Doppelgänger

Capítulo 30

Mantenía su vista en la lámina mientras la colocaba cuidadosamente sobre la platina para después ajustarla, aún sufría efectos por la mutación, algunas ocasiones se mareaba y solo veía solución en dormir pero debía mantenerse alerta, Fausta le había pedido creara destructores en los portales pero crearlos no era tan sencillo cuando Lupus estaba detrás de ellos

— Aquí tienes cariño

— Gracias querida ¿Podrías ponerle dos cucharadas de azúcar? — Después de eso, silencio completo, sintió escalofríos cuando al darse la vuelta recordó que estaba solo, que su esposa se había ido, se retiró los lentes para tallarse los ojos, le tomo esfuerzo no soltar lagrimas — Si — Se puso de pie y tomo una taza para servirse un poco de café de una maquina nueva según en palabras de Rigel, mejor que una cafetera convencional, daba mejor sabor y esperaba porque la soledad comenzaba a agotarlo

Observo detenidamente la bebida la cual comentaba a moverse sin que él lo hiciera, levanto las cortinas de la pequeña ventana a su izquierda, la gente corría despavorida hacia las capsulas en la plaza, otros dentro de sus viviendas o establecimientos. Las alarmas le pusieron en alerta, el personal dentro del castillo caminaba en fila calmados hacia la salida, el chip en su muñeca bajo la piel se tomó rojo, tomo su abrigo y salió, entre los grandes rascacielos los automóviles se encontraban estancados en el trafico pero debido a las órdenes dadas por su gobernante años atrás estaban en la obligación de los propietarios dejarlos e ir a las capsulas de manera ordenada, le impresiono verlos seguir tan correctamente las reglas, al igual que él debía seguir las suyas, al llegar al centro de comando fue recibido por su jefe, un hombre de baja estatura, había escuchado que media un metro con 45 años, estaba casado y tenía dos hijos

— Sirio ¿Por qué tardaste tanto?

— Disculpe la demora señor, hay mucha gente afuera y es complicado caminar contra ellos — Dijo mientras dejaba su abrigo en el perchero el cual era como un armario con un brazo que salía para tomarlo y acomodarlo en un gancho de ropa y dejarlo con el resto

Todos los cargos de protección no detenían su trabajo — Necesito que bloquees ahora cualquier acceso entre los planetas

— ¿Por qué señor?

— Son órdenes del comándate Morgan, no sabemos por qué pero es mejor obedecer órdenes lo más pronto posible

— Esta bien — Tomo asiento frente a su computadora y tecleo rápidamente los códigos, no hizo nada hasta que todos los panetas confirmaron ya no tener a nadie saldría o entraría — Centiles activados en nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro — Odiaba los conteos pero eran ordenes — Tres, dos, uno — Presiono el botón, todos pudieron escuchar las barreras recorrer el planeta, una barrera sin color, tan delgada como una película pero destructora como una palabra

— Bien hecho

— ¿Qué haremos señor? No creo que solo se trate de bloquear el acceso, conozco a su rey y no estará feliz hasta obtener lo que quiere

— Su rey es igual al resto de las personas, por el momento quiere a la señorita Fausta pero ¿Y después? Vendrá por nosotros

— ¿Quiere decir que...?

— Espero que se bueno en batalla — Todos salieron sin tomar los abrigos, Sirio permaneció meditando la situación, él no había luchado antes, la última vez que lo intento salió muy mal la situación, la misma que le había llevado a perder a su esposa

El rey de Lupus había descubierto sus planes para huir a Casterbell acompañado de su esposa y hermano, los apresaron y permanecieron así por dos semanas, le ofrecieron un trato, si aceptaba entregar los planos para acceder a dicha dimensión les perdonarían la vida, el acepto manteniéndose firme a la promesa que hizo a Reina había resultado herida mientras Júpiter la ayudaba a escapar de la celda en tanto Sirio se ocupaba de destruir todos los documentos de acceso a Casterbell, una bala entro en el tórax rompiéndole una costilla, cuando se reunieron los tres ella estaba perdiendo mucha sangre y Júpiter no podía hacer mucho para detenerlo, la máquina que usaron para llegar hasta Fausta quedo en Lupus, programada para su autodestrucción, lamentablemente los estaban alcanzando y su hermano decidió sacrificarse permaneciendo ahí como una distracción, al pasar de una dimensión a otra el virus entro por la herida de su esposa, postrándola en cama, de la cual ya no pudo levantarse, temía que su hermano también estuviera muerto o siendo torturado, sin su familia, se sentía vacío y solo.

— ¿Qué más da? Si muero… no tengo nada por que luchar — Mientras caminaba por las calles desoladas recordaba el riguroso entrenamiento bajo el que aún se encontraba y con el que seguiría si todo salía bien, sospecho del mismo silencio, conocía lo suficiente la crueldad para saber que mientras mayor silencio, mayor peligro, activo el escudo de su reloj, era mejor atacando cuerpo a cuerpo que con armas, solo conservaba con él una pequeña de largo alcance para disparar si era estrictamente necesario, fuera de una tienda una mujer corría desorientada llevando en brazos a un bebé envuelto en manta azul, la mujer tropezó pero logro evitar que la criatura resultara lastimada — Permítame señora — La ayudo a ponerse en pie — Apóyese en mi




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