Donne

CAPITULO II

"Obedecer..."
 

Ya arrodillada dijo con voz frágil — Lo siento, Señor y señora Mancini.

Escucho un "está bien, ya te puedes ubicar en tu sitio Ginebra" se levantó y se dirigió a su asiento, se sentó con lentitud tratando de luchar con el nudo de garganta.

El señor Conti se levantó, alzó la copa de vino bianco y dijo — En un mes mi hija, Ginebra Conti Ricci se casará con Marco Mancini, si uno de los dos jóvenes se niega sufrirán graves consecuencias.

Ginebra sintió que todo a su alrededor se desmoronó, quería gritar, llorar, irse a donde fuera libre, paso el tiempo Ginebra comió muy poco, no tenía apetito.

Salieron todos y Ginebra alcanzo a escaparse al jardín donde a penas llego lloro, soltó todo lo que tenía guardado, quería que la escucharan, que la apoyaran y la dejaran ser libre, pero nunca sucedió y ahora se iba a casar. Marco vio la ausencia de Ginebra, decidido salió a buscarla, vio un pasadizo lleno de rosas y entro al jardín donde lo recibieron unos hermosos tulipanes y dalias, al fondo vio a Ginebra frente al lago con su vestido azul cielo, su largo cabello recogido y adornado con flores azules se miraba hermosa, aunque estaba de espaldas, se fue acercando y cuando llego Ginebra habló.

— No quiero ir con ellos, quiero estar sola, no, tampoco quiero estar sola, quiero que me consuelen, pero siempre he mostrado un lado frío, creo que mis acciones ya tienen consecuencias — Sonrió sin ánimo — De nada sirvió armar un plan para ser libre y demostrarle a mi padre que una mujer sola puede hacerlo ¿Crees que pueda escapar en menos de un mes? Ya me imagino la cara de papá cuando no llegue al altar y deje al niño plantado — Ginebra concentrada hablando, no se percató que no era a su Dama de compañía a quien le hablaba, hasta que escucho una risa un poco más ronca y varonil.

— Debería agradecer el haber escuchado que me vas a dejar plantado en el altar — Ginebra volteó sorprendida, pero volvió su mirada al lago, pues le hacía más interesante que tener una conversación con Marco — Oh, entiendo ahora no me quieres hablar, te aseguro que no tenía ni idea del matrimonio.

Como era de esperarse, el tema capturo la atención de Ginebra, aunque quiso hablar, se limitó solo a darle una mirada de sospecha.

— Hablo en serio, porque no me crees, te lo juro Ginebra

Ginebra lo miro y con voz serena, pero firme le dijo — No me tienes que jurar nada, si tú dices que no sabías, es porque así, ahora, solo tenemos que obedecer y sobre lo de dejarte esperando en la iglesia, tal vez suceda, así que vete preparando.

Dicho esto, Ginebra le dio la espalda al lago y se dirigió a la salida, pero Marco la detuvo y la pego a su cuerpo — Aunque no me hubiera enterado sobre el matrimonio no voy a dejar que me dejes plantado en el altar, quieras o no serás mi esposa ¿Entendido?

— Suéltame, ¿Quién te crees para sujetarme de este modo?

 Tu futuro esposo — la risa de Ginebra resonó, Marco frunció en entrecejo — Te causa gracia mis palabras

— Si, me causa gracia tu soberbia, crees que yo me volveré sumisa solo porque me agredes y me amenazas, te recuerdo que no eres nadie para mí ni lo serás — Marco alzo la mano con intención de golpearla — Hazlo golpéame, alimenta tu ego, de seguro serás un gran esposo que golpea a su esposa

Marco la soltó y se fue dejándola atrás. Ginebra suspiro, no mentiría, claro que tenia miedo, claro que sus manos temblaban, pero eso no significa que iba a doblegarse ante él, le demostraría que no era cualquier mujer.

A los minutos la visita indeseada se marchó — Ginebra necesitamos hablar — Dijo su padre mientras se dirigía al despacho, lo siguió preparándose mentalmente para cualquier cosa — ¿Aceptas el matrimonio? — su padre preguntó y Ginebra sonrió con descaro

— Ahora si te interesa mi opinión, para que quieres saber si estoy de acuerdo o no, al caso eso cambiara las cosas, no verdad, no te hagas el preocupado padre que te hace ver ridículo

— ¡Ginebra háblame con respeto!

— ¡Sí, respétame, obedéceme, arrodíllate y pide disculpas! — Ginebra se acerco a su padre — Crees que me sentí a gusto, ¡no tienes ni la más mínima idea de que se siente ser humillada de esa manera!

Una cachetada hizo eco en el salón, Ginebra arrugó el entrecejo y empuño sus manos, miro a su padre con ojos vidriosos y le dijo — Jamás me vuelvas a poner una mano encima

— Soy tu padre

— ¡Y eso no te da el derecho de golpearme! — Ginebra se dio vuelta y antes de cruzar la puerta le dijo — No me quiero casar, no estoy de acuerdo con el matrimonio, esa es mi respuesta y no me voy a casar — Dicho esto salió

— ¡Igual te casaras quieras o no! — escucho a su padre gritar, salió de la hacienda en busca de su yegua Rubí, camino junto a ella hasta salir de la hacienda, se organizó el vestido para que no le estorbase.

— Hola bonita — Ginebra suspiro con cansancio, sintió una mano en su hombro y ella sin voltear pateo en la entrepierna del sujeto, un grito doloroso se oyó

— Eso te pasa por, ¿George?

— Gracias a Dios que te sabes defender — dijo con dolor arrodillado en el suelo mientras alzaba su mano con el pulgar arriba

— Lo siento mucho, pero es que pensé que eras algún pervertido, ¿Cuándo llegaste? ¿Qué paso en Sicilia? ¿Fue difícil llegar? — Ginebra lo invadió de preguntas mientras lo ayudaba a sentarse en una gigantesca piedra a orillas del camino.

— Tranquila, todavía nos queda tiempo para ponernos al día, pero antes te tengo una invitación — Dijo George Villin su mejor amigo de hace muchos años



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En el texto hay: historia, mujer, italia

Editado: 24.02.2024

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