Dones de Guerra

Capítulo 2: Deseos.

En el suelo se hallaban los recién graduados que habían sido abatidos por aquel hombre, al menos veinte soldados yacían en el suelo; algunos quejándose por sus heridas y huesos rotos, otros no habían tenido tanta suerte.

El responsable de haber acabado con el hombre de fuerza sobrehumana había sido precisamente Teo, quien aún se encontraba inmóvil viendo el cadáver de su víctima. En su mente resonaban sus últimas palabras: "Lo envenenaron"; parecía no escuchar los gritos de sus compañeros auxiliando a los heridos y tratando de reanimar a aquellos cuyo respiro no se escuchaba más.

-Era un poseedor- Finalmente rompió su silencio, sin dejar de observar el cuerpo.

-¡Un carruaje!- gritó el oficial mayor- ¡Rápido! Súbanlos-

Poco a poco, las víctimas fueron acomodadas en los vehículos disponibles alrededor; carretas, carruajes e inclusive caballos. Los campesinos también se habían unido al cometido prestando su ayuda. Mientras tanto, Lía y Bruno bajaban del tejado en el que se encontraban para dirigirse hacia donde estaba su amigo.

-¡Teo!- exclamó Bruno mientras se acercaba, pero no obtuvo respuesta del susodicho-¿Estás bien?-

-¿Estás herido?- preguntó exaltada Lía. Teo negó con la cabeza.

-Estoy bien, no se preocupen- respondió de forma seca- Debo ir a ayudar a los otros, no se queden aquí, será mejor si vuelven a casa-

La rubia le observó con preocupación.

-No deberías ir, no en ese estado. Vamos, el doctor de mi padre te puede revisar-sugirió al ver que la armadura que portaba su amigo estaba cubierta de sangre, pero su petición fue rechazada inmediatamente.

-En verdad, no estoy herido- respondió mientras veía el suelo que se había tornado carmesí- Mis compañeros sí necesitan ayuda, debo irme. Bruno, váyanse de aquí, no sabemos si fue un ataque aislado- El pelirrojo asintió y dirigió su mirada a Lía, cual pidiendo su aprobación. La chica aceptó de mala gana y ambos vieron partir a Teo hacia el Fuerte Militar. Se quedaron de pie, aún tratando de procesar la situación mientras observaban la tétrica escena que estaba frente a ellos.

-Ese hombre era un poseedor de fuerza, no hay duda. Pero jamás lo había visto...-dijo Bruno para después voltear a ver a su amiga- ¿Un oculto?-

Los descendientes de los cuatro elegidos, los primeros poseedores de los Cuatro Dones, estaban obligados por ley a presentarse ante la Corona para prestar sus servicios. Esto significaba llevar una vida estrictamente controlada por el rey, además de servicio militar obligatorio durante sus años "útiles". Era sabido que, para muchos, la recompensa en oro por este trabajo no era suficiente para comprar su libertad, por lo que permanecían ocultos al igual que sus dones. Sin embargo, hasta unos momentos antes, Lía no creía que hubiera muchos como ella.

-Me pregunto... ¿habrá muchos como él? ¿Ocultos?- preguntó mirando al vacío. Bruno pensó por un momento su respuesta.

-Es posible... Siempre hay rumores de capturas, pero ahora... La gente estará alerta. Es la primera vez que uno se muestra en un evento público-

-Sospecharán...- La preocupación de la chica era latente en su rostro; su amigo lo notó.

-Está bien, no es momento para pensar eso. Vamos, no creo que a tu madre le guste mucho que estés fuera por mucho tiempo-le interrumpió en un intento por cambiar de tema.

Lía entendió la intención, asintió y ambos decidieron emprender el camino de regreso. Iniciaron su caminata intentando borrar las imágenes que habían presenciado unos minutos antes.

La chica decidió enfocar su mente en un problema más personal. Sabía que su madre no aprobaba sus múltiples amistades que, según ella, "no estaban a su altura social". Siempre tenía sugerencias de a quiénes debía mantener en su círculo, pero ahora su martirio acerca de regresar a casa había aumentado; con su mayoría de edad su madre había cambiado la búsqueda de opciones de amistad a opciones de matrimonio.

-No sé si quiero llegar a casa-susurró.

-¿Qué? ¿Por qué? Si tuviera una casa como la tuya, no saldría nunca-le recriminó el pelirrojo.

-Mi madre... Probablemente me esté esperando con algún niño rico en casa, lista para venderme por unos kilos de oro-.

-Tranquila, dudo que le den más de un kilo- Bromeó su amigo. Lía sólo respondió dándole un pequeño golpe en la cabeza. Él sabía que la situación no ameritaba chistes, pero estaba en su naturaleza sacar una sonrisa de los peores momentos.

...

La Fortaleza Real era un lugar imponente, frío y, generalmente, silencioso. El gran castillo constaba de siete torres de vigilancia y grandes murallas que impedían la vista desde el exterior. El rey Neroe había ordenado su construcción trescientos años atrás, luego de la Guerra de las Provincias de Ederen y del establecimiento de Daria como la capital del reino, por lo que el castillo se había convertido en un símbolo de victoria para los habitantes de la ciudad.

El rey Rogue acostumbraba dar caminatas en el patio de armas, pensando cómo reaccionar ante las distintas situaciones que le eran informadas. Las muestras de sublevación en el resto de ciudades del reino no parecían una gran amenaza a simple vista, pero en la desgastada y paranoica mente del rey no eran algo que se podía tomar a la ligera. 

El monarca no era una persona muy sociable, así que todos sabían que no era buena idea interrumpirle. Sin embargo, dado el incidente provocado del desfile militar en el centro de la ciudad, su consejero se vio en la necesidad de hacerlo.

-Majestad- saludó respetuosamente mientras hacia una reverencia. El subordinado esperaba una respuesta del rey, pero éste no dijo nada- Lamento interrumpirle, pero hay noticias del desfile... Noticias alarmantes-

Rogue lo observó de forma indiferente- Soluciónalo- fue lo único que pronunció antes de intentar continuar con su caminata. Realmente el desfile no era algo que le interesara, tan sólo una mera formalidad para mostrar a la población el crecimiento de su poderío militar.



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En el texto hay: romance, accion, fantasia medieval

Editado: 20.03.2023

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