Donde termina la vida

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO SIETE:

El asistente Fostter, un ramo de flores y un ave

 

Esa mañana comenzaron a acontecer en la Casa de Té los primeros sucesos que llevarían a Anyaskiev a pensar que peligraban sus secretos, y creyó preciso, luego de unos minutos de prestar más atención de la común a los ojos del asistente Fostter, el comenzar a ignorarle y prestar más atención en la humedad del césped que se apreciaba desde la ventana. Pero él no pensaba de la misma forma.

—Así que, Anya, ¿no tiene pensado formar parte en el próximo Festival de Otoño? —Francis Fostter se sonrojó. No tenía modales muy finos, ni los más altos linajes, tampoco ostentaba un gran cargo en su oficina ni vivía en un lugar tan hermoso como la casa de la avenida Lions, y tener la oportunidad de hablarle a una joven como ella, tan elegante, tan sublime a la vista y tan bien hablada, era como vivir un sueño.

Había trabajado tanto para tener solo la capacidad de ir a un sitio como la Casa de Té, había recorrido tanto, y a sus treinta y un años, se había encontrado con un punto de la colina en que, o encontraba a alguien para continuar el camino, o se sentaría a ver cómo los demás llegaban arriba.

Como un simple mensajero, antes como un asistente de aseo, mucho antes como un voluntario de recolección de desechos luego de las congregaciones en los parques, sin padres para apoyarle, ni amigos, ni contactos, viviendo en casas de asistencia social y comiendo en comedores públicos; tal era su vida hasta que la fortuna le dio un rayo de esperanza con ese empleo en la Asistencia de Finanzas, y luego, todo encajó. No se sentaría a esperar, escalaría solo.

Conoció a nuevos inversionistas interesados en crear un nuevo negocio en la ciudad, y juntos fundaron la Casa de Té, él ofreciendo una modesta cantidad de valores y sus servicios para llevar las finanzas de la Casa. Las ganancias llegaban, mucho en grosor, más su vida era hecha ya de la forma en que era, y no pudo sino mudarse a un sitio un poco más decente, las mismas ropas, siempre a pie o con transporte público, nada de lujos, ni extravagancias.

No creía razón para mencionar frente a la joven el cargo que ocupaba en el establecimiento en que desayunaban, como socio y administrador, tampoco el mencionar que el General deseaba presentarle al socio mayoritario, y no a su persona. Por una causa del destino, su socio no pudo estar presente, y la noche anterior se envió un mensaje del cambio a última hora. Fuere cual fuere la causa de tal falla, Francis Fostter estaba a agradecido con ella.

—El señor Edevane lo mencionó hace unos días aquí mismo, mas nadie me ha explicado su origen o función.

Su sonrisa se diluyó cual tinta en el agua, al escuchar ese nombre. Dmitri Edevane, si él estaba un paso adelantado en la misma dirección, no había más que decir, y la decepción le azotó con fuerza, mermando sus ánimos y las miradas. ¿Quién era él comparado a Dmitri Edevane?

—¡Oh!, ¿trata usted con él…? ¿Con el señor Edevane? —añadió ante su falta de formalidad.

—Yo no, el General lo trata —añadió ella, con cierto aire de indiferencia.

—Ah.

—El Festival, ¿de qué va? —le recordó ella, interesada, obviamente, en el tema. Para Anyaskiev, cualquier forma de salir al exterior, de poder estar al aire libre, era una oportunidad a tomar, y estaba segura de que al ser el señor Edevane a quien estuviese interrogando por ello, éste ya la hubiera invitado a escoltarla y acompañarla durante el festival.

—Ah, sí, sí. El festival es para celebrar la cosecha de otoño, la última del año. Hay un día del mes en que se da libertad de funciones a los empleados y las calles se llenan con un desfile de carrozas, las mismas que tendrá la fortuna de ver desde su casa.

—¿De verdad? —Esa mirada fue de expectación, brillante de alegría. Él sonrió.

—Sí, es muy hermoso. Hay comidas al aire libre toda la tarde, la mañana hay música en el parque, exhibiciones de artes variadas, como canto y baile. También juegos y muchas flores. —Ella se encogió un poco de hombros de forma sutil pero notable para quien está atento a ella—. La última cosecha del año, así que las personas aprovechan y decoran sus carrozas con ellas, las casas se llenan con los colores de los campos y… Hay un tipo de flor que crece únicamente en ésta región del continente: Ventus papilionem, Mariposa de Viento. Verá usted que es muy hermosa. Estoy seguro que le encantarán al verlas.

—No creo verlas nunca —repuso ella, molesta de pronto. No, miró su gesto redirigido hacia el jardín, y vio allí que no había enojo, sino tristeza.

—¿Por qué no? Puedo… Puedo llevar un ramo de esas flores a su casa, si usted lo desea.

—No pude y no debe. —En seguida le dedicó atención otra vez.

—Oh, disculpe usted si le he parecido un atrevido. Disculpe usted también, General… —Intento reponerse de su equivocación, con vergüenza grande, con sonrojo y las manos temblándole de tal modo que no quiso seguir probando bocado para no evidenciarse.




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