Donde quiera que vayamos

Esa no soy yo

—¡Esa no soy yo!— aseguré señalando al móvil de mi madre.

 

—Gianna...—suspiró y me acercó el móvil más cerca de mi.

 

Giré mi cara en busca de ayuda y me encontré solo con Thiago sentado al lado mía con una mano sobre su boca aguantando una carcajada. Su cara estaba muy roja, y más roja iba a estar como se la parta por ser un imbécil.

 

Os pongo en situación.

 

Hace una semana fui a esa fiesta donde tocaba el grupo Bella vita- del cual Thiago es él batería- Bueno... después de escuchar una canción que me recordó a mi ex, todos mis recuerdos son borrosos. Mi mente solo puede procesar el momento en el que dos chicas me retaron a subirme a la mesa y ponerme a bailar, en ese momento asentí como una idiota, pero, después de eso, el bajón de emociones llegó y solo recuerdo volver a despertar en mi habitación gracias a Thiago.

 

—¡FÉLIX!— se escuchó mi voz chillona desde el altavoz del móvil— ¡QUE TE DEN POR EL CULO!.

 

Que vergüenza.

 

Me lleve una mano a la cara para quitar el sonrojo que se puso en ella. Mis piernas se entrelazaron entre sí debajo de la mesa como todas las veces que pasaba por una situación incómoda, esta era una de las grandes.

 

—Si fuera el contexto del vídeo en otras circunstancias, estaría orgullosa— expuso mi madre entrelazando sus dedos encima de la mesa—, pero... este vídeo— señaló el móvil.—, es ahora mismo un vídeo viral en el que mi hija se está ridiculizando por un hombre que no merece la pena. ¿Como quieres que me sienta?.

 

Mi sonrojo se volvió culpa, y la culpa se manifestó en forma de lagrimas que amenazaban por salir de mis ojos.

 

—y tu...— dijo mi madre señalando a Thiago.— solo estas aquí porque tengo que agradecerte por sacar a Gianna de esa escena lamentable.

 

Thiago asintió con la cabeza y me miró con cara de... ¿compasión?, no puedo descifrar qué tipo de mirada era, pero estaba segura que no era la típica mirada burlona que tenía siempre en el rostro.

 

—y...— añadió mi madre con una media sonrisa— hoy vas a tener una ayudante en el jardín.

 

¡¿QUE!?

 

Esto era imposible. Miré a Thiago y estaba igual de sorprendido que yo, aunque parecía que se reía interiormente de mis desgracias.

 

—¿Como me voy yo a poner ha hacer jardinería?— expuse todavía sin creerme el castigo.

 

—Ya eres mayorcita como para que te castigue sin el móvil o sin salir. Ahora vas ponerte el uniforme de jardinera y trabajar todo el día ayudando a Thiago.

 

Sin decir nada más arrastré mi silla sigilosamente para atrás y salí de la sala a paso rápido dejando a mi madre y Thiago sentados en la sala mirando hacia donde yo salía.

 

 

 

Me miraba en el espejo por cuarta vez, el mono verde oscuro que me había prestado Thiago no me iba. Las mangas tenían que estar remangadas para arriba unos cuantos centímetros al igual que los pantalones, las botas negras que tenía puestas eran de la antigua jardinera que se fue hace dos años, y mi pelo estaba recogido en una cola alta que me hice con mala gana.

 

—¡Inglesita!— gritó la voz de Thiago desde el otro lado de la puerta— tu jornada laboral empieza en tres minutos.

 

Desde ese día en la fiesta, Thiago no ha parado de llamarme inglesita cada vez que quedaba con sus amigas o nos veíamos por los pasillos del hotel. Según él, mi acento hablando le recordaba a los turistas británicos que venían al hotel intentado hablar italiano.

 

¿Has quedado con sus amigas? Si, ahora también son las mías y estos días he estado viéndome con ellas para hablar sobre los trabajos finales de curso y, más importante, quedábamos para ver la cuidad y tomar café.

 

—Ya salgo.— le contesté pasivamente mientras agarraba mi móvil.

 

Salí de la habitación y me lo encontré apoyado en la pared del frente con los brazos cruzados. Llevaba el mismo mono que yo, solo que el tenia sin abrochar un lado y era de su talla.

 

—Te pareces a mi tía Anna cuando la dejó su novio— dijo mirándome con una sonrisa de lado.

 

Eso era... ¿bueno o malo?

 

Rotundamente malo.

 

—Tu te pareces a...

 

Mierda, había hablado sin antes pensar.

 

—¿A quien?— preguntó mientras bajaba las escaleras lentamente.

 

Piensa... un dibujo animado feo.

 

—T-te pareces a Chucky.— dije tartamudeado mientras bajaba el último escalón de un pequeño salto.

 

Si, ya se lo que pensaréis. Ese muñeco es mi trauma, pero en estos momentos era un as bajo la manga.

 

Gracias tía Rita.

 

—¿Te cuento una historia con ese muñeco?— planteó riéndose.

 

Si yo le contara a él de ese muñeco...

 

—Si tantas ganas tienes.

 

Él me miró y abrió la valla que separaba el jardín privado del resto del hotel, y me hizo una seña con la mano para que pasase.

 

—Bueno, pues si tengo ganas— comentó cogiendo un rastrillo del suelo.— Cuando tenía siete años, mi hermana mayor cumplía doce y estaba pasando por su época de emo. Un día antes de su cumpleaños vendió mi bicicleta a un niño del barrio, y...— se paró y me pasó unas tijeras inmensas— al día siguiente llegó a casa con un muñeco de la novia de chucky tamaño bebé recién nacido.

 

Mi boca se abrió y recordé mi quinto cumpleaños y el desastroso regalo de mi tía.

 

Una risa se me escapó de dentro de mi garganta y Thiago me miró con una falsa indignación.

 

—Tengo trauma con esa muñeca.— aseguró mientras cortaba un arbusto cuidadosamente.

 

Me quedé mirándolo unos segundos. Desde que llegamos al jardín no se ha portado como siempre y parece que hoy quiere hablar, y... hablar mucho es mi perdición. Siempre y cuando no sea en público.




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