Donde tú estés

Capítulo 34

Ariadna: jamás entenderé porque eres tan especial conmigo. Definitivamente este día que está a punto de terminarse será inolvidable para nosotros y lo único que falta es que me pongas mi brazalete, solo que este sería el primer obsequio que me das como esposos y estoy segura que con el tiempo habrá muchas más sorpresas para mí.

Leónidas: tienes razón. Además, como mi esposa mereces todo lo que pienso darte y lo único que no puedo hacer por ti es devolverte la vista.

Ariadna: eso nadie lo puede hacer. Porque mi ceguera es irremediable y no quiero sentirme triste, ahora que sé que me amas, aunque nunca pueda tener una vida normal.

Leónidas: no sirve de nada ser normal sino eres feliz. Seguramente eso lo sabes perfectamente y te prometo que mi amor por ti será para siempre.

Ariadna: el verdadero amor es un sentimiento demasiado puro. Pero sobre todo no se fija en la apariencia y tampoco en la limitación física que tenga su ser amado.

Él toma su mano y saca su brazalete de la caja para después ponérselo. Nada más que cuando termina de hacerlo le besa su mano, Leónidas carga a su esposa entre sus brazos y ella se sorprende cuando lo hace, el besa su mejilla para después subir las escaleras, él quería ser romántico con ella y eso era lo mínimo que podía hacer por la mujer que amaba, ellos tiempo después llegan a su recámara y el acuesta a su esposa en su cama

Leónidas: bienvenida seas a nuestra recámara, mi Ariadna. Solamente que mañana nos vamos de luna de miel y hasta que lleguemos te llevare a conocer la casa.

Ariadna: está bien y me imagino que mi ropa está en el clóset. Estoy segura que nadie de nuestra familia sabe qué haremos ese viaje.

Leónidas: precisamente ya está todo en su lugar. Mi madre se encargó de esto y en nuestra luna de miel no necesitaras ninguna enfermara para que te cuide, porque eso yo lo puedo hacer, pero el viaje se me vino a la mente cuando te vi entrar por la iglesia, así que nadie tenía porque saberlo.

Ariadna: eso significa que lo estás haciendo de una manera impulsiva. Deberías de pensarlo y lo que menos quiero es ser una carga para ti.

Leónidas: por supuesto que nos iremos. Ahora quiero que entiendas que nunca serás eso para mí, nada más que debes de cambiarte para que nos podamos dormir.

Ariadna: entonces necesitare que me pases unas de mis pijamas y solo me levanto de la cama para que me puedas llevar al baño hacerlo.

Leónidas: quiero que estés así por unos minutos para poder admirarte. Definitivamente eres hermosa y te cuidare también de aquellos que quieran separarnos.

Ariadna: soy tu esposa y recuerda que el lazo del matrimonio no se puede romper. Porque mi madre me enseño que eso es para toda la vida, aunque algún día nos llegáramos a divorciar.

El jamás se divorciaría de ella, pero él quería decirle tantas cosas y ahora no era el momento de hacerlo. Leónidas abre el clóset y toma de ahí una de sus pijamas, él ayuda a su esposa a levantarse de su cama y la lleva al baño. Ella entra y se empieza a poner su pijama y el aprovecha ese tiempo para poder cambiarse también, ella sale del baño cuando termina y él toma la mano de su esposa para llevarla a su cama, ellos a los pocos minutos se acuestan para después quedarse dormidos




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