En el hospital, los días eran eternos. Blanca estaba en coma, tras una larga operación en la cual le sacaron 3 balas del pecho, los médicos dijeron que era muy posible no salir de esta, eso aumentó mi preocupación.
Un día, en medio de esas paredes blancas llenas de aburrimiento esperando cualquier movimiento por parte de Blanca, escribí una carta. No para ella. Para mí. Para soltar lo que sentía.
Así que empecé a redactar:
Querida Blanca:
Sé que esto no lo vas a leer. O tal vez sí, no lo sé.
Supongo que lo escribo porque no sé qué más hacer. Siento que si no lo saco, me rompo.
Te echo de menos. Pero no de esa forma superficial. Te echo de menos como cuando sabes que una parte de ti está dormida y no sabes cómo despertarla. Sé que tuvimos peleas, que a veces nos alejamos, que fuimos injustas con la otra. Pero también sé que nada de eso importa ahora. Lo que importa es que te necesito. Que me haces falta. Que todo esto no tiene sentido sin ti. Nunca te lo dije, pero me diste muchos de los mejores momentos de mi vida. Y aunque a veces te odié por cosas que ni siquiera eran importantes, hoy solo puedo pensar en cuánto te quiero.
Despierta, Blanca. Por favor.
No estoy preparada para perderte. No quiero seguir fingiendo que estoy bien cuando por dentro estoy hecha pedazos. Y si algún día lees esto… prométeme que seguiremos intentándolo. Porque yo sí creo que vale la pena.
Con todo lo que soy, Adara