Capítulo 25

Gabriel informó a Beth que tenía que hacer un viaje a Londres por negocios.

-No estaba en mis planes, pero tengo algunas cuestiones que resolver.

-¿Volverás pronto? – preguntó y se dio cuenta de que lo extrañaría mucho.

-Sí, tanto como pueda – respondió  y era verdad tenía planeado cumplir su agenda en la menor cantidad de tiempo posible aunque debiera estar sin dormir y volver  junto a Beth pronto.

-Ojalá pudiera acompañarte – expresó ella en voz alta y eso  lo hizo sonreír.

-Estoy seguro que es imposible, pero también me gustaría. Sin embargo pronto podremos hacerlo, podremos viajar juntos una vez que nos casemos.

-Sí – respondió Beth  a desgana y se dio cuenta que ahora la primavera se le hacía muy lejana.

-Volveré pronto –insistió él y aprovechando que estaban solos, la besó. Fue un beso suave, lento, seductor –La primavera llegará pronto- prometió aún sosteniendo la cara de ella y viendo  como Beth estaba sonrojada.

En los días que Gabriel estuvo ausente, siguieron los preparativos para el casamiento, pruebas de vestidos, lista de invitados y un sinfín de detalles por los que Beth intentaba emocionarse, pero lo extrañaba.

-¿Le has dicho ya? – preguntó Josephine que la vio suspirando en el jardín.

-¿Decirle qué? –preguntó y Jo se quitó el sombrero y se sentó junto a ella.

-Decirle que lo amas.

-No aún. ¿Conseguiste el encargo de mamá?

-¿Los pasteles de la señora Peackot para tu boda? Sí, cumplí con mi misión.

-Me pregunto por qué ya no los comes.

-Los comeré en tu boda- respondió Jo sin dar más explicaciones-¿Cómo te fue en la prueba de vestidos?

-Bien,  aunque   me siento indecisa y antes no me pasaba eso.

-Antes no eran preparativos para tu boda- comentó Jo y tuvo que admitir que tenía razón, ahora todo era diferente porque se trataba de su boda con Gabriel  y el entusiasmo por aquel acontecimiento había ido creciendo del mismo modo que sus sentimientos por él. Había soñado con el día de su boda desde niña, pero que fuera su boda con Gabriel Devereaux le agregaba  una profundidad nueva a todo. Cada detalle se había vuelto trascendente.

Mientras esperaba el regreso de Gabriel hubo una noche de feroz tormenta, y,  en ese momento en que el viento y la lluvia rugían y azotaban como si fuera el fin del mundo, Beth tuvo miedo. Miedo de que algo le sucediera a su prometido, miedo de que aquella noche aciaga se extendiera para siempre y nunca pudiera decirle lo que sentía por él.

Se sintió como si ella misma  estuviera al desamparo , fue una noche amarga en la que ni siquiera se animó a buscar refugio con su hermana ,pues sabía que eran solo trucos de su mete y no quería ser una insensata.

Se durmió casi al amanecer cuando la tormenta amainó y los malos presagios  perdieron consistencia. Así que cuando dos días después vio llegar al carruaje de Gabriel , supo que encontraría el momento adecuado para decirle que lo amaba.

El joven Devereaux había agilizado su estadía en Londres tanto como le fue posible, y apenas llegó a Dorset pasó por la casa de los Lawrence antes que por la suya porque había extrañado a Beth más de lo que había creído posible.

Ella había sentido el sonido del carruaje y se había asomado a la ventana justo a tiempo para ver a Gabriel descender cargando varios paquetes, sin pensarlo salió a recibirlo.

-¡Regresaste! – exclamó corriendo hacia él, estuvo a punto de echarle los brazos al cuello pero el que él llevara aquellos paquetes le dio tiempo a recobrar la compostura.

-Y tan pronto como me fue posible- respondió sonriendo.

-Te extrañé – confesó Beth.

-También yo, vamos adentro. Traje algunas cosas para ti y tu familia.

Gabriel parecía haber traído un sinfín de regalos en aquellas cajas que cargaba. Había un precioso vestido para Beth y unos aros de esmeraldas, un broche con flores labradas para Josephine, un collar para la señora Lawrence y  caro licor para el señor Lawrence y el hermano de las jóvenes, entre otros obsequios. Todos agradecieron los presentes , aunque Beth pareció más abatida que contenta. Luego de un momento de conversación, los miembros de su familia se las arreglaron para desaparecer y dejarlos solos. De hecho, eso  siempre le resultaba inexplicable a Beth, recordaba  el compromiso de su hermana Lily y en esas ocasiones su madre había reforzado la vigilancia, los novios apenas si se veían en encuentros fugaces en la sala mientras bebían té y tenían charlas intrascendentes, con Josephine habían bromeado mucho al respecto. Aquello parecía tan frío y formal. Pero con ella se comportaban diferente y les daban bastante tiempo a solas.

-¿Sucede algo? ¿No te gustaron los regalos? – preguntó Gabriel tan pronto estuvieron solos. Había notado cierta incomodidad en Beth y no sabía qué había hecho mal.

-No es eso, me encantaron, pero no era necesario.

-Creo que no entiendo – dijo sinceramente.

Beth suspiró, era complejo de explicar y no sabía si podría hacerlo sin ofenderlo.

-Me encantaron los regalos, solo que no es necesario que nos hagas regalos caros, no es algo con lo que quiera abrumarte .

-No me abrumas. Soy rico y quiero darte todo lo que pueda, ¿está mal?

-No, no lo está.- dijo y finalmente se animó a decir aquello que la agobiaba- Sé que es con a la mejor intención, pero entre lo que comentan es que  “te atrapé” por tu dinero. Y eso no es verdad, quiero decir  no acepté casarme contigo por tu dinero.

-Lo sé, Beth. No sé bien por qué aceptaste casarte conmigo, pero sí sé a ciencia cierta que no fue por mi dinero y creo que también eso es algo que me gusta de ti. Pero con que nosotros sepamos la verdad es suficiente, y sabes que tuve que hacer muchas trampas para darte unos zapatos antes, ahora que soy tu prometido quiero darte muchas cosas .Y lo seguiré haciendo cuando sea tu marido,  quiero darte todo  lo que pueda, lo que mi dinero pueda comprar y lo que yo pueda hacer por ti. Es sinceridad, Beth, no hay dobles intenciones.