Estuve fuera un buen rato. Sentada en una incómoda silla de plástico, con la cabeza en cualquier parte menos en el hospital. No podía parar de pensar en todo lo que pasó, en todo lo que no llegué a decirle, en lo injusto que sería que esto terminara así.
No paraban de pasar médicos y enfermeros por delante. Nadie decía nada. Cada vez que alguien salía de la habitación, yo me ponía de pie por si me iban a decir algo… pero nada.
Me puse a escribir. No sé por qué. Pero lo necesitaba. Como si escribir fuera lo único que podía hacer para no derrumbarme del todo.
Querida Blanca.
No sé que está pasando ahí dentro. En la habitación que estás ahora. Solo sé que algo bueno no es. El sonido de la máquina ha cambiado, los médicos entraron corriendo, y a mi me echaron sin decir nada, estoy asustada. Mucho.
Y no puedo hacer nada solo esperar. Me siento inútil, y no dejo de pensar en si esto va a terminar mal. Por favor Blanca, no te vayas. No así Adara Guardé la carta en la mochila sin saber muy bien por qué. Me levanté. Caminé un poco por el pasillo, aunque no me alejé mucho.
Miraba la puerta cada dos segundos. Y justo entonces, vi que salía un médico.
Me miró. Se me paró el corazón.
—Adara —dijo. Yo tragué saliva. Él abrió la boca para decirme algo, pero… Ahí terminó el capítulo. No me lo dijo.
Guardé la carta en la mochila sin saber muy bien por qué. Me levanté. Caminé un poco por el pasillo, aunque no me alejé mucho. Miraba la puerta cada dos segundos.
Y justo entonces, vi que salía un médico. Me miró. Se me paró el corazón.
Yo tragué saliva.
Él abrió la boca para decirme algo, pero…