Dones de Guerra

Capítulo 13: Señal.

Decenas de aves adornaban el despejado cielo sobre el bosque. El sonido de la madera retumbando en el pasto había alertado a los animales de una presencia inusual.

 Un grupo compuesto por tres decenas de soldados había dejado caer una enorme puerta en la orilla de la Tumba a manera de puente improvisado. Los principales responsables de la tarea había sido los tres poseedores que lideraban el escuadrón: Franz Heller, Yared Braun y Azrel Rodd, siendo éste último el más experimentado y mayor de los tres. Como evidencia de su paso, numerosos árboles que se habían puesto en su camino se hallaban ahora derribados a lo largo del Bosque.

 

Una vez completada la tarea, el resto de ordinarios observó detenidamente a sus líderes, expectantes a quien sería el primer valiente en cruzar hacia la zona que horas antes era totalmente prohibida.

 

Azrel fue quien dio un paso hacia el frente, parecía no estar impresionado por la situación ni al tanto de lo que estaba a punto de hacer.

—¡En fila! ¡Avancen en grupos de tres!— exclamó con profunda y demandante voz. Su rostro parcialmente cubierto por su alborotado cabello se mantuvo serio e inmutable mientras dirigía  a su caballo sobre la madera. A este le siguió Yared, que fue un poco más cauteloso al momento de acompañarle.


Después de unos segundos en los que observó perdidamente hacia el otro lado, Franz decidió cabalgar y alcanzar a sus compañeros. Del otro lado le esperaba la fría mirada de Azrel, quien no se guardó ninguno de sus pensamientos.

 

—Una distancia larga para un ordinario, pero corta para un poseedor—dijo en voz baja. Franz se giró enseguida al entender que se dirigía hacia él—Un salto para cruzar hubiese sido fácil, ¿te asustó la altura? O acaso… ¿no querías atraparlos?—

 

El mencionado adoptó un semblante serio y a la vez frunció el ceño; no le había gustado nada el cuestionamiento.

 

—¿Cruzar a un lugar prohibido?—preguntó de forma burlona—Un buen soldado sabe obedecer las leyes al pie de la letra—

 

—Tienes razón—agregó Azrel mientras asentía lentamente—Y un buen soldado tampoco deja que su vida personal se interponga en su deber—

 

Franz guardó silencio. Decidió ignorar el comentario y darse la vuelta hacia el otro lado del Bosque, provocando una casi imperceptible sonrisa en Azrel.
 

Poco a poco, los soldados restantes avanzaron hasta poner pie en el otro lado de la Tumba. Algunos de ellos con espada desenvainada, otros sosteniendo sus grandes ballestas.

 

—Tres desertores, permiso para tirar a muerte—comenzó a recordarles las órdenes Azrel—En cuanto a la chica…—volteó hacia Franz con el claro propósito de recalcarle la siguiente orden—La prioridad es regresarla con vida, pero si opone resistencia… pueden acabar con ella también—

 

Los soldados asintieron y esperaron órdenes para iniciar la búsqueda.

 

—Franz, ¿estás seguro? ¿Fue en este punto? —preguntó Yared.

 

—Sí, pueden corroborar con quienes me acompañaban—respondió el joven Heller, sabiendo quién de los presentes podía dudar de la veracidad de sus palabras.

 

—Bien… Busquen rastros, huellas, sangre… Uno de ellos estaba herido, debemos encontrar un punto de partida—

 


Bruno sentía todas las miradas puestas en él, tanto de los centauros como de sus propios amigos. Las palabras pronunciadas por Kirius resonaban en su cabeza, pero no creía entender del todo lo que significaban.

 

Sólo nosotros podemos. Sólo los llanenses… son capaces de escucharlo”
 

¿Por qué podía escuchar algo que sus amigos no? ¿Acaso estaban poniendo en duda su especie?

 

 Irene, mientras tanto, aún examinaba su rostro como si estuviese en busca de algo oculto bajo su apariencia.  Sus expresivos ojos estaban llenos de intriga.

 

—Esto… seguramente es un error—dijo Lía para después caminar hasta el lado del pelirrojo.

 

—El shofar no se equivoca—le corrigió Kirius—Para eso fue creado, para no ser escuchado por humanos—

 

—Si no fuese un humano, se notaría a simple vista—le interrumpió Teo, quien también se colocó al lado de sus amigos en un acto de respaldo.

 

—Oigan... ¿de qué hablan? —los ojos de Bruno mostraban su desconcierto—Yo soy… un humano… lo soy... —dijo con la voz entrecortada.

 

—SIlencio—

 

 Los cuatro chicos se sobresaltaron al escuchar la voz de Irene en un eco dentro de sus cabezas.

 

—Yo… yo no he hablado—dijo rápidamente Lugan. La anciana le lanzó una mirada de reproche.



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En el texto hay: romance, accion, fantasia medieval

Editado: 20.03.2023

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