Donde sea que esté

II

II

Parque de los Zafiros, octubre 16, 2020

356 días después

Artemis

 

En ningún universo haría falta mencionar su nombre para saber quién abandonaba su cama antes de que las cortinas se abrieran al mismo tiempo en todo el Parque de los Zafiros. Para saber quién se adentraba por primera vez en el día a los establos. Para saber quién abandonaba sus comodidades en el palacio solamente para desayunar en el pueblo de su elemento.

Definitivamente no existía la necesidad.

El viento matutino le abofeteaba el rostro, golpeaba los mechones de cabello recogido. De todas formas, eso la alimentaba de la misma manera que Odalis recargaba sus energías en el mar o Apollo en la pura tierra del bosque.

Artinas tenía en el centro de su reino, el Parque de los Zafiros, rodeado por cuatro pueblos y esos pueblos rodeados por cuatro bosques. Al sur de todo lo mencionado, se encontraba la ciudad de Artinas, Alaguria.

Ella se dirigía al pueblo de aire. En el centro del pueblo, entre todas las casas de madera, la plaza principal, el templo y El Monumento, había una antigua construcción que desde hacía algunos siglos conformaba una cafetería.

Artemis, vestida con un overol negro, su capa azul con bordados blancos que representaban masas de aire y botas de montar, pasaba desapercibida entre los habitantes.

Se adentró en la cafetería.

La dueña del lugar, una mujer de poco más de doscientos años, de cabello rubio casi blanco y ojos grises pálidos como la niebla, se encontraba absorta en su lectura hasta que Artemis apareció.

—¡Artie! —dijo la mujer con una sonrisa. —Diría que es una grata sorpresa tu presencia en mi territorio, pero luego de todos estos años te estaría mintiendo.

Artemis rio y se aproximó a ella para abrazarla.

—Buenos días, Hannah.

—Ponte cómoda, cariño. —Exclamó Hannah. —Tu banqueta prácticamente está reservada para ti.

Artemis tomó asiento frente a la barra del mostrador y soltó su cabello mientras Hannah retomaba la conversación. El ambiente le hacía sentir paz y felicidad. La cafetería era el negocio familiar de los Brightly desde el siglo XIX, y se apreciaba por el aura acogedora y hogareña que producía.

—¿Lo mismo de todos los días, Artemis?

—Definitivamente.

 

Lamentablemente ella debía volver, después de todo acababa de instalarse por tiempo completo en su dormitorio, le debía eso no a sus padres, sino que al reino.

Devika no volaba velozmente, simplemente volaba por los cielos como si los hubiera dominado, como si todo le perteneciera. Si ella pudiera hablar diría algo similar a: “Que les den, este es mi espacio.”

Devika comenzó a descender en cuanto los establos fueron visibles. Desde la altura se podía apreciar a los Maestros y las Sacerdotisas marchar en fila por el pasillo de los suspiros. Luego de abandonar a su dragón, Artemis volvió a su dormitorio por el ventanal entreabierto de su balcón, donde vio a su hermana escribiendo cartas a personas que no existen.

Odalis lucía espléndida a pesar de haber dormido aproximadamente tres horas. Utilizaba sus típicos pantalones de mezclilla de tiro bajo, su gorra de béisbol blanca y uno de sus buzos deportivos negros.

—Si vieran a la perfecta Odalis con una gorra de béisbol cubriendo su bello cabello dorado te enterrarían tres metros bajo tierra junto a la abuela —dijo en un tono que solo su hermana escuchó.

Odalis sonrió mientras negaba levemente con la cabeza.

—¿Qué escribes Oddy?

—Ya sabes, lo que sucedió en uno de mis extraños sueños —dijo con voz cansada. Por un momento su rostro cambió radicalmente y ella se notó cansada. —Creo que deberíamos visitar el exterior, tomarnos un respiro.

Artemis frunció el ceño.

—¿El exterior? —fue lo único que dijo.

—Ya sabes —ella exageró sus gestos. —El mundo humano. Ya es hora, tenemos que conocer lo que sucede afuera.

Artemis suspiró y saltó hasta el balcón de su hermana.

—No puedo… no podemos abandonar Artinas en su totalidad para "tomarnos un respiro” y que nadie lo note, Oddy.

Odalis volvió a su anterior actividad.

—Eso ya lo sé, no soy idiota, sin embargo, ambas sabemos qué hay otros métodos.

Con la cabeza señaló la de Artemis y le clavó la mirada en los ojos como si insistiera.

—¿Por qué justo ahora? —dijo Artemis. —¿Por qué ahora y no semanas atrás o semanas después?

—Porque soñé algo.

Odalis selló la carta con lacre.

—De todas formas, ahora no es hoy, o en unos días. Ahora es en un período de tiempo que varía dependiendo de la persona y su percepción del mismo.

—¿Y cuándo es para ti?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.