Donde Nadie Nos Encuentre

Capítulo 11: “A veces no quiero recordar mi nombre”

No quiso decir su nombre durante días.

Dormía con la ropa puesta, incluso cuando Lucía le ofrecía algo limpio. Tenía la mirada como de animal asustado, siempre observando por encima del hombro, como si en cualquier momento alguien viniera a buscarla… y no para abrazarla.

Axel no insistió. Solo le dejaba una taza de té cada noche, cerca de la colchoneta.

Lucía, con su suavidad explosiva, fue quien logró sacarle su primera sonrisa. Fue un comentario tonto, mientras ambas pintaban con témpera unas bolsas reciclables.

—Parece que el pincel se emborrachó —dijo Lucía, viendo cómo la pintura goteaba por los lados.

La chica rió, bajito. Como si no recordara cómo se hacía.

Esa noche, cuando pensó que nadie la escuchaba, murmuró:

—Me llamo Abril. Pero a veces no quiero recordar mi nombre.

Abril empezó a hablar por pedazos.

No fue un testimonio lineal, sino como una caja llena de fotos rotas. A través de dibujos, de pequeños escritos y garabatos en los bordes de los papeles, fue revelando su historia.

Su madre se había casado con un hombre que la maltrataba. Verbal, emocional… y más. Abril intentó pedir ayuda, pero en su pequeña comunidad, la reputación pesaba más que la verdad. “Tú eres problemática”, le decían. “Siempre inventas cosas”.

Una noche, no aguantó más. Empacó una mochila y tomó el primer bus sin dirección.

—No quería morir —le dijo una noche a Axel, que reparaba una silla junto a ella—. Solo quería desaparecer de lo que estaba viviendo.

Axel no contestó. Solo le pasó un clavo, y eso bastó.

Poco a poco, Abril comenzó a encontrar su espacio.

Omar la ayudó a crear una pequeña libreta de poemas cortos. Lucía le enseñó a usar los marcadores de alcohol para hacer retratos con más vida. Paula le preparaba chocolate caliente con canela, su “receta de sanación”.

Y un día, Abril pidió algo que sorprendió a todos.

—¿Puedo cortarme el cabello? Yo misma.
Quiero… dejar algo atrás.

Lo hizo frente al espejo del baño, con Lucía detrás. Cortó hasta los hombros. Después se miró por un largo rato. No sonrió. No lloró. Solo dijo:

—Esta… soy yo ahora.

Un mes después, Abril presentó su primer dibujo en una de las exposiciones internas del estudio. Era simple: un cuerpo envuelto en ramas espinosas, pero de la piel nacían flores. Arriba, con tinta negra, escribió:

“No florecí porque me salvaron. Florecí cuando dejé de odiarme.”

La gente aplaudió.

Esa noche, Abril no durmió con miedo. Por primera vez, no dejó la luz encendida.

Y cuando vio una carta de Yoon desde Italia, pegada en la pared del estudio, sonrió al leer una frase que le hablaba directo al pecho:

“Si llegaste aquí huyendo, no te sientas culpable. Huir también es una forma de vida cuando lo haces para salvarte. Lo importante es que ahora… estás construyendo algo nuevo.”

Abril tocó la hoja. Luego miró el techo.
Y por primera vez, pensó:
Quizá no estoy rota. Quizá solo estoy en proceso



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En el texto hay: superacion union, romancejuveniel, lgbt+

Editado: 13.08.2025

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