Los llantos desgarradores de una madre podían ser la muestra perfecta de la indiferencia que siempre caracterizo a la tercera dimensión, Fabián era un hombre bueno, sacrificando su vida para obtener el dinero y salvar la vida de su madre que tenía un cáncer en estado avanzado, sus esfuerzos humanos no sirvieron de nada así que termino por unirse al ejército para intentar ser de los primeros en establecer algún contacto con la mujer que amurallaba su mundo: Fausta De´Ath, tras el reciente diagnostico desolador del médico salió al intento de derrumbar las barreras que le separaban de Casterbell y de la cura para su madre, jamás imaginaron que estas fuesen a causar una explosión haciendo que terminase matándolo un golpe en la cabeza,
Francisco lo conocía de pequeño por lo que no se permitió derramar una sola lagrima, no cuando no pudo detenerlo, tomo su cuerpo sobre sus hombros y camino por varios metros hasta que un carro del ejercito le alcanzo para recogerlos, él era el culpable, él tenía que ir a buscarla y darle la cara para decirle que había pasado con su hijo pero el general no le permitió salir hasta que le diese la explicación primero a él y para el momento en que salió ya era demasiado tarde, vio a la mujer cruzar con su pañoleta en la cabeza lar cortinas que cubrían la entrada a la carpa donde reposaba el cuerpo de su hijo, fue tras ella y cuando ingreso vio aquella escena desgarradora que le hiciera comprender que todo estaba perdido, nadie llegaría en su auxilio.
—Hijo, Fabián… ¿Q-que te hicieron hijo mío? Ay Dios, esto no puede estar pasando, mi pequeño, levántate amor, recuerda que hoy me acompañarías con el médico, no puedes dejarme — La mujer comenzó a sacudir el cuerpo de su hijo y al golpear su pecho desesperada
Guillermo dio unos cuantos pasos para acercarse e intentar calmarla pero entonces aquella mujer con el alma destrozada rasguño su propio rostro comenzando a lanzar aquellos gritos que estremecían hasta el más frio corazón, ninguna madre debía ver a sus hijos morir y ahí estaba ella, llorando al cuerpo de su hijo, aquel que solo lucho para que los poderosos pudiesen brindarle ayuda a su madre, eso era lo único que el buscaba.
— ¡Fabián! Levántate hijo, por favor, no puedes dejarme sola ¡Te digo que te levantes! — Tomo su saco del pecho y hombros para abrazarlo — Abre los ojos, no tienes derecho a dejarme, tienes una vida por delate ¡Fabián! No, no, no por favor no
—Sera mejor que la dejemos sola, solo ella sabe que es lo que está sintiendo — Comento el general detrás suyo antes de marcharse
Fue entonces cuando Guillermo comprendió todo, el mundo no volvería a ser igual después de tal atrocidad, Fabián era uno más de la lista que intentaba derretir el iceberg que tenían en su corazón los mutantes, cientos de personas más habían perecido en el intento, incluso bebes que tuvieron que ser recogidos y entregados a los familiares junto con sus madres en ataúdes, se preguntó que podían estar pensando del otro lado, quienes lo tenían todo y solo les importaba su beneficio ¿No habían derramado si quiera una lagrima por alguna de esas víctimas? La respuesta era no.
Fausta había bloqueado toda comunicación con La Primera, sus habitantes en cada rincón del universo tenían restringido el acceso a los canales de comunicación humanos y aquel que la traicionase y diese información de la situación seria desterrado, nadie podía comprender a la Guardiana pero ella ya había visto lo suficiente como para no considerar ayudarlos, en un inicio simplemente ignorándolos pero ante tal insistencia tomando tan cruel decisión, por primera vez todos los gobernantes estaban de acuerdo con su decisión, sobre todo Eris quien siempre mostro su desagrado hacia los humanos siendo que no tenía problemas con ellos por la capacidad que tenían de mantener la paz entre sus habitantes y permitiendo que el avance tecnológico progresase, eran la cúspide de lo que la especie humana siempre debió ser.
Para la gobernante de Casterbell la situación no estaba siendo fácil, sabía que su gente estaba aterrada, que todos tenían aunque fuese un familiar en La Primera pero también temían regresar, que secretamente la estaban odiando y eso le dolía, antes eso no pasaba de no ser por culpa de los humanos por los cuales evitaba que sintiese remordimiento por lo que estaba haciendo, Hipólita intento en varias ocasiones convencerla de que quizá la mejor solución era dialogar con ellos pero Orión y Fausta se negaron.
—Están desesperados, no saben qué hacer o a donde ir, entiéndalos por favor, quizá si les ayudamos solo un poco…
—Jamás — Interrumpió Fausta observando el monitor que proyectaba la imagen de una mujer con cuatro niños y un bebé en brazos que intentaba empujar un bote hacia la muralla protectora — ¿Por qué no exigen esto mismo a sus gobiernos? ¿Qué les hace pensar que lo que tanto trabajo y esfuerzo nos costó les pertenece? No han hecho nada para ganarse un lugar aquí
Hipólita busco ayuda en la mirada de Orión pero era más que claro que él ya había escogido un bando, lo cual le dolía porque si bien ella provenía de Lupus no era indiferente al dolor humano, Orión siempre se había presentado como alguien empático que buscaba alternativas a los problemas, siempre tenía una solución en sus labios y ahora solo guardaba silencio detrás de la gobernante mientras sus murallas masacraban a cuanto intentase ingresar sin importar los días o años de vida que aquel humano tuviese; la joven se disculpó con una inclinación de cabeza y se marchó de la oficina, al salir pudo sentir la mirada de varios empleados, algunos porque conservaban la esperanza de que ayudarían a aquella especie tan vulnerable mientras que otros la esperanza de que todo lo contrario ocurriese.
—Hipólita déjame explicarte — Comento Orión detrás suyo tan pronto tomo asiento en su cubículo de trabajo
—Vaya que te tomaste tu tiempo para querer darme una explicación que no merezco, creo que lo mejor a partir de este momento es que mantengamos la distancia, señor
—No… no me llames señor, escucha las cosas son mucho más complicadas de lo que crees
—No para la que en teoría es la cúspide de la evolución humana mientras permitimos que mueran solo por un miedo absurdo, tenemos la tecnología y el armamento para contenerlos y evitar que usen esto para problemas, no niegue que esto es simple indiferencia al dolor ajeno
—No, las cosas no son así, tienes que escucharme
— ¿Escuchar qué? Lleva días diciéndome que confía en mí, ese día que se derrumbó llorando mientras me decía que hay cosas que lo matan por dentro… creí que realmente teníamos algo, aunque no fuese tener su amor si su amistad y ahora veo que ni siquiera eso —Orión sintió su corazón estrujarse ante tales palabras
—Deja de llamarme como tu superior, Hipólita, si confió en ti pero es justamente por eso que no puedo decirte nada, porque tienes… mi cariño y no quiero que te involucres en algo tan delicado
— ¿Y la señorita Fausta si?
—Eso es diferente, con ella no tengo alternativa pero mientras menos seres queridos se involucren más fácil me será protegerlos, los humanos no son lo que piensas y tampoco lo que nos rodea, espero algún día me puedas comprender
—Intente en vano ganar su amor pero esto ya es demasiado—tomó una hoja debajo de su tablet y se la entrego, al ver el desconcierto en su rostro continuo—Es mi carta de renuncia, una copia ya fue enviada a la señorita Fausta, agradezco todo el aprendizaje que me brindo pero mi tiempo aquí llego a su fin
—Hipólita, yo te…te aprecio demasiado y créeme que lo que menos quiero es que me odies
—Sería incapaz de odiarle—Y era cierto, muy adentro de si aunque no quería admitirlo, amaba a Orión como jamás había amado a nadie, era el amor de su vida y tenía que dejarlo ir porque ese amor era para un hombre que parecía ya no existir —Será mejor que me vaya
—Antes de irte permítete entregarte algo, esta en mi oficina, no tomara más de un minuto, lo prometo
—No complique más la situación, tengo que irme
—Es un último favor —Hipólita se detesto por ceder siempre ante las peticiones de Orión sin importar nada, quería irse pero no quería dejarlo
—Adelante, diga lo que necesita porque mi vuelo sale pronto —Dijo tan pronto ambos quedaron a solas en la oficina de paredes grises y grandes ventanales con vista hacia la plaza principal pero que en ese momento estaban oscurecidos para no permitir el paso de la luz permitiéndose ver por las lámparas amarillas sobre el escritorio y al lado del sofá
—¿Dejas el planeta? Creí que solo te irías de la capital
—Será mejor mantenerme lo más lejos posible de esto, me iré con mi hermano, no quiero ver que esta ocurriendo con los humanos, no me gusta ver el sufrimiento
—A mi tampoco pero debes entenderme, la situación es más compleja que esto, Fausta es mucho más poderosa que yo, el único rango que le sigue lo tenía mi hermano y ya no está así que su reemplazo es aún más testarudo que ella, no los van a ayudar y a mi no me escuchan
—¿Para que me pidió venir aquí? Ya me tengo que ir—El hombre se acerco para abrazarla una última vez
Hipólita coloco sus manos en la cintura de Orión una vez terminaron el abrazo pero no se separaron, la joven podía escuchar los latidos de ambos corazones y sentir el aliento del hombre cerca de su nariz, no sabía que hacer o que decir por lo que Orión cerró aún más la distancia rodeando su cintura y besándola por primera vez. Sus ojos se cerraron ante la sensación se la presión de sus labios cálidos y dulces, ella no pudo evitar corresponderle llevando sus brazos hasta su cuello creando más presión y deseo aunque en todo momento se mantuvo una dulce sensación, como el primer beso de la vida, creación y destrucción a la vez, Hipólita pensó que podía dejarse matar por la inefabilidad del momento.
Orión mantuvo en todo momento la delicadeza en sus manos deslizándose de su cintura a través de su espalda pasando por sus brazos y depositándose en su rostro, ella tomó más fuerza atrayendo las caderas del hombre hacia las suyas provocando un ligero gemido en Orión haciendo que este tuviese que apartarse de ella.
—Tu no la amas o de lo contrario no hubieses hecho esto ¿Por qué apartaste a Edwin de la señorita Fausta? ¿Por qué nos haces esto?
Orión trago y medito algunos segundos antes de responder.
—Nunca dije que no la amo pero es diferente, ella es mía y no permitiré que Edwin se acerque a ella jamás —coloco sus manos en sus cadera evitando mirarla por unos segundos, tomó una bocanada de aire y continuo —Buen viaje, cualquier recomendacion que necesites sabes que cuentas conmigo
Hipolita molesta paso a su lado dejando en el lugar su aroma y el ruido de la puerta cerrándose.
Editado: 11.11.2024