CAPÍTULO VII
Ver con el corazón.
Joseph quedó confundido con su tarea; eso de hallar la verdad era algo que no entendía. Había llevado una vida entregada al Señor de manera honesta y genuina; no era mera apariencia con tintes de engaño, por cuanto creía firmemente en su corazón, que a Dios no se le puede engañar. Amarle y temerle eran las nobles pasiones de su vida: amarle porque a él le debía todo, desde la vida misma y su salvación, hasta su salud, sus experiencias, su familia; en fin, todo.
Temerle porque así como el amor de Dios es infinito, así también es su determinación para hacer cumplir su palabra. Eso no lo hacía un mal Dios sino todo lo contrario. ¿Qué padre que ame a su hijo no le pone reglas y lo castiga cuando éste las incumple? Pero siendo así, entonces cómo es que ahora estaba siendo rechazado del cielo prometido, por no estar en gracia con la verdad…
-Hola ¿cómo estás? Mi nombre es Dorothy – le dijo una dama de mediana edad a quien se topó en el camino.
-Hola, el mío es Joseph.
-¿Y qué haces aquí?
-No sé, supongo que lo mismo que tú… buscando mi lugar como muerto.
-¿Estás muerto?
-Eso creo – respondió Joseph un poco confundido con la actitud de la dama.
-Oh que triste por ti. Pero yo no lo estoy.
-¿Cómo así? ¿Entonces por qué estás aquí?
-Porque morí de mi existencia terrenal, pero eso no significa que este muerta ahora. ¿Ves a todas esas personas en la distancia? – le preguntó mientras señalaba con su dedo; a lo cual Joseph asintió con la cabeza – si le preguntas a cada uno, ninguno te dirá que este muerto.
Puede ser que lo estuvimos, al fin y al cabo hay que morir para cambiar de plano; pero justamente para eso el hijo de Dios nos salvó de la muerte: para que no estemos muertos si hemos creído en él.
Joseph estaba confundido y creía que la mujer hablaba en sentido figurado. La verdad es que todo el estudio de la palabra no le habría aclarado la visión para un momento como este. La dama se percató de su predicamento y por ello continuó profundizando en el tema.
-En el comienzo de la creación, Dios creó a Adán y le entregó por compañera a Eva… les dijo que no comieran del fruto prohibido y permanecerían en su gracia. Por años los estudiosos de la palabra han considerado las escrituras del profeta de manera muy literal; los obcecados incluso hasta le dieron la forma de manzana a aquel fruto advertidamente prohibido, pero ¿sabes en realidad cuál era aquel árbol que Dios ordenó no tocar?... pues el montecito de venus de la pelvis de ella – dijo Dorothy con una sonrisa fresca y espontánea.
-Creo que estás blasfemando – le respondió Joseph con cara de serio.
-¿No me crees? Pero así fue cómo ocurrió. Ella fue tentada por el caído en la forma de lujuria y le incitó a Adán a que la poseyera; luego de estar juntos y desobedecer al padre, les atacó el pudor y el arrepentimiento; tomaron consciencia de su desnudez y se avergonzaron ante Dios, pero luego ella quedó en cinta y así inició el caos del hombre en la creación.
Y como hijos del pecado nos reproducimos infinitamente, vivimos y morimos. Los antiguos…
-¿Los antiguos? – interrumpió Joseph.
-Los antiguos es cómo suelo llamarles a todos aquellos que vivieron y murieron previo a nuestro Señor. Tu sabes, por aquello del antiguo testamento. Sí, sé que no es muy original de mi parte pero no me interrumpas. Como te iba diciendo, los antiguos me han contado que al morir, podían entrar o no al cielo de acuerdo a la vida que hubieran llevado, pero al morir estabas muerto.
-¿Me estas tomando el perlo?
-Si me sigues interrumpiendo no voy a continuar ¿OK? – E hizo un gesto de molestia – Bueno, la diferencia es que antes de Cristo, moríamos y regresábamos al origen de donde salimos. Manteníamos el espíritu pero perdíamos nuestra alma. Ahora míranos; vivimos aquí con la alegría de la vida eterna que en Cristo se hizo realidad. Somos felices y capaces de llevar una existencia más allá de la carne y la sangre que alguna vez lo fue todo para nosotros en el mundo terrenal.
-Yo creo en mi Señor Jesucristo y en la vida eterna que nos prometió a los justos.
-Crees en ella pero no la entiendes… ¿Verdad?
Joseph hizo silencio, un silencio cómplice de la verdad que le había explotado en la cara. Realmente como católico pasó la vida creyendo en que nuestro Señor dominó la muerte al resucitar, pero no conocía concretamente cómo es que era posible. Pero entonces esta mujer le cuenta que con Jesucristo llegó el cambio al mundo de las almas. Aunque no entendía bien cómo era la vida después de la muerte, para las personas previas a la era de nuestro Señor.
-Jesucristo no solo dividió el mundo terrenal en dos era, la anterior y la posterior a él; también lo hizo aquí en el cielo.
-Pero entonces ¿estoy en el cielo?
-Oh no, tú no por el momento.
Entonces Joseph se echó al piso a llorar en silencio y adoptó la posición fetal, de modo que Dorothy se le acercó y comenzó a consolarlo. Estaba quebrado, lo cual, en la experiencia de ella, no era algo aislado en quienes recién cruzan el plano. Le trató con ternura y afecto hasta que unos instantes después, Joseph le comenzó a hablar: