Doppelgänger

Capítulo 34

MATTHIEU

 

Matthieu podía ser todo menos un idiota. Sus ojos no se equivocaron al verlos juntos.

Ella intentaba luchar, eso pudo verlo claramente, pero las intenciones de su hermano iban mucho más que un simple consuelo. Algo buscaba, ¿qué quería con ella? ¿Acaso no se daba cuenta que todo lo que él quería era a Anneliese?

La vida no le interesaba si no estaba ella.

Anna era su todo. Jamás renunciaría a ella, aunque su hermano interviniera en su relación. Sería una completa atrocidad tener que hacerlo solo para complacerlo a él, quien nunca hizo nada por intentar salvarlo de esa vida de porquería en la que sufría cada día y cada noche, en espera de una luz que lo ayudara a salir de la oscuridad que lo comenzaba a consumir lenta y dolorosamente.

Y ahora, que por fin había encontrado esa luz, él intentaba arrebatársela de la manera más baja posible.

—¡Matt! —Escuchó a la chica decir su nombre.

Él se detuvo al final de la escalera.

Ella bajaba a toda prisa, como si la estuvieran persiguiendo.

Al darle alcance, ella lo tomó de la mano y juntos caminaron hasta el estudio, donde Kirill Novak esperaba con un libro antiguo a la mano.

—¿Monsieur Kirill? —habló la muchacha algo tímida por la falta de presentaciones.

El hombre asintió. Su rostro inexpresivo la analizaba de pies a cabeza, ella desvió la mirada y Matthieu habló:

—¿Qué es lo que quieres?

—No seas grosero. —La voz de su hermano a sus espaldas lo tensó.

Kirill les pidió tomar asiento en alguna parte. Los hermanos permanecieron de pie mientras la chica se sentaba en la única silla delante del escritorio en el que Kirill estaba sentado.

Matthieu mantenía la mirada en su hermano, quien a su vez no dejaba de observar a la chica.

«Pero ¿qué se cree?», pensó.

—¿Qué quieres, Novak? —habló Everett de una vez por todas.

—Hablar. —Fue su respuesta.

Matthieu y Everett pusieron los ojos en blanco. La chica permanecía en silencio.

El silencio reinó en la habitación mientras el cazador abría el libro en busca de la página correcta.

—¡Aquí esta! —exclamó Kirill como si hubiera encontrado la fórmula de los viajes en el tiempo—. Escuchen con atención. —Se aclaró la garganta y a continuación comenzó a leer:

 

»Hace cien años, Cassiopé, la hija bastarda de Nicholas Watters, fue prometida al príncipe Stephan I de Beckov. El día de su boda,  fue arrestada y acusada por practicar «magia roja».

»El príncipe Stephan intercedió por ella. Aunque por órdenes de las autoridades eclesiásticas, fue encerrada en una de las torres más oscuras y húmedas del castillo de Beckov.

»Los días se volvieron semanas; la única compañía de Cassiopé entre esas cuatro paredes fue un espejo de mano plateado, el regalo de bodas que le dio Solange Harker, la legítima esposa de su padre.

»Sin comunicación alguna con el exterior, Cassiopé pasaba los días y las noches mirando su reflejo en el espejo. Las semanas se convirtieron en meses y la joven, lucía cada vez más enferma.

»El espejo de plata consumió su belleza y energía, hasta absorber por completo su alma.

»El 25 de septiembre de 1916, a la edad de 17 años, Cassiopé falleció, llena de odio y resentimiento hacia las personas que arruinaron su felicidad.

»En su lecho de muerte ella juró volver de entre los muertos dentro de cien años, para vengarse de todos aquellos que contribuyeron a terminar con su vida.

»El alma de la desdichada Cassiopé quedó atrapada en el espejo de plata y, con temor a que ella cumpliera su promesa, el objeto místico fue entregada a la familia Molnár, para ser protegido del juramento vengativo de la mujer del espejo.

 

—¡Ajá, la leyenda del espejo! —interrumpió Everett—. ¿Eso qué tiene que ver con Solange Harker?

Matthieu se golpeó la frente.

—¿No escuchaste? ¿Acaso de tanto golpe te has quedado sordo? Dice que Solange Harker le entregó un espejo a Cassiopé.

Anneliese escuchaba en silencio.

—¿Y?

—¿Y? —interrumpió Kirill—. ¡Aún no termino de hablar! Más adelante se explica quién fue Solange Harker.

—Pues adelante, leelo —ordenó Everett un poco hastiado.

Matthieu no comprendía la actitud de su hermano.

—Continuó —dijo Kirill cambiando de página:

»Los registros sobre la familia Watters se han perdido con el paso del tiempo, pero Abraham Van Helsing, junto a Jack Seward y el vampiro Nicolav Malinov, lograron recuperar la información de la esposa de Nicholas Watters, cuyo nombre de soltera fue Solange Harker.




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