Alek
Conforme su cuerpo se alejaba de la superficie, Alek pensaba estar experimentando sus últimos momentos de vida. Todo pasaba tan rápido y a la vez tan lento. Se limitó a cerrar sus ojos, esperando lo peor. Sería uno de los pocos en saber qué había realmente al fondo del precipicio, pensó. Al menos su muerte le significaría resolver esa duda.
A pesar de la sensación de agitación en su estomago, se decidió a cerrar sus ojos y aceptar su fin de la forma más serena posible.
No esperaba la sensación que vendría después; aquella del agua llegando a cada parte de su cuerpo. No sintió golpear ninguna superficie, pero el lugar en el que estaba era totalmente diferente al previo.
Abrió los ojos para averiguar qué había cambiado a su alrededor, sólo para encontrarse a sí mismo sumergido en agua cristalina. Antes de tener tiempo para pensar su cuerpo nadó instintivamente hacia lo que creía era la superficie ante la falta de aire.
Al dirigir su vista hacia arriba pudo distinguir la luz de la luna, así que extendió uno de sus brazos en reflejo de su deseo de salir de ahí. Finalmente logró tomar una bocanada de aire, un tanto interrumpida por el agua que su cuerpo le ordenaba a expulsar.
Una vez recuperado su aliento su cabeza se giró en toda dirección en un intento por reconocer el lugar. Se trataba de un lago, uno en el que seguramente nunca había estado.
-¿Cómo llegué aquí? ¿Estoy muerto? ¿Estoy soñando?- era lo más lógico a pensar.
No perdió el tiempo con deducciones y nadó hasta la orilla de aquél lago. La corriente impulsada por la catarata que se encontraba a unas cuantas varas le facilitó el trabajo.
Agotado por el esfuerzo se desplomó en la orilla. Aunque intentó oponer resistencia, sus párpados se cerraron poco a poco, logrando distinguir únicamente un par de pies que se acercaban lentamente hacia él.
Lugan
La luz de la luna era la única guía dentro del bosque; pequeños haces de luz se infiltraban entre los árboles. Estar dentro era tan confuso como aterrador, en especial para aquellos que no lo frecuentaban. Lugan miraba en todas direcciones, como buscando una señal de que no estaba cabalgando en círculos. Su rostro era una combinación entre emoción y preocupación.
Sí, había tomado valor para escapar de aquella casa, pero ahora se preguntaba si había sido buena idea. Su único “plan” era regresar y pedir ayuda del otro lado.
-No cruzaré esa cosa…- se recriminó ante el mínimo pensamiento de intentar la hazaña con su caballo.- Franz no debe estar lejos, me escucharán…- pensó.
Pero la idea sonaba más fácil de lo que era. No importaba cuánto avanzara, el final del bosque no se hacía ver y el pánico comenzaba a invadirlo. No recordaba que el grupo hubiese tardado tanto en llegar a la casa de la anciana, estaba seguro de que no iba en la dirección que quería.
-¡Aaagh!- gritó y agitó las manos ante la presencia de un insecto volador luminoso. Inmediatamente cubrió su boca y se ordenó guardar silencio.
Dio un suspiro y se dispuso a continuar de forma más lenta y calmada, aunque esta vez el ritmo le permitiera enfocarse más en las amenazas que albergaba el bosque.
El chillido de su caballo interrumpió su listado mental de especies que podrían comérselo. Intentó halar las riendas del animal, pero éste ya se hallaba fuera de control a causa de una enorme serpiente. Al verla, Lugan tuvo la misma reacción de pánico y pegó el grito en el cielo.
Entre el miedo y el mal control del jinete, el caballo empezó a correr en dirección incierta y, luego de un par de coceos, Lugan fue derribado al suelo. Aún aturdido por el golpe, intentó limpiar la tierra que había entrado en sus ojos.
-Estúpida bestia…- alcanzó a decir mientras se incorporaba.
Sin embargo, al tener su vista despejada, reconoció inmediatamente la claridad que asomaba frente a él. Soltó una risa de incredulidad y corrió hacia la orilla del precipicio. Miró desesperadamente en busca de alguno de sus compañeros, pero no obtuvo resultado.
-¡¡¡¡Ayudaaaaa!!!!!- comenzó a gritar desesperado. - ¡¡Auxilio, estoy aquí!!- la exigencia a su voz le provocó una leve tos, pero eso no le detuvo.- ¡¡Fraaaanz!!-
No muy lejos de ahí, el mencionado giró su cabeza en dirección de los gritos. Sus sentidos eran mucho más agudos que los de sus compañeros, quienes se estaban haciendo cargo del cuerpo del soldado previamente asesinado a manos de Teo. No comprendió las palabras en su totalidad, pero sabía distinguir una voz humana.
-¿Señor?- preguntó uno de los soldados al ver su estado de alerta.
El joven Heller sólo hizo un gesto ordenando silencio.
-Escucho a alguien…- dijo después de unos segundos.
Sus compañeros se veían el uno al otro intentando confirmar si eran los únicos que no habían escuchado tal cosa.
-Viene de ahí- señaló- Leo, Fried, ustedes vienen conmigo- ordenó a dos de los presentes, quienes asintieron y ordenaron avanzar a sus caballos.
Editado: 20.03.2023