Donde todo comenzó

Capítulo 4 - Solo si regresas.

10 de Diciembre, 2025.

Oh amor mío. Te envío esta carta anhelando recibir una respuesta. Queriendo que jamás me olvides. Mi corazón cada día parece debilitarse, mi estado emocional va cuesta abajo con cada segundo que pasa.

Sin embargo, a veces, los hermosos recuerdos de lo que vivimos regresan a mí, sonrío, soy feliz por cuestión de segundos. Sin embargo, recuerdo que no estás, y eso es suficiente para terminar llorando a solas en cada rincón que me encuentre.

Pero, quiero saber si tú al igual que yo te alegras tanto al revivir hermosos momentos. O si puedes siquiera recordarme.

Dime, ¿Recuerdas nuestra primera conversación?.

Después de esa primera vez que te vi, llegó nuestra primera conversación. Yo me encontraba en una pequeña tienda de postres navideños. Recuerdo que tenía una cena y no había comprado nada para llevar y compartir con varios socios del trabajo.

Sabes que eso es muy normal en mí.

Quería pedir una deliciosa torta tres leches, una de mis favoritas que a pesar de no ser muy navideña, siempre la amé con todo mi corazón. 

Pero me había tocado llevar pudín de chocolate, para los organizadores de la cena, era un plato esencial para tales festividades.

¿Pero, acaso debíamos sufrir los demás por sus costumbres?. Sonará loco, pero, ¿Sí recuerdas que nunca me gustó tal postre?. Sí, sé que era una delicia, que terminabas chupándote los dedos con cada trozo pero simplemente nunca me gustó.

— Cena navideña — dijo la mujer que me atendió. Yo fruncí mi seño ante aquello, y es que, ¿acaso soy el único que no tenía ni ideas de que era un tipo de plato navideño?.

— ¿Porqué lo dices? — pregunté, tal vez insinuando sospecha.

— Es un lugar de postres navideños. Pero sí, no necesariamente tiene que ser una cena — asiento. Le entrego mi tarjeta, me pide mi contraseña, mis datos, pago y salgo de la tienda.

Hacía un frío que te congelaba los huesos al igual que las lluvias y tormentas de nieve que no parecían tener descanso. Y, Aspen, a pesar de ser un pueblo pequeño, es transitada por muchos turistas dispuestos a deslizarse por las hermosas montañas pobladas de nieve. 

Sin embargo, suelen ir más que todo a un lugar no muy lejos de aquí en donde hay una hermosa y enorme montaña para aquellos esquiadores amantes del peligro y la amenaza.

En fin.

Salí de la tienda y caminé bajo la nieve observando a las personas sonrientes y acostumbradas al frío clima, caminar de un lado a otro sin molestia alguna.

Yo, en realidad, me mantenía en mi propio mundo, tratando de calentar a mi cuerpo.

De la nada un niño corrió hacia mí, chocando contra mi cuerpo, causando que el postre terminara lejos de mis pies y causando, que el mismo niño cayera al suelo por su imprudencia e irresponsabilidad al correr por el hielo. 

— ¿Estás bien?. — le pregunté al pequeño, ayudándolo a colocarse de pie. Él sonrió de forma nerviosa y asintió, manteniendo su mirada en el suelo.

—Lo siento mucho señor. — su mirada se dirigió al postre que había terminado desparramado en la acera, junto a la nieve. Abrió sus ojos de par en par y murmuró algunas palabras. — lamento mucho lo de su postre.

— No te preocupes. — dije sonriendo levemente— de todas formas no me apetecía mucho.

—¿Y porqué la pidió?.

—Cosas de adultos— me encojo de hombros— en fin. Ten más cuidado, correr por el hielo no es nada seguro.

— Está de más decírselo. No logrará nada pues nunca escucha. — ante aquella voz femenina me voltee, observando a una hermosa chica de cabellos cortos y rizados quien sonreía con amabilidad, calidez y ternura. — Le e advertido tantas veces que perdí la cuenta. 

— Tal vez tengas razón. — murmuró el pequeño, dirigiéndose a mi persona.

— ¿Tal vez?— pregunté con burla e incrédulo, mirando al pequeño de piel blanca, con enormes cachetes que yacen colorados por el frío. Me acerqué a la hermosa chica, le extendí mi mano y ella la respondió. — Es un gusto conocerte, soy Lee.

— Soy Josla. — dice sonriente.

— Tienes un muy hermoso nombre, Josla. Nunca lo había escuchado.

—¿Qué puedo decir?, soy única en mi especie.

No sabía qué me había flechado de ti.

Pero sí sabía, y sé, que lo que más me encantaba era la forma en que hablabas de ti. Amé siempre que fueras tan feliz, tan cálida, con un ego a la medida perfecta, de esos que ves o escuchas y lo primero que dices es. 'Joder, amo la forma en que se ama'. Porque siempre te amaste, sabes lo que mereces, lo que necesitas, lo que quieres.

Siempre fuiste segura de ti misma, y eso es algo que aprecié siempre. Eras... diferente.

Luego de aquellas palabras, ¿Sí recuerdas que fuimos por un café y compraste otra postre para reemplazar el arruinado?. ¿Sí recuerdas que me dijiste lo guapo que te parecía?, ¿Lo hermosa que era mi sonrisa?.

De seguro, has de estar decepcionada de mí, o lo fuera así si me vieras al menos una vez. Pues aquella sonrisa ya no se refleja en mi rostro, cuando me veo en el espejo, veo un rostro cargado de tristeza y dolor. No hay un rastro de lo que se veía de mí antes. No hay nada de lo que algún día te gustó.

Pero te prometo, que si regresas, lo primero que verás, serán sonrisas y lágrimas cargadas de felicidad. Solo si regresas, podré ser lo que amabas, y más, si pudiera. 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.