Dones de Guerra

Capítulo 21: Magbis

Las evidencias de lo que había sido la batalla entre ambos bandos, habitantes de Daria y Magbis, se reflejaban en la coloración roja que interrumpía el verde del suelo boscoso.

El sonido de las espadas chocando una contra otra había sido reemplazado por el rodar de los carruajes de madera, encargados de llevar tanto a los heridos como a las víctimas fatales del encuentro. 

Alek, que empezaba a sentir como su visión se hacía cada vez más borrosa, divisó las tropas a la distancia. Se tambaleaba de un lado a otro a causa de la pérdida de sangre, viéndose obligado a apoyarse por momentos en Niza, quien dirigía las riendas del caballo. 

Sobre una de las carretas yacía un inerte y pálido joven Hamblak, y junto a él su amiga de toda la vida sosteniendo una de sus manos cual intentando dar un poco de fuerza a su debilitado cuerpo. A juzgar por la coloración rojiza de su rostro, la chica parecía haber ya derramado todas las lágrimas que le permitían sus cansados ojos. El otro chico a su lado se trataba de Lugan, quien tenía al lobo blanco entre sus brazos a falta del cuidado de Lía. 

Sentada sobre sus piernas y con la mirada perdida, parecía no percibir lo que ocurría alrededor. Sin embargo, Lugan tocó su hombro al notar la presencia del corcel que regresaba con Alek y Niza para alertarle de su llegada. 

La rubia levantó el rostro con debilidad y se giró en la dirección que le señalaba el pelinegro.  Al advertir de quien se trataba, se puso de pie tan pronto como pudo y, con un salto descuidado para llegar al suelo, comenzó a correr hacia su amigo. 

—¡Alek!—el chico levantó su rostro con dificultad al reconocer su voz. 

El poco alivio de Lía se esfumó cuando la distancia fue lo suficientemente corta como para notar el estado del Frei. 

—¡¿Qué ocurrió?!—aceleró sus pasos al notar la sangre que traspasaba el vendaje improvisado en su abdomen. 

Niza bajó del caballo y haló las riendas para guiarlo hacia donde estaba el resto de heridos.  

—Lía, estoy bien—dicho el chico en voz baja y desanimada. Aunque no quería permitir que el dolor se notara en su rostro, un par de gestos involuntarios le delataron al comenzar a moverse para bajar. 

—Fuiste tras ellos, ¿verdad? Tras los poseedores… ¡pudieron haberte matado! ¿por qué lo hiciste?—preguntó exasperada—Teo te necesita aquí, está muy mal, y Bruno… no sé donde está, hablé con Cefas, pero nunca llegó con ellos, debemos encontrarlo, estará solo y perdido…—era muy propio de Lía hablar tan rápido como las ideas llegaban a su mente, pero su sermón, que tenía toda la intención de continuar durante mucho más tiempo, paró cuando vio la expresión de Alek. No entendía lo que estaba pasando, pero a juzgar por el silencio del chico no sería nada bueno. 

Lía había encontrado, o más bien, había sido encontrada por uno de los grifos llanenses. Niza le explicó lo afortunada que había sido al sobrevivir a ese encuentro. 

La rubia mencionó una sola palabra para intentar salvarse: Fares. 

Sin embargo, su salvación fue gracias a la pluma de fuego que aún conservaba consigo, aquella dada por Irene y creada por las mismas hadas, sirviendo de evidencia suficiente para mostrar que no hacía parte del ejército invasor. En su lugar, la llevó con el resto de tropas de Magbis, donde pudo encontrarse con Alek y explicar la razón por la cual ella y Bruno se habían separado, éste último intentando seguir el sonido del cuerno para hallar a Cefas. 

La chica estaba consciente de que Alek pelearía a la distancia con los arqueros luego de conocer el plan de ataque de Fares, pero no entendía la razón por la cual había abandonado su posición en medio del mismo. 

—¿Por qué fuiste tras ellos?—preguntó de nuevo, esta vez en un tono que aparentaba calma, pero preparándose para escuchar lo peor—¿Alek?—preguntó de nuevo al no recibir respuesta. 

Niza suspiró y, viendo al suelo, decidió calmar las ansias de la chica y revelar los hechos. 

—Tu amigo…—comenzó a decir. 

—Tienen a Bruno—le interrumpió él. Niza le vio sorprendida por la manera tan brusca en que había revelado la información. 

Lía, por su parte, permaneció inmóvil por un momento al escuchar la respuesta, pero pronto su respiración comenzó a agitarse. 

—¿Tienen… a Bruno? ¿Ellos?—preguntó con la voz hecha un nudo. 

—Lo vi, estaba con ellos, atado.

Finalmente, Lía cedió ante la impresión y cayó al suelo de rodillas. No salía ninguna palabra de su boca, pero el temblor en su rostro y manos decía más que cualquier otra cosa.  

—¿Por qué te separaste de él?—la pregunta de Alek las tomó a ambas por sorpresa—Esto no tenía que pasar, ¿por qué le dejaste ir?—cuestionó en un tono muy lejos de ser amigable. 

La rubia levantó el rostro ahora cubierto en lágrimas  mientras intentaba hallar las palabras para responder a la interrogante de su amigo. 

—Yo…

—Debemos llevarte a revisar la herida—interrumpió Niza para intentar retirar a Alek del lugar al notar su exasperación. 

—¡Debiste quedarte con él! ¡Debieron seguir juntos!—los gritos de Alek alertaron incluso a los soldados que se hallaban alrededor—¡Pudiste hacer algo más! ¡¿Por qué huiste?! ¡¿Por qué?!—las hirientes palabras estaban dirigidas a Lía, pero muy en el fondo y con la imagen de la última vez que vio a sus padres en su mente, sabía que era lo que deseaba gritarse a sí mismo. 



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En el texto hay: romance, accion, fantasia medieval

Editado: 20.03.2023

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