La ansiedad de Beth fue creciendo a medida que la boda se acercaba.
-¿Y si deja de quererme después que nos casemos? – preguntó ansiosa una noche a su hermana, aquellos últimos días de soltera dormían en la misma cama y se la pasaban hablando hasta quedarse dormidas. Sus vidas cambiarían pronto, y querían aprovechar aquellos momentos.
-Beth tonta, yo creo que va a amarte mucho más ¿Acaso piensas dejar de quererlo cuando sea tu marido?
-Claro que no, voy a amarlo tan escandalosamente como pueda- aseguró orgullosamente.
-Entonces ya no temas, yo confío en ti y sé que has elegido a un buen hombre- la tranquilizó Josephine.
-También tú elegiste a un buen hombre, Jo.
-Digamos que ahí no tuve tanto que ver, fue el destino. A veces me despierto horrorizada pensando que no levanté esa carta y nunca le respondí- le confesó su hermana mayor
-Yo creo que aún así se hubieran encontrado.-sentenció Beth , estaba segura que así sería porque cualquiera que viera a Jo junto a Leonard podía notar que estaban hechos el uno para el otro.
Ella estaba segura de su amor por Gabriel y de que era plenamente correspondida, pero eso no evitaba que tuviera dudas e inseguridades. Su mundo iba a cambiar, iba a ser la esposa de alguien y a veces temía no estar a la altura. Gabriel a amaba tal cual era, pero qué pasaría con los demás, ¿aceptarían que ella siguiera siendo ella misma una vez casada?
Viajarían a Londres en su Luna de miel y ¿si los conocidos de él no la aceptaban?¿O ella hacía algo que lo pusiera en mala posición?
Su hermana le había dicho que estaba pensando demasiado y su lado sensato sabía que era verdad, estaba sobreanalizando y preocupándose por un momento que debería disfrutar, pero su lado insensato estaba atormentándola.
Gabriel debió notar aquel estado, pues le envió un regalo.
Cuando Beth abrió la caja se encontró con los preciosos zapatos de boda que el señor Smith había hecho para ella, acompañados de una nota:
“Dijiste que no querías cartas, así que esto es una nota que he escrito con el precioso regalo que me diste. Aunque creo que visto lo sucedido con Josephine y Leonard deberías reconsiderar tu opinión de las cartas.
El señor Smith me avisó que ya estaban terminados y quise enviártelos, y recordarte que así como estos zapatos te traerán a mí el día de la boda, yo quiero estar el resto de mi vida donde tú camines. Seguramente caminaremos muchas veces sobre pétalos y otras veces sobre caminos difíciles, pero iremos juntos.
No dudes, no temas
Te amo
Gabriel”
Beth leyó la nota y no pudo contener las lágrimas que cayeron silenciosas. Luego sintió mucha paz, ella también sabía que su camino era donde él estuviera. Las dudas se desvanecieron y su corazón se colmó de seguridad.
El futuro volvió a llenarse de luz, Gabriel y ella se amaban, y eso sería la brújula que la guiaría en su vida de casada.
De pronto las palabras de los demás, las exigencias de la sociedad perdieron peso, justamente había elegido a Gabriel porque la hacía sentir que no estaba sola, ni en sus alegrías ni en sus penas, ni en sus pequeñas o grandes batallas.
Cuidarían uno del otro.
Quiso ir corriendo a verlo y agradecerle, pero decidió esperar, faltaban muy pocos días y entonces podría demostrarle con todo su ser lo mucho que lo amaba.
Y así mientras el mundo comenzó a florecer y llenarse de esplendor, mientras Josephine volvía percibir el aire de un nuevo comienzo y volverse una con la naturaleza, el día de la boda de Beth llegó.
-Volveré a ayudarte, Jo- le prometió a su hermana mientras esta la ayudaba a vestirse.
-No pienses en mí ahora, solo en ti y además ni siquiera te has casad o y ya piensan en interrumpir tu luna de miel.
-No la interrumpiré, solo tomaré una pausa para asegurarme que tu día y el de Leonard sea tan feliz como el mío.
-Beth – la llamó Jo cuando terminó de ponerle la tiara y el velo en el cabello y su hermana se giró hacia ella.
-Te quiero y te deseo toda la felicidad del mundo, y espero que Beth Devereaux sean aún más brillante y feliz de lo que ha sido hasta ahora nuestra Beth Lawrence – le dijo y en sus palabras se reflejó todo el amor y emoción que sentía. Su madre entró en ese momento, sintió que su corazón se estremecía al ver a las dos hermanas, su hija más pequeña se casaba y se veía como una hermosa novia, su hija mayor pronto también sería la esposa de Leonard Knigth. Sintió que había cumplido su deber, ambas eran amadas y aceptadas en plenitud por los hombres que habían escogido. Podía estar tranquila.
-Estás preciosa – le dijo a su hija intentando que su emoción no desbordara.
-¿De verdad?
-De verdad, eres la novia más bonita, y si seguimos aquí llegarás tarde. Sé feliz , Beth- agregó luego con voz entrecortada y la abrazó con cuidado para no desarreglarla.
Su padre y su hermano la enternecieron, ambos la saludaron con el estoicismo que se esperaba de ellos, pero con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada. Finalmente ambos la abrazaron.
Beth sintió que debía agradecer profundamente el dejar una familia que la amaba para ir hacia un hombre que la amaba con esa misma profundidad.
La boda fue en la casa de los Devereaux, el reverendo fue a casarlos allí, en los enormes jardines se había armado un precioso altar y a las flores de primavera , Gabriel había sumado todas las que había podido comprar en Dorset y ciudades vecinas.
Era un ambiente perfecto y de ensueño.
El día era precioso y estaba lleno de invitados, aún así se encontraron cuando el padre de Beth la llevó hacia el altar.
Gabriel la vio caminar hacia él.