Lía e Irene, una hora antes
La pequeña casa subterránea se hallaba en completo silencio luego de la salida de Teo y Bruno. Lo último que necesitaban era que Lugan le revelara al ejército su ubicación, así que los chicos habían partido con la esperanza de lograr detenerlo.
Lía permanecía sentada en la acogedora sala con el pequeño suertudo en su regazo, sosteniendo una taza de té que le había proporcionado su anfitriona minutos antes. Habría preferido partir con sus compañeros, pero la sensación de pesadez en su cabeza aún estaba presente luego de la intervención de Irene en su antes lastimada pierna, quien ahora se hallaba frente a ella con su permanente expresión de serenidad.
La luz de las velas se reflejaba en su rostro y en su profunda mirada, Lía le observaba con atención pensando en la pregunta más apropiada para romper el silencio. A pesar de su enigmática apariencia y sus misteriosas palabras, la chica estaba convencida de que podía confiar en ella; su intuición se lo decía.
—Señora Irene... ¿Podría hablarme más acerca de esa puerta? — dijo finalmente la rubia. — ¿Alek sí estará bien?—
La anciana le mostró una pequeña sonrisa.
—¿No confías en mis palabras?—
Lía negó con la cabeza.
—No es eso, señora, pero hablamos de la vida de mi amigo— respondió firme—¿Podría decirme qué es exactamente ese lugar? —
—¿Conoces la historia de Ederen, no es así?—preguntó inmediatamente Irene.
—¿La historia? Sí… Eso creo…—respondió un tanto insegura. La historia del reino era un tema bastante delicado en la ciudad, tanto así que las escuelas tenían restricciones acerca de cómo se informaban los acontecimientos a las futuras generaciones. La premisa a dar era simple: Todo el que una vez se intentó sublevar contra la Corona, había muerto. Las versiones más cercanas a la realidad se escuchaban por las calles de la ciudad. —¿Por qué? ¿Hay algo que debería saber? —
—Si no fuese por la guerra ese portal no existiría, querida—
—Usted dijo que… fue para escapar de los humanos, ¿por qué ese lugar? —
—La Guerra del Llano sólo fue guerra un par de años—comenzó a relatar Irene—El resto… fue una búsqueda y masacre a los llanenses. Algunos huyeron antes, otros prefirieron defender su hogar hasta la muerte, después de todo no es fácil dejar tu hogar, ¿no es así?—
Lía bajo la mirada en señal de tristeza.
—Las hadas fueron los primeros en buscar un hogar alejado de los humanos, fueron más allá de las montañas de Maru— continuó la anciana—Ellos sabían que era una guerra perdida, otros no lo querían ver así, y se dieron cuenta muy tarde—
—Entonces… la puerta… ¿Quién fue…?—
—Los que quedaron no tenían muchas opciones de huir, ellos mismos se condenaron al llevar la guerra al centro del continente. Nadie estaba dispuesto a ocultar llanenses… El ejército humano ya había ocupado el Llano… Todo barco que intentó salir por los puertos fue destruido…—
—Su escape fue la Tumba…— susurró Lía.
—Las hadas lo crearon para ayudar a todo el que quisiera rendirse y huir. Los humanos jamás lo sospecharían, y mucho menos se atreverían a saltar dentro—
—Y… ¿a dónde lleva ese portal? ¿Dónde terminará Alek?—preguntó preocupada Lía ante el relato.
—Puedes estar segura que el portal no lo matará—respondió Irene para luego ponerse de pie— Pasando El Llano y las montañas de Maru está el lugar donde viven ellos, los llanenses que sobrevivieron. El problema es... Un desertor del otro lado no será bienvenido por cualquiera en Magbis—
Para ese momento, Lía ya se hallaba alterada, imaginando el peor escenario para Alek.
—¿Magbis? ¿Lo matarán? —preguntó temerosa. —Entonces… debemos evitar que termine ahí—
—No puedo asegurarte nada, niña—respondió—Pero si ustedes cruzaron, significa que le dieron la espalda a Rogue y a su reino. Hay una persona que tal vez pueda hacer algo por ustedes—
—¿Una persona? —preguntó confundida. —¿Usted no es la única humana de este lado? —
La curiosidad de Lía no pudo hallar respuesta, pues un fuerte y violento golpe en la puerta hizo que ambas se giraran a la entrada. El golpe se repitió e Irene soltó un suspiro al comprender la situación, mientras que Lía abrazó más fuerte a su pequeño compañero canino.
—Tenemos visitas… no tan agradables—
...
En el bosque
—Por favor…- susurró nerviosa la rubia— Hagan lo que dice—dijo a sus compañeros, quienes aún no se disponían a soltar sus armas.
Ambos observaban a su alrededor abrumados por la cantidad de criaturas que les rodeaban. Era difícil pensar en soltar su única defensa en contra de ellos, pero por número y fuerza tampoco parecían tener una oportunidad.
Editado: 20.03.2023