CAPÍTULO CATORCE:
La honestidad de Edevane en cuanto a sus intenciones
Intentaba ganarse su perdón, sin dudar se notaba su denuedo esfuerzo, más que cuando la cortejó por vez primera. Pero ésta vez las circunstancias eran distintas: A los ojos de ella, él la había lastimado indirectamente, y él sabía que le había causado dolor directo al interferir con su amistad con Fostter, pero, reflexionó, en las artes del amor toda técnica es lícita. Y vaya que sus sentimientos por ella iban en incremento.
Al principio era solo una vaga inclinación por su atrayente fisonomía, sus bonitos ojos castaños, sus labios y los rasgos de su cuerpo. Se tornó algo más espeso: Una atracción, como si el que ella fuera indiferente o poco complaciente le causara un deseo irracional de tener lo que no. Lo que le obtenía de otras mujeres con una sonrisa, de ella lo obtuvo meses después de conocerla. Pasaron las semanas y su forma dulce se abrió ante él, su gentileza y nobleza para con las personas que le servían, la profunda ternura que mostraba en ocasiones para con el General, las quería para él, el cariño que parecía darle a los árboles, lo quería para él. Y ahora… Ahora la veía y se sentía dichoso de tener esos ojos solo para sí.
Se encargó el álbum a un asistente de su oficina, él lo entregó bajo el pretexto de una extenuante búsqueda. Se instaló en el salón de la música un reproductor inalámbrico con una selección de las mejores piezas clásicas y contemporáneas que el señor Convertry tuvo la gentileza de proveer pero fue presentada ante ella como fruto del esfuerzo propio.
La parte más difícil fue la del arte, y por ende trabajó en ello de primero, aunque los resultados llegaron hasta después de completar los siguientes dos puntos en la lista de cortejo a seguir. Al final del mes, había conseguido que el señor Convertry atrajera a la ciudad una galería de arte clásico, y la invitó al evento.
Cuando la vio descender de la escalera en la casa de la avenida Lions, Edevane supo que estaba perdido. Ella llevaba un vestido corte sirena en un magnífico color mostaza, un abrigo imitación de piel de zorro sobre el pecho para protegerse, y el cabello recogido en forma de rosas en su pequeña cabecita. Sus ojos castaños brillaban como nunca.
La llevó hasta la galería y la presentó con varios de sus colegas y amigos íntimos, de los cuales Anyaskiev había escuchado hablar tanto que los identificó de inmediato, incluso tuvo la imprudencia de referirse a uno de ellos por el apodo, pero esto fue tomado como broma. Callada la mayoría del tiempo sin saber de qué hablaban, pero del brazo de Edevane siempre, tomaba agua de limón mientras ellos disfrutaban copas de oporto.
—¿Cuándo podemos ir a ver la colección? —preguntó en un momento que él le dedicó una sonrisa.
—¡Oh!, sí, cierto. Discúlpame…Perdóneme el trato personal —se corrigió en seguida, llevándola por la sala del museo donde se realizaba la fiesta privada para acompañarla a la primera galería de exposición.
Allí estaban, por fin frente a sus ojos. Cinco piezas de arte que albergaba cada una de ellas, una pared; retrataban épocas pasadas de la historia del hombre: Roma, Monarquía Inglesa, Edad Media, Siglo XXI… Técnicas muy antiguas, materiales muy distintos y autores que solo existían ya en los libros de texto y persistían a través de esas pinturas.
Pasó los primeros quince minutos parada en el mismo lugar, viendo las facciones de una mujer con el cuerpo al natural mientras era flagelada en una calle pública. Intentó comprender el porqué de aquello solo al ver su expresión de dolor, no pudo, y siguió caminando hasta volver a detenerse ante la visión de un hombre desnudo clavado de cabeza en un madero.
Dmitri no entendía porqué tardaba tanto. La mayoría de las personas pasaban, como máximo, quince minutos en aquellas habitaciones, y luego se iban complacidas hacia la fiesta o a sus casas o donde fuere. Pero ella llevaba más de media hora solo en el primero. ¿Qué tanto veía? Desesperado ya, le preguntó si quería ir al siguiente.
—Solo un minuto más, por favor.
—Mi querida Anya, los demás cuadros esperan por su atención, es mejor andar ya. Éste mucho tiempo ha recibido de sus cuidados y seguro estoy que ha comprendido mejor que nadie la pieza.
Sin convencerse completamente por esto, avanzaron a la siguiente, donde encontráronse con el amable señor Convertry y su torcido bigote engomado, achispado por una o dos copas de oporto de más. Les sugirió acompañarles para dar una guía privada a la señorita Diveth y responder a sus dudas.
Edevane no estuvo contento, y razones tenía ya que pronto fue relegado como un acompañante que les seguía desde una distancia prudente, mientras Convertry y Anya caminaban seguros conversando animosos sobre las piezas. No llegaba a comprenderlo, y llegó al punto de que se excusó de ellos un cuarto de hora mientras se retiró a la fiesta con el pretexto de visitar el sanitario.