Donde quiera que vayamos

tradimento

Conocéis esa sensación que entra en la barriga y te llega hasta la garganta. Parece que son náuseas, pero, en mi caso era la rabia y la cólera que me entró al escuchar a Erika pronunciar esas palabras.

 

—Estoy e-embarazada, Gianna— susurraba la voz llorosa de Erika desde la otra línea de teléfono—. No estoy segura quien es el padre. !Necesito a mi mejor amiga!.

 

El móvil se me resbaló de las manos y cayó al suelo lleno de fango haciendo un sonido seco. Las lagrimas rebosaban en mis ojos, y mis piernas empezaron a temblar de ira y tristeza.

 

—Gianna, ¿Que pasa?— preguntó Thiago a mi lado, preocupado.

 

Negué con mi cabeza y me llevé ambas manos a mi cara para que no me viese llorar de la manera que lo estaba haciendo. Mis ojos debían estar rojos y mis mejillas empapadas de las lagrimas saladas que salían de mis ojos en cascada.

 

—N-No puedo—susurré finalmente.

 

—Gianna, oye. Mírame— dijo Thiago en un tono bajo.

 

Mi cara seguía entre mis manos y mirando dirección al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, las frías manos de Thiago estaban quitando el agarre que tenían las mías en mi rostro y depositándolas en mi regazo.

 

—¿Quien coño te ha llamado?— preguntó agarrando mi cara con sus manos, suavemente.

 

—E-Erika— volví a susurrar más bajo.

 

—Vale, no te voy a presionar. Quédate aquí sentada, llora, grita, o expulsa todo lo que quieras por esa inglesita boca— expuso con tono divertido.

 

Pasó su dedo pulgar por mis mejillas barriendo mis lagrimas, y me dio la mejor sonrisa del mundo antes de levantarse para ponerse frente a mi.

 

—En mi presencia no permito lagrimas— dijo con autoridad—. Ahora mismo, usted se va a poner de pie y me va a acompañar.

 

Lo miré atónita y acepte la mano que había extendido en mi dirección. Cogí su mano y de un tirón me levantó del banco dejándome de pie junto a él.

 

—¿Donde vamos?— pregunté mientras me arrastraba hacia la parte de detrás del hotel.

 

Thiago se paró de sopetón haciendo que chocara mi pecho con su espalda. Sin decir nada se giro en dirección a una puerta de hierro que parecía haberse puesto encima de una más antigua.

 

—Solo vamos a tomar un atajo para llegar a las habitaciones.

 

De un momento a otro, Thiago le pego una patada un tanto sonora que abrió la puerta. Detrás de esta, había un gran pasillo blanco con unos faroles que desprendían una nítida luz amarillenta.

 

—Venga, que te llevo a tu habitación.— me susurró , cuidadosamente.

 

Acepte otra vez la mano que me tendió, y lo seguí por él pasillos unos cinco minutos hasta llegar a otra puerta igual. Esta vez, Thiago sacó una llave de su pantalón.

 

—¿Esto lleva a la habitación?—pregunté, curiosa.

 

—Si, ¿Como crees que me escapaba con mis ligues?— expuso, con tono de broma.

 

—Quizás las sacabas por las ventanas, así como Rapunzel.— repuse con el mismo tono. Aunque todavía tuviese lagrimas en mis ojos.

 

Thiago negó con la cabeza y abrió la puerta con sumo cuidado, miró para los dos lados y me hizo una seña con la mano para salir.

 

Cuando abrí la puerta de mi habitación, Thiago hizo como si fuera a entrar, pero me negué.

 

—Prefiero estar sola.— expuse mirándolo.

 

—No te quiero dejar sola— rebatió—.No tengo idea quien es Erika,pero, sea quien sea no te ha dejado bien.

 

Negué otra vez con la cabeza, y pasé mis dedos por las ondas oscuras de mi pelo.

 

—Ese llanto no era de una llamada feliz.— siguió hablando— Si necesitas algo no dudes en llamarme.

 

Asentí con la cabeza y cerré la puerta, dejando a Thiago al otro lado de esta mirándome.

 

 

 

 

No me gustaba la idea de dejar a Gianna sola en su habitación en el estado que estaba.

 

No era bueno descifrando las emociones de los demás, pero, años atrás tuve que ayudar a mi hermana a pasar por la gran enfermedad del corazón roto. Días y noches se las pasaba llorando, otros días eran buenos, pero, cada vez que recordaba algo otra vez venía el bajón.

 

Me sentía mal, más que mal, era una sensación como de culpabilidad la que invadía cada poro de mi piel. Al ver a Gianna llorar de esa manera tan desgarradora, mi pecho se encogió y mi mente deseabas descubrir el porqué.

 

Ahora por petición suya, la he dejado sola. No conocía mucho a Gianna, solo tenia recuerdos de cuando éramos pequeños y teníamos tres o cuatro años cuando nuestros padres eran amigos, pero, solo con recordar como actuó semanas atrás en la fiesta no me hace confiar.

 

Me levante de la cama después de llevarme mirando al techo un buen rato.

 

A los quince minutos salí de la ducha como nuevo, me puse: mis vaqueros negros, la camiseta de mi grupo, y mis botas negras de confianza. En dos horas tenía que ir a ensañar y solía ser muy puntual.

 

Estaba en la pequeña cocina que tenía mi habitación cuando un fuerte estruendo llegó a mis oídos. Mi primer acto reflejo fue girarme hacia la pared que daba a la habitación de Gianna.

 

Unos sollozos fue lo siguiente que escuché, y otro estruendo más fuerte todavía que el primero lo siguió.

 

Sin pensarlo salí rápidamente de mi cuarto y me situé frente a habitación, donde los ruidos y los sollozos se intensificaron

 

—¡GIANNA!— grite mientras tocaba con mi puño la puerta.

 

Este ala del hotel estaba completamente vacía, solo la llenaban cuando el turismo era alto, y en esta época del año no había mucha gente en Florencia.

 

—¡Gianna, abre la puerta!— insistí una vez más, calmado.




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