Donde nacen los lirios

Capítulo 41: Revivir.

—¿A donde necesita ir, señorita?—Preguntó uno de los hombres en cuanto la vió salir. Él usaba pantalones de mezclilla y una playera gris. A simple vista podría pasar por una persona normal de no ser por su mirada vigilante.

Megan le indicó su próximo destino. Ese día, desde muy temprano, no se había detenido ni un instante. Tenía muchas cosas que hacer.

Los dos policías que la escoltaban estaban siendo muy comprensivos y pacientes con ella. Eran gente de confianza del comandante y querían hacer un buen trabajo pero también se notaban incómodos y deseosos de que Megan se marchara pronto, no solo por su propia seguridad, sino que además no les convenía que los relacionaran con la soplona de uno de los más poderosos narcotraficantes.

Ella les pidió que la llevaran al centro comercial, (no tenía más ropa que la que llevaba puesta) y después a su antigua escuela a recoger su documentación.

Volver a poner un pie allí la hizo sentirse extraña. Había elegido una hora clave en la que los alumnos estaban en clases por lo que pudo caminar tranquilamente. En su trayecto hacia la oficina del director observó cada pasillo y cada rincón. Un aguijón de nostalgia se le clavó en el pecho y comenzó a rememorar los momentos que había vivido ahí. Keythan estaba en cada uno de ellos, pero también Sarah, Dylan, Kim e incluso Ian.

Cuando llegó al consultorio, el director la hizo pasar. Sus líneas de expresión le hacían parecer perpetuamente enfadado, pero le ofreció sentarse con un gesto de amabilidad genuino. Le entregó su documentación y no comentó nada al respecto de su viaje ni de los motivos. Megan lo agradeció en silencio. Él le deseó suerte y ella emprendió su marcha, pero no hacia la salida.

Al ingresar al aula de artes le recibió el característico aroma a oleos, era tenue porque la ventana estaba abierta. La profesora Eugene estaba de espaldas a ella, con su cabello rojo encendido amarrado en un moño desordenado y una pañoleta de colores adornándolo.

—Hola, profesora.

—¿Megan?—Se giró sorprendida. La chica parada en el umbral vestía una sudadera azul cielo, pantalones deportivos anchos y tenis, un atuendo que por un par de segundos le desconcertó. Se le hizo difícil reconocerlo en ella, que acostumbraba vestir más atrevida y desenvuelta, acaparando miradas a donde quiera que iba. Si no le hubiese hablado, con su conjunto simple y desenfadado, fácilmente la habría pasado desapercibida. El cabello lo llevaba oculto bajo la capucha y al parecer teñido, porque un mechón que se asomó brilló con demasiada claridad.

Dejó el pincel en el filo del caballete. Megan contempló el aula. En el estante el jarrón de cristal lucía unos enormes girasoles acompañados por rosas. Al acercarse distinguió la fresca y débil fragancia.

—Supe que te dieron de baja—Comentó Eugene. Las razones eran desconocidas. El director insistió en que era un asunto estrictamente confidencial.

Hubo un lapso de silencio.

—Así es—Megan deslizó el gorro de su cabeza. Los mechones lisos, del color que Eugene menos esperaba, capturaron la luz— Terminaré mis estudios en otro colegio.

—En verdad no sabes cuanto me alegra escuchar eso. Por un momento pensé que...—Sacudió la cabeza—Ya no tiene importancia.

—Vine a agradecerle y a disculparme con usted.—No podía irse sin cumplir con su lista de pendientes. Uno de ellos era sacarse del pecho cualquier espina. La profesora no se lo esperaba, su rostro fue el retrato de la perplejidad.—Usted hizo cosas muy bonitas por mi. ¿Sabe? Su idea de las tutorías fue lo mejor que me ha pasado. Las disfrute mucho.

—¿Este es uno de tus juegos antes de irte Megan?

—No—Megan respondió sin darle importancia. Le había dado muchos dolores de cabeza, por lo que era normal que desconfiara de ella.

Eugene entrecerró los ojos con suspicacia. La expresión de Megan era abierta y sincera. No estaba el descaro ni la arrogancia con la que antes la encaraba, como si se sintiera superior, y al darse cuenta ello, se relajó. Se sentó y observó a Megan colocando una mano bajo su mentón.

—¿Qué vas a estudiar cuando termines la preparatoria?

—Aún no se. Bueno, al menos sé que nada que tenga que ver con expresión artística—Se rió y la maestra la acompañó.—Pero me gustaría ayudar a las personas.

—Debo decir que sigo impresionada.

—Maestra...—Megan titubeó—¿Usted en verdad creyó que yo era un caso perdido?

Eugene se mordió el labio inferior en un acto reflejo.

—No mentiré. Todos lo pensamos en algún momento. Siempre fue complicado lidiar contigo, lo sabes. Pero creo que eres un caso excepcional. Tal vez no encontraste una manera hermosa de expresar lo que hay dentro de ti por medio del arte, pero sí descubriste tu propia luz.

—Gracias—Megan observó a la solitaria y apacible maestra que le sonreía con cariño—Creo que usted es muy linda y el profesor de educación física, el musculoso guapo, la mira con ojos de amor....Solo digo—Corrió hacia la puerta y se despidió con la mano— ¡Adiós!



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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