Sus dedos repiqueteaban contra el volante de la nave, trato de ignorar las llamadas de Europa que no terminaban de llegar, El Bazar de Las Estrellas estaba atravesando dos galaxias más, llevaba solo tres horas y ya comenzaba a perder la paciencia, sabía que Fausta había ocultado algo pero nunca pensó que traicionaría de tal manera a su planeta, ella sabía la existencia de dicha piedra y lo oculto, peor aún, trabajo por su cuenta para obtenerla. Rigel se abría camino entre la multitud de naves, los pilotos y pasajeros lo miraban desconcertados y algunos más molestos. Una vez dejo atrás otra galaxia se apresuró, quería llegar al bazar antes de que la noticia de la muerte de Anteros se expandiera, la pantalla de locación apareció fuera del tablero, estaba por proyectar un holograma de Europa en vivo, logro cancelar la transmisión, era consciente de que la chica debía estar preocupada y molesta pero ese asunto era algo en lo que no quería incluirla, tomo el teléfono de la nave y pidió autorización para el aterrizaje, esperaba poder llegar a tiempo.
Media hora más tarde había llegado, de alguna manera había logrado librar a los humies (Policía intergalactica) que a pesar de verlo de manera amenazante por el exceso de velocidad no pudieron multarlo, dejo la nave al cuidado de un guardia y se apresuró al bazar que en realidad era un planeta completo, los bazares transplanetarios y transgalacticos contaban con cualquier cosa que se necesitaba, recordó cuando Casterbell tenía tan solo tres semanas de haberse fundado y ya algunos comerciantes había comenzado a vender mercancía ilegal, fue un gran lío puesto que Fausta no iba a permitir que nadie pasara por arriba de su autoridad.
Camino a través de las grandes calles adoquinadas del paneta Galáctica, un mercader fue tras el enseguida ofreciéndole un puñado de nueces que bajo su palabras podrían ayudar a curar el virus o retrasarlo como mínimo, no fue consiente de a quien le ofrecía dicho producto hasta que el chico se quitó el gorro de la sudadera permitiéndole ver su rostro, inmediatamente el resto de la gente en la plaza se alejó tratando de ocultar sus rostros, un miembro de la Guardia Universal estaba obligado a cumplir con las leyes que había establecido Fausta, podía destruir todo sin compasión alguna e incluso mandarlos a juicio por cometer delito de piratería que aunque no era algo obvio era consciente de que existía.
Lo pensó mejor, no era aconsejable meterse con los mercaderes, podría ayudarlo a encontrar a la mujer que Anteros le había mencionado, se acercó a uno de ellos con mucho cuidado, no ser escuchado era primordial, sabía que el hombre pediría dinero a cambio de información, no se podía esperar más de las personas que se encontraban en el bazar.
—Disculpe ¿Crees que pueda tomar un poco de su tiempo para hacerle un pregunta? — Cuestiono tranquilamente Rigel
—Eso depende ¿Qué tanto puedo confiar en un terrícola?
— ¿Es eso lo que le preocupa?
— ¿Usted qué cree? He pasado mis mejores años en este negocio, ustedes tienen aquí ¿Cuánto? Solo unos cuantos años pero lo suficiente para saber que si un terrícola pisa este lugar es porque está buscando algo no muy legal ¿O me equivoco?..
—Rigel, comandante Rigel
—Como sea, comandante Rigel, apresure a abrir esa boca y decir a que ha venido
—Me temo que eso es algo privado, confió en que usted podrá ayudarme con algo que necesito
— ¿Sabe su señoría Fausta que usted se encuentra aquí? No queremos tener problemas con ella — Conocía perfectamente a los Jangas, sabía que era una especie dominada por la avaricia, daría la información más privilegiada al mejor postor, un solo puñado de Asems lo haría hablar, se sintió un poco culpable por pensarlo así pero Fausta exigía demasiado, estaba en la naturaleza de los seres vivos actuar así, guiarse bajo su propio beneficio “Además ¿No lo ha hecho ella así también todo este tiempo?” Ese pensamiento lo hizo decidirse, necesitaba información a cualquier costo
—Solo sabe lo que necesita ¿No es eso suficiente para ustedes?
—Me temo que no joven guardián, necesitamos algo que asegure nuestro bienestar, asumo que lo que quiere saber es de gran importancia, la suficiente como para atreverse a ocultarlo a la señorita Fausta ¿Seria mucha intromisión si yo respondiera a ello? ¡Por supuesto! ¿Acaso creen que somos tontos? No somos humanos así que no puedes desterrarnos a La Primera pero si puedes matarnos
—No se dé que está hablando, nuestra ley jamás sentencia a muerte sin importar la gravedad del crimen y levantarnos falsos es uno de ellos así que le pido amablemente cuide sus palabras
—Claro, siempre y cuando usted cuide las suyas, usted está aquí porque necesita algo de mí —Rigel sonrió, el hombre sabia mover bien sus cartas, en cierto modo la suerte estaba a su favor