinchazón en su cara.

—Disculpame, ni sé lo qué digo—Sus piernas se sentían como gelatina y sus manos temblaban.—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, Megan. Ahora que te veo mejor que nunca.

—Estoy tan feliz de que hayas despertado—Sus ojos brillaban y una sonrisa de alivio inmenso surgió en sus labios. Le había mantenido con el alma en vilo los ultimos días. Se sentó en la silla y tomó su mano, acunandola como si se tratara de un objeto preciado y sumamente fragil.

Keythan echó un vistazo alrededor con más atención. En la pared frente a la cama colgaba una pantalla de plasma y en el buró a su lado un mando a distancia. La habitación era privada y ese tipo de privilegios tenían un costo.

—Por cierto, ¿Dónde estoy?

—Hice que te ingresaran al mejor hospital de la ciudad.

—No importa que sea el mejor. Quisiera estar fuera de esta cama y salir de aquí—Keythan sonrió y de nuevo percibió el dolor en los musculos de su rostro.

—Lo sé. El doctor dice que te dará de alta muy pronto—Acarició sus dedos. Siempre lucía muy fuerte y vigoroso, pero tendido ahí parecía indefenso, con su rostro lleno de marcas que de solo verlas le producían dolor y le traían recuerdos que prefería enterrar—Te recuperarás muy rápido. Tu madre y Sarah acaban de salir. Han estado esperando a que despiertes pero necesitaban ir a descansar y a bañarse. Se han estado turnando para cuidarte. Ha sido muy agotador para ellas.

—¿Y tu, donde te has quedado estos días?

—He dormido aquí—Contestó. La verdad es que tampoco tenía a donde ir y aunque le ofrecieron hospedarla en un hotel custodiado, no quería despegarse del hospital hasta ver que Keythan estuviese bien. No podía dejarlo. Si lo hubiese perdido jamás se lo habría perdonado a si misma.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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