Dones de Guerra

Capítulo 12: El inicio del fuego.

Magbis

Inconscientemente, Alek había posado su mano en su cabeza, como si eso fuese a aliviar la confusión que le había provocado la explicación de Fares.

No sólo acababa de escuchar que unos seres místicos que sólo conocía por cuentos –hadas- le habían rescatado del agua, sino que, agregado a eso, la persona delante suyo era al parecer alguien a quien creían muerto en su ciudad desde hace mucho tiempo.

—Por un momento las hadas creyeron que la puerta había sido descubierta por Rogue— continuó explicando Fares— Es por eso que tu aparición alborotó tanto a los llanenses—

—Los llanenses…—susurró pensativo Alek— ¿Siguen con vida?—

—Ahora que sabemos que todo fue un accidente provocado por mi hermano, podemos estar tranquilos, pero ellos no lo tomarán a la ligera. Es difícil de creer que un humano haya saltado ahí por voluntad propia y no para intentar espiar Magbis—

—Fue… algo muy extraño—dijo el joven Frei, mientras recordaba aquel momento— Un impulso, o quizá…—se detuvo antes de articular lo que estaba en su mente.

—Sea lo que sea, ahora estás aquí— le dijo firme el hombre— Todo humano que decida dejar el reino de Rogue es bienvenido en Magbis—

—No, señor, me temo que debo volver, hay dos personas con las que debo encontrarme, también los perseguían cuando escapé del ejército—le interrumpió Alek.   Luego de decir esto, se sobresaltó al observar su muñeca y percatarse de algo faltante. Llevó su mano al lugar donde debía estar su brazalete y comenzó a ver a todas partes.—¿Dónde esta? ¿Dónde está mi brazalete?—preguntó alterado.

—¿Brazalete? Revisamos todo muy bien cuando las hadas te entragron, no tenías ninguno—respondió Niza, quien escuchaba atentamente la conversación de su padre con el recién llegado.

—¡Claro que lo tenía! ¡Debe estar aquí!—

—Calma, ¿ocurre algo con ese brazalete? ¿Es importante para ti?—le cuestionó el rey.

El joven asintió rápidamente. Era probablemente su objeto más preciado, aquél que su padre le había obsequiado desde niño en una de sus primeras visitas al bosque.

—Era de mi padre— susurró en respuesta— Mis padres, son ellos a los que tengo que hallar— dijo con convición, viendo con nostalgia el vacío en su muñeca.

—Eso suena a suicidio— Niza se hallaba ahora de brazos cruzados al escuchar la idea de Alek.

—Así que quieres volver— Fares lo observó, mientras reflexionaba en su petición— Debes saber que no somos los únicos que quieren saber los detalles de tu historia, los líderes llanenses se reunirán hoy para conocerte—

—¿Por qué querrían conocerme?—alzó una ceja exteriorizando su duda.

—Un humano llegando por la Puerta a Magbis no es algo recurrente, quieren escuchar tu historia de tu propia boca, ¿podemos contar con tu colaboración?—

—No es una historia, fue un… accidente—

—Entonces diles eso, si es la verdad— sugirió la chica.

—¿Y qué hay de mis padres?— insistió.

—¿Planeabas buscarlos tú solo? No conoces el camino de vuelta. Podemos ayudarte, pero no será hoy—respondió Fares—Si tú nos ayudas, te ayudaremos, ¿eso es suficiente para ti?—

Alek reflexionó en sus palabras. Era cierto, no sabía en donde estaba y mucho menos el camino de regreso. Por el momento no tenía otra alternativa, así que levantó la vista y asintió en señal de aprobación.

El rey sonrió de lado al ver la respuesta del chico.

—Pero... por el momento, ¿es posible regresar al lugar donde me encontraron? Mi brazalete…podría estar ahí—

—Podemos guiarte al Lago Gratia, pero no tengas muchas esperanzas de hallar algo tan pequeño— le respondió Fares— Marco, llevalo  a que se lave y se cambie—ordenó el rey al hombre que se hallaba detrás— Sé discreto, no quiero que ningún humano lo vea aún. Niza, acompáñalos, será una buena oportunidad para familiarizarse con nuestro hogar—

La mencionada asintió, en señal de haber entenido la orden, y tanto ella como Marco se dispusieron a cumplirla, invitando a Alek a salir de ahí.

 

El salir de aquella pequeña habitación representaba para Alek descubrir un mundo totalmente nuevo. Ahí, desde la pequeña colina, se podía observar toda una ciudad. Aunque lucían bastante sencillas en cuanto a construcción, el número de casas era considerable; fácilmente podía comparar aquel lugar con Daria, aunque claro, sin las comodidades y el esplendor de esta última.

—Será mejor que camines, desertor, aún nos queda algo de camino— le ordenó Niza desde la distancia.

Alek volteó de nuevo hacia adelante y continuó subiendo en la empinada hasta llegar de nuevo al lado de la chica. Marco los seguía unos cuantos pasos por detrás. Al parecer estaban siguiendo el camino hacia el Lago Gratia, lugar donde lo habían rescatado en la orilla esa misma madrugada.  

Marco le había proporcionado un vestuario sencillo, pero muy parecido a lo que acostumbraba: una camisa beige, pantalones marrón y un chaleco de cuero. Solo le faltaba un objeto: su espada. Sin embargo, era fácil de entender el por qué la habían quitado de su poder, después de todo aún era un completo desconocido para esa gente. Tomando eso en cuenta, la bienvenida había sido lo suficientemente cálida por parte del rey.



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En el texto hay: romance, accion, fantasia medieval

Editado: 20.03.2023

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