El reino de Ederen ofrecía incontables destinos místicos para sus habitantes; cada lugar albergaba una historia y ofrecía crear una propia.
El Bosque de la Sombra, en la ciudad de Daria, era el lugar perfecto para cazadores y aventureros solitarios. De vez en cuando se escuchaban pasos humanos explorando el lugar en busca de recursos; alimentos, pieles, agua, madera y toda cosa objeto de trato y venta. Sólo quienes frecuentaban el bosque eran capaces de hallar camino dentro de tan basto follaje.
En una de tantas frías tardes, la paz del bosque se vio interrumpida por múltiples pasos ligeros y escandalosas voces.
-¡Rápido! Marquen bien el camino- ordenó uno de los pequeños a sus compañeros de caminata. Se trataba de un grupo de niños que llevaban consigo una bolsa llena de piedras. Pensando en el regreso, dejaban un rastro de las mismas conforme avanzaban; eran jóvenes, pero lo suficientemente mayores para saber que perderse en aquel bosque significaría una condena para ellos. No era la primera vez que recorrían ese camino, pero la posibilidad siempre existía.
-¡Camina!- El "líder" de la pequeña pandilla sostenía una cuerda que halaba con cierta agresividad; un pequeño cachorro se hallaba al fin de la misma.
Momentos antes, esa misma tarde, divisaron a un solitario y pequeño lobo mientras jugaban en las orillas del bosque. Llegaron a la conclusión de que su madre probablemente había fallecido a manos de otro depredador, y la pequeña cría se hallaba completamente sola e indefensa. Sin decirles nada a sus padres, los pequeños se adentraron en el bosque con un objetivo claro y cruel.
-¡Bien! Ahí está - Frente a ellos se hallaba el lugar que buscaban.
En el reino existían muchos lugares célebres, llenos de historias que se transmitían de generación en generación.Uno de ellos era sin duda la Tumba del Rey, un escarpe oscuro y profundo que cortaba la continuidad del bosque e indicaba a sus visitantes estar en el límite del mismo.
Dieciocho años atrás, aquel lugar había sido testigo del crimen más célebre de la historia reciente de la ciudad: el asesinato del rey Rogue a su hermano gemelo Fares, el que un día fuera el heredero legítimo al trono. El lugar era también la perfecta representación de la separación del reino, resultado de la guerra de doce años que terminó en la expulsión de toda criatura no humana de Ederen. El viejo puente que conectaba el reino con el resto del continente había sido quemado en señal de ruptura absoluta. Habían pasado ya más de trecientos años desde que algún ederiano llegó a pisar el otro lado, cualquiera que lo hiciere sería considerado inmediatamente un traidor. Normalmente, el borde del bosque se hallaba vigilado por soldados, en un intento por evitar que desertores intentaran cruzar al otro lado, a las montañas de Maru.
Buscando calcular la profundidad de aquel oscuro lugar, muchos lanzaban objetos intentando contar los segundos hasta escuchar la caída de los mismos. Sin embargo, la cuenta se hacía eterna: cinco, diez, treinta, sesenta, cien segundos... Nunca nadie había logrado escuchar cual era el fin del precipicio. Algunos aseguraban que el lugar estaba maldito y que era la misma entrada al infierno. Otros aseguraban que el alma de Fares custodiaba aquella profunda oscuridad.
La leyenda había llegado a oídos del grupo de pequeños intrusos del bosque, quienes ya habían intentado lanzar toda clase de objetos. Sin embargo, al quedarse sin opciones, su curiosidad les orilló a otra clase de "diversión".
El pequeño líder del grupo comenzó a desatar al cachorro con prisa y emoción,ya habían cumplido su cometido con otras especies; perros y gatos, en la mayoría de los casos, pero era la primera vez que lanzaban un espécimen de lobo al vacío. Una vez que terminó de desatarlo, lo cargó en sus brazos y empezó a hacer ademanes de lanzarlo mientras sus compañeros observaban divertidos.
-¡Escuchen bien! Tal vez llore al llegar al fondo- afirmó el niño. Los demás acataron la orden guardando silencio y esperando el momento en que el lobo cayera a la oscuridad.
-¡Oigan!- una voz femenina interrumpió su silencio. Los niños voltearon temerosos para averiguar de dónde provenía.
A tan sólo unos pasos, una chica de cabello largo y rubio los observaba horrorizada junto a un muchacho pelirrojo de aparentemente su misma edad. Ambos empezaron a avanzar en dirección del pequeño grupo para confirmar sus sospechas.
-Niños, ¿qué creen que hacen en esta parte del bosque?-el pelirrojo dirigió su vista al cachorro.- ¿Qué planean hacer con este bello espécimen?-
-¿Preguntas "qué planean"?- la rubia se encontraba más alterada que su compañero- Tú lo viste, estaba a punto de tirarlo a la Tumba- exclamó mientras señalaba al que sostenía al cachorro -¿No es así?-
Los niños no dijeron nada, se miraban unos a otros esperando al valiente que diera la explicación. Finalmente, el artífice del "juego" empezó a articular temeroso -Nosotros... Solo queríamos escuchar... el fondo- La explicación sólo indignó más a los nuevos presentes.
-¡¿Lanzando a un cachorro?! ¡¿Están mal de la cabeza?!- recriminó la chica.
-Mi hermano nos contó la historia... Con el sonido de la caída nosotros...-
-Si ese fuera el caso, amiguito, ¿por qué no lanzar un objeto cualquiera? Este pequeño- el muchacho le quitó al animal de los brazos con mucho tacto- ...sufriría mucho dolor si lo lanzaras, ¿sabes?- Dijo el pelirrojo mientras daba un par de palmadas en el hombro del niño.
-Bueno, pensamos que los animales harían más ruido al caer y así podríamos escuchar...-
-¿"Los animales"?- los ojos de la chica se abrieron aún más- Por favor, no nos digas que éste no es el primero- El silencio del interrogado confirmó lo que sospechaba. Ella solo llevó su mano al rostro, intentando apaciguar sus deseos de lanzar a aquellos pequeños monstruos al vacío.
-Bien, vamos a hacer un trato. Nosotros nos quedamos con este pequeño y ustedes no tendrán problemas- dijo el chico cargando al cachorro en sus brazos- ¿De acuerdo?- Los niños asintieron de inmediato- Se hace tarde, así que regresen a casa antes de que vayamos con sus padres a contarles el desperdicio de pieles que han hecho por aquí- Esta última amenaza hizo a los pequeños salir huyendo tras el rastro que habían dejado.
Editado: 20.03.2023