En el Bosque, Bruno, Lía y Teo.
Los pasos de la anciana la acercaron al grupo recién llegado, el cual ya había volteado en su dirección al escuchar su voz. Sus ojos transmitían tranquilidad, al igual que su aura.
La luz de la luna permitía ver su austero atuendo, el cual consistía en una desgastada túnica beige atada con un cinturón de tela blanco. Varias piedras atadas en hilo colgaban de su cuello. A pesar de que su rostro reflejaba su avanzada edad, su altura y su porte la disimulaban muy bien.
-Están algo lejos de casa, ¿no es así? - dijo con una casi imperceptible sonrisa.
Los mencionados la examinaban un tanto curiosos y, a la vez, sorprendidos. Teo aún sostenía la espada en dirección a ella.
-¿Quién es usted?-preguntó amenazante.
-Puedes bajar eso, no será necesario- dirigió su vista hacia Lía, quien se encontraba en el suelo a causa del golpe en su pierna. -¿Están heridos?- preguntó en general.
-Un... poco- respondió dudosa.
-Señora... Lo que pasó antes... aquí- Bruno señaló el lugar donde casi se despedía de su existencia- ¿Fue usted?-
La anciana guardó silencio por un momento.
-Comprendo su desconfianza.- dijo al fin- Al parecer... era mi deber mantenerlos unidos- respondió, dejando más dudas que respuestas.
-¿Por qué nos ayudó?- Lía se unió al interrogatorio.
-Veo que tienen muchas preguntas...- respondió- Pueden acompañarme, yo también tengo algunas- sin decir más, se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección incierta. - O pueden quedarse aquí a pasar el resto de la noche- dijo a lo lejos.
Bruno fue el primero en obedecer y dar un par de pasos al frente.
-Espera, ¿qué haces?- le recriminó Teo.
-Vamos, si quisiera matarnos lo habría hecho antes-
-Nunca pensé que diría esto, pero Bruno tiene razón- el pelirrojo no sabía si agradecer el comentario de Lía- No sabemos dónde estamos, ella puede ayudarnos. Tengo un buen presentimiento-
Teo los observó por un momento y dio un suspiro en señal de resignación.
-Bien, si es lo que quieren- dijo mientras amenazaba a Lugan con su espada para que se pusiera de pie.- Camina-
-Oye, eso no es necesario- le recriminó.- No intentaré nada, ¿a dónde se supone que escape?-
El grupo se puso en marcha detrás de la anciana. Bruno caminaba despreocupado halando el caballo que llevaba a Lía, contrario a Teo, quien se mantenía alerta vigilando tanto a la misteriosa mujer como a su compañero Lugan.
Durante el trayecto, poco a poco, la euforia por haber escapado con vida se iba disipando. En su lugar, el sentimiento de tristeza por abandonar su hogar empezó a invadirlos, especialmente a Lía.
Su mirada se dirigía al suelo, pensando en qué sería de sus padres por haber evitado que fuese llevada a la presencia del rey. Para empeorar las cosas, cargaba con el peso de arruinar el futuro de sus amigos y condenarlos a muerte por intentar ayudarla. No podía evitar sentirse egoísta. De no ser por esa misteriosa mujer que los guiaba, su mejor amigo de toda la vida habría caído al vacío.
-¿Podemos preguntar cuál es su nombre?- interrumpió el silencio la rubia.
-¡Ah!, no lo he dicho. Lo siento, tratar con personas no es mi fuerte- respondió sonriente- Irene, me llamo Irene, ¿y ustedes?-
-Un gusto, señora Irene, yo soy Lía- respondió.
-Yo soy Bruno- levantó la mano- Por cierto, su nombre real es Aralía, si desea irritarla puede llamarla así- bromeó el pelirrojo en un intento por animar a su amiga. Cumplió su cometido y recibió un manotazo en la cabeza por parte de ella.- Y él es Suertudo- señaló al pequeño que aún yacía en su improvisado cargador pegado a su pecho.- Parece que su patita está lastimada- dijo mientras examinaba con cuidado al lobo.
-Un gusto, niños- rio la anciana.- Y ustedes...- dijo mientras observaba a los dos restantes, pero no obtuvo respuesta.
-Él es Teo- señaló Lía- Tratar con personas tampoco es su fuerte- su comentario hizo que su amigo le lanzara una mirada de indignación.
-Y él es... un accidente que no debería estar aquí- agregó el pelirrojo.
-Soy una víctima de secuestro- aseguró- Me llamo Lugan, y soy un condenado a muerte por culpa de estos traidores- Bruno rodó los ojos ante su comentario.
-¿A dónde nos dirigimos?- interrumpió Teo.
-Hoy serán mis invitados en casa- respondió Irene- Parecen agotados, y le daré una vista a su herida- señaló a la chica que era incapaz de caminar.
A excepción de una que otra queja de Lugan, el resto del trayecto fue bastante silencioso, lo cual facilitaba escuchar todo tipo de sonidos provenientes del bosque. Los chicos miraban en todas direcciones intentando averiguar qué especies los emitían; algunos eran nuevos para ellos.
Luego de unos cuantos minutos de caminata, las filas de árboles se fueron reduciendo, dejando entrever un hermoso y pequeño valle. El grupo se detuvo un momento a admirarlo, dándose cuenta de que realmente estaban en un lugar completamente desconocido.
Entre un pequeño grupo de árboles y oculta bajo ramas y hojas se encontraba una pequeña entrada subterránea. La anciana caminó hasta ella y abrió la puerta de madera, invitando a los jóvenes a entrar.
-¿Qué? ¿Vamos a entrar ahí?- a Lugan le pareció especialmente tétrico el lugar- ¡De ninguna manera! ¡¿Qué se supone que es eso?! ¡¿Una tumba?!-
-Oye, ¿no deberías ser más respetuoso?- le recriminó Bruno.
Luego de meditarlo unos momentos, el grupo acordó entre miradas bajar las escaleras. Ataron al caballo en un árbol cercano y descendieron lentamente guiándose por la poca iluminación del lugar, proveniente de las velas que se hallaban distribuidas.
-Probablemente estén acostumbrados a otro tipo de lugares- dijo la anciana mientras se dirigía a una pequeña habitación.- Pero intenten ponerse cómodos-
Editado: 20.03.2023