Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

CONOCIENDO EL ANFITRIóN(o cómo casi morimos en el primer día)

Los arbustos crujieron otra vez. Algo grande se movía detrás de ellos.
Rodrigo, Agustín y el piloto se quedaron congelados.
—Tal vez es solo el viento —susurró Agustín.
En ese preciso momento, un enorme mono saltó de los arbustos, aterrizando frente a ellos con un grito que les heló la sangre.
—…O tal vez no —terminó Agustín.
Rodrigo lo miró fijamente.
—¿Eres vidente ahora?
El mono los observó con ojos brillantes y penetrantes. No era un chimpancé normal. Su pelaje era oscuro, sus brazos largos y musculosos, y su expresión tenía un aire de inteligencia perturbadora.
—Muchachos —susurró Rodrigo sin apartar la vista del animal—, no hagamos movimientos bruscos…
—¿Cómo de bruscos? —preguntó Agustín.
Rodrigo apenas tuvo tiempo de responder antes de que Agustín levantara la mano en un torpe intento de saludo.
—¡Hola, amigo mon—!
El chimpancé rugió y se lanzó hacia ellos.
—¡CORRAN! —gritó el piloto.
Rodrigo y Agustín salieron disparados, zigzagueando entre los árboles como si su vida dependiera de ello. (Porque sí, dependía).
—¡Por tu culpa, Agustín! —gritó Rodrigo mientras esquivaba una liana.
—¡¿Cómo que por mi culpa?! ¡No iba a ser grosero con el mono asesino!
—¡No es un mesero, maldita sea!
El chimpancé los seguía de cerca, moviéndose con una agilidad imposible. Rodrigo sentía el aliento del animal en la nuca cuando, de repente, algo inesperado sucedió.
El mono tropezó.
Rodrigo y Agustín se detuvieron en seco y giraron.
El chimpancé estaba en el suelo, enredado en una liana, mirándolos con una mezcla de rabia y vergüenza.
Se hizo un silencio incómodo.
—Bueno… —dijo Agustín, jadeando—. Eso no me lo esperaba.
Rodrigo lo miró, luego al chimpancé, luego al cielo, y luego otra vez al chimpancé.
El animal soltó un gruñido bajo y empezó a forcejear para liberarse.
El piloto se acercó con cautela, observando al chimpancé con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Este no es un mono cualquiera —dijo en voz baja—. Miren sus ojos.
Rodrigo miró de nuevo. Había algo en la mirada del chimpancé. Algo que le daba escalofríos.
Agustín, sin captar el peligro, se acercó y sonrió.
—Amigo, de verdad, lamento el malentendido. Solo estábamos de paso y…
El chimpancé levantó una ceja.
Literalmente.
Rodrigo tragó saliva.
—¿Ese mono… acaba de hacer una expresión facial?
—Eso creo —susurró Agustín.
El chimpancé suspiró.
Luego, con la voz más grave y clara que habían escuchado jamás en un animal, dijo:
—Idiotas.
Rodrigo se desmayó.



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En el texto hay: amistad, amistad alocado, aventura accion y amistad

Editado: 05.03.2025

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