Donde Nadie Nos Encuentre

Capítulo 16: “Donde empezó el sol”

Antes de Libre.
Antes de los tatuajes, las fotografías y las llamadas a destiempo.
Hubo un parque.
Y dos chicos que no sabían que se estaban salvando mutuamente.

Axel tenía 10 cuando conoció a Yoon, de 6.
El menor se sentaba solo en el recreo, con el uniforme impecable y la espalda recta, como si cargar con su apellido le pesara más que su mochila.
Axel, ya sucio desde las 9 de la mañana, con los cordones desatados y un rayón de marcador en la mejilla, fue el primero en acercarse.

—¿Siempre te sentás así, como si el banco tuviera reglas?

Yoon lo miró sin responder.
Axel sonrió.

—Tranquilo. Yo tampoco sé hablar con la gente. Pero soy bueno trepando árboles. ¿Querés ver?

Yoon dudó. Pero asintió.

Fue el primer día que rió en voz alta.

Lo que Yoon no sabía en ese entonces era que Axel nunca volvía directo a casa.

Daba vueltas. Se escondía. Esperaba que su madre estuviera dormida.
A veces se metía al patio trasero de vecinos para robar fruta.
A veces dormía en el pasillo de la escuela si el clima estaba tibio.

Su madre bebía. Su tío llegaba a golpearlo si encontraba el más mínimo “rasgo de mariconería”, como decía él.
Y Axel había aprendido a ocultar los moretones con ropa larga y sonrisas cortas.

Pero cada mañana, al llegar a clase, veía a Yoon.
Peinado, callado, con los ojos tristes.
Y pensaba: No voy a dejar que a él le pase lo que me pasa a mí.

Así se convirtió en su escudo.

—Mi mamá dice que debo sacar 100 en todo —le dijo Yoon una vez, con lágrimas silenciosas—. Que, si no lo hago, no valgo nada.

Axel se acercó y, con un marcador, le dibujó una carita feliz en la palma de la mano.

—Esto vale más que cualquier examen.

Yoon lo miró como si le acabaran de mostrar el cielo.

—¿Te van a regañar por dibujarme?

—Me regañan todos los días por existir. Un dibujo más, un golpe menos.

Fue la primera vez que Yoon sintió miedo por alguien más que por sí mismo.

Axel no hablaba de su casa.
Pero Yoon comenzó a notar cosas.

Una vez, al abrazarlo, notó que el mayor se tensaba de golpe.

—¿Te duele?

Axel fingió una risa.

—Nah. Solo que no estoy acostumbrado a que me abracen sin que duela después.

Esa noche, Yoon le dejó una nota en su mochila:

“Si alguna vez necesitas un lugar donde no duela, puedes venir a mi casa.”

Axel no fue esa noche.
Fue dos semanas después. Con un ojo morado y una bolsa con tres camisetas.
Yoon no dijo nada. Solo lo llevó a su cuarto, cerró la puerta, y puso una película animada.
Durmieron juntos.
Axel lloró, sin hacer ruido.

Los años pasaron. La presión en casa de Yoon se volvió más estricta.
La violencia en la de Axel, más impredecible.
Pero en medio de todo, se tenían.

Se escapaban al viejo campo detrás de la estación de tren.
Axel dibujaba en su cuaderno. Yoon escribía frases en coreano que no se atrevía a traducir.
Y hablaban de un futuro imposible.

—Cuando seamos grandes, ¿a dónde te gustaría ir? —preguntó Yoon.

Axel respondió sin pensarlo:

—A donde no me llamen error.

Yoon lo miró como si esa frase le hubiera encendido algo en el pecho.

—Entonces yo voy contigo
Donde no te llamen error… es donde quiero crecer.

Así nació Libre.
No en la playa. No en el estudio.
Sino en ese pacto silencioso entre un niño roto que aprendió a ocultar su dolor para proteger a otro…
Y un niño reprimido que, por primera vez, pudo respirar sin miedo.



#3164 en Otros
#771 en Relatos cortos

En el texto hay: superacion union, romancejuveniel, lgbt+

Editado: 21.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.