Doppelgänger

Capítulo 29

Lo mire, no sabía que era el amor, Casterbell tenía lo que se llamaba televisor, show, programas y más cosas de entretenimiento, en uno de ellos había llegado a escuchar la palabra amor, se decía de un sentimiento profundo en el cual se era capaz de sacrificar la propia felicidad propia por la de la persona a amada ¿Amaba a Orión? ¿Era capaz de corresponder a ese sentimiento? Era cierto que siempre me protegía y ayudaba incluso sabiendo que Edwin podía hacer que mi opinión cambiara, estrelle mis labios fuertemente contra los suyos. Moviendo la cadera para él, caímos sobre la cama, desnudándonos el uno al otro de manera desesperada.

Su piel se sentía caliente contra la mía, no quería nada más que a Orión y que el momento durara para siempre, mantuve las manos en su cabello dando tirones, contuve la voz, sentía un poco de vergüenza de que me viera desnuda, en cambio su cuerpo era perfecto, marcado y lleno de sudor, provocaban pensamientos no coherentes en mí, sus labios divagaban por mi vientre bajo, cuando su rostro estuvo frente al mío presiono contra mí, haciéndome más sentir deseada, más que amada, haciéndome sentir diferente en muchas maneras

— Eres tan jodidamente perfecta, Fausta, siento que mi control se pierde

— No te controles entonces — Dije con un susurro, lo quería a él, solo a él y vaya que si deseaba me tomara, quería que me hiciera suya, estaba más que lista para él, afortunadamente tampoco estaba dispuesto a prolongar más la agónica

— Abre las piernas — Dijo entre jadeos, no desobedecí — Prometo que los disfrutaras — Dicho esto entro de golpe

Su aliento podía sentirlo en mi oreja erizando mi piel, no podía pensar en la idea de no tenerlo conmigo, era incondicional a mí y eso valía más que cualquier otra cosa

Con cada empuje provocaba que mi cuerpo sucumbiera ante él, me dominaba por completo, quería más, deseaba más, mis manos clavaron mis unas en su espalda, su piel era suave y podía sentirla más caliente, solo podía limitarme a gemir, las embestidas aumentaban y el placer quemaba cada parte de mí y hacia que mis piernas temblaran las cuales el trataba de mantener alrededor de su cadera mientras las acariciaba, la posición con que lo hacía me volvía loca, manos y boca se encargaron de hacer que perdiera la razón ¿Cómo podía ser tan bueno? Sentí una punzada de celos al pensar que pudiera estar con otras chicas además de mí, se colocó sobre sus rodillas permitiéndome verlo mejor, su torso marcado, brillando por el sudor, su mirada recorrió mi desnudes encendiendo mis mejillas aún más, si es que era posible se mantuvo así, sus músculos contrayéndose por el esfuerzo, era más que evidente que él ya estaba en el límite al igual que yo, pocas estocadas más y nos rendimos, permanecimos acostados en silencio solo cubiertos por una sabana.

Dormimos solo por cuatro horas antes de percatarnos que nuestros celulares en los pantalones, habían estado alarmados, Orión los tomo del suelo y al ver los mensajes tomo mi ropa y la suya, nos dimos prisa y salimos corriendo de la cabaña.

Al llegar al castillo no había nadie, miembros de la Guardia rodearon el perímetro de la ciudad y más aún del castillo, no se veía a Rigel y Europa y más importante aún, el capitán de la guardia, Edwin no aparecía, debía estar en el castillo custodiando. Entre sus armas pude ver una pequeña hoja doblada, al abrirla perdí el equilibrio, deseaba que fuese mentira lo que acababa de leer, ya no era feliz, ni siquiera un poco, todo lo contrario, era una nota de Edwin.

 

Fausta

No me busques.

Cuidado con lo que te rodeas, no confíes en nadie.

 

Auch — La voz de mi doble se escuchó pero esa vez no estaba en ninguna parte más que en mi cabeza, nada que pudiese ver, solo su voz — Supongo que Cassandra te gano

“¿Cassandra? “ Pensé, la nota estaba al lado de su chip de rastreo

— Parece ser que ha ganado

“No, ella no ha ganado nada ¡Edwin es mío!”. Los cristales de las ventanas estallaron e inmediatamente fueron reemplazados por otros, aparecieron como cortinas, Orión llego corriendo, cayendo de rodillas para acercarse a mí, vio la hoja en mis manos

— Vamos amor, este lugar no es el más seguro para ti en este momento

— No me iré a ninguna parte, tengo que ir a buscar a tu hermano

— Fausta…

— ¡Es que no lo entiendes! — Me aleje de el para ponerme en pie — Edwin no puede hacer nada sin mi autorización y esto es imperdonable, debe estar en algún planeta sin su chip de rastreo retándome ¡De mi nadie se burla! Así sea el mismo Edwin, me tiene que respetar




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