Gabriel le había propuesto a Beth que le organizara su fiesta de cumpleaños, lo había hecho por dos razones, la primera era que sabía lo mucho que ella amaba celebrar los cumpleaños de sus seres queridos; la segunda, demostrar el lugar que Beth ocupaba en su vida.
Ella había aceptado encantada y junto a la madre de él se había sumergido en la planificación del evento.
Él jamás recordaba haber hecho un gran festejo por su cumpleaños, ni de niño ni los años que vivió junto a su abuelo, era discreto por naturaleza, pero Beth Lawrence lo cambiaba, o mejor dicho, sacaba a relucir otros aspectos de él. Y había descubierto ,entre aterrado y maravillado, que era capaz de hacer cualquier cosa por verla feliz, incluso socializar más de lo que lo había hecho en todos sus años de vida.
Sin embargo, el día del evento, cuando vio que casi mitad de Dorsetshire había sido invitado y estaba instalado en los jardines de su casa, casi se arrepintió. Aunque había gente que de verdad apreciaba y que habían ido a felicitarlo sinceramente, estaba la familia de Beth, y el señor Smith, también los mellizos Marshall con sus padres,la señora Prescott e incluso el capitán Leonard Knigth con quien, tras cruzarse en varios eventos sociales, había logrado cierta afinidad.
Su prometida estaba encantadora como siempre, y hermosa, pero la hermosura externa de ella queda eclipsada por lo que emanaba de su interior, la joven Lawrence transmitía calidez y alegría. Por eso mismo era tan buena anfitriona, sabía hacer sentir cómodos a los demás.Y su madre estaba encantada con su futura nuera, no recordaba que lo hubiera elogiado tanto a él como lo había hecho por su inteligencia al elegirla como esposa, claro que su madre no sabía que no había sido su inteligencia, sino su corazón quien lo había llevado hasta Beth.
Acompañó a la joven a saludar a los invitados y cuando la llamaron para consultarle algo,así que aprovechando aquel descuido, se escapó un momento. Necesitaba un descanso de aquel exceso de atención.
Se dirigió a la casa, quizás pudiera quedarse un rato dentro de su estudio antes que lo echaran en falta, y en su camino se encontró con Leonard Knigth que parecía tan abrumado como él mismo. Charló con el capitán un rato sobre libros, y eso lo llevó a que lo invitara a su estudio , parecía que necesitaba un descanso tanto como él.
Se preguntó por qué el capitán Knigth había asistido a tantos eventos sociales si parecían no ser de su completo agrado. Sin embargo lo que encontró al entrar al salón principal, lo distrajo de aquel pensamiento.
Antes de ver la escena, le llegaron las voces, escuchó a unas jóvenes hablar de su prometida.
-No puedo entender qué le vio Gabriel a ella, las Lawrence siempre han sido algo raras. Aunque debo admitir que Beth se nota casi desesperada por atraparlo, tanto entusiasmo que muestra es sospechoso- dijo una de ellas y Gabriel sintió que le hervía la sangre ante tanta injusticia. Acababa de entender que cualquier afrenta hacia la mujer que amaba era una afrenta hacia él, y le dolía la injusticia. Pero antes que él llegara sintió la voz de otra mujer, su futura cuñada había intervenido y se escuchaba tan ofendida como se sentía él.
-Yo creo que él vio que no era la clase de mujer que habla a espaldas de otras, menos aún si esa otra fuera la anfitriona que las invitó con sinceridad y cariño – dijo Josephine y Gabriel se sintió orgulloso de ella, Beth sentía devoción por su hermana mayor y él ahora comprendía por qué. Hubiera deseado tener una hermano así, alguien con quien contar en forma tan incondicional- Además es inteligente, cariñosa…- continúo ella y pensó que era momento de intervenir. Josephine ya no era la única defensora de Beth, ahora también estaba él.
-Y hermosa , muy hermosa tanto por dentro como por fuera. Solo Dios sabe lo que ella vio en mí para aceptarme – intervino apareciendo a espaldas de Jo, al pasar a su lado le susurró levemente- La cuidaré bien – su futura cuñada lo miró sorprendida y luego, algo más brilló en su mirada, admiración y reconocimiento. Le hizo un leve gesto y luego avanzó hacia las chismosas que se habían puesto pálidas- ¿Qué tal si las acompaño a buscar a sus madres para decirles que no se sienten bien y se quieren retirar? Mientras yo iré con mi adorable prometida- dijo en un tono de voz que no admitía discusión.
Las tres malintencionadas debieron percibir por el tono de Gabriel que las disculpas no serían admitidas, así que bajaron las cabezas y se retiraron, mientras él las seguía para asegurarse de que se marcharan de su casa. Jamás volverían a ser recibidas en un evento de los Devereaux, y, tanto como estuviera en sus manos, jamás volverían a cruzarse con Beth.
Tras asegurarse de la partida de aquellas indeseadas visitas, y comunicárselo discretamente a su madre, fue a reunirse con Beth que lo estaba buscando para partir el pastel.
Había insistido que el día del nacimiento debía festejarse con dulzura, y él había estado de acuerdo con ella. Hasta había colaborado eligiendo los sabores.
Al verlo, le hizo señas para que se acercara y Gabriel pensó en lo injusto que era que la generosidad de aquella joven fuera pagada con críticas crueles, aunque ella era sabia al momento de elegir a sus amigos cercanos, seguía siendo un agravio inmerecido que hablaran mal de ella. Beth jamás se acercaba a nadie para hacer daño, muy por el contrario. Pero ahora, él sería su protector, de la misma forma en que Josephine había defendido a su hermana, él sería quien tomara aquella responsabilidad y la protegería en los días por venir.
Le sonrió a la distancia y se acercó a cortar el pastel, mientras los invitados lo vitoreaban.
“El día de tu nacimiento es un día feliz, tu existencia es un regalo maravilloso”- le había dicho Beth antes y había sentido que era verdad. Siempre había estado satisfecho con su vida, pero ahora era mucho más que eso, estaba agradecido de haber nacido y de que su vida se hubiera cruzado con la de ella, más bien empezaba a pensar que ella era el motivo de su existencia.