Rodrigo seguía aferrado a la rama como si su vida dependiera de ello (porque efectivamente dependía de ello).
Abajo, la criatura rugía y arañaba el tronco del árbol con sus garras enormes.
—Ok, ok, mantengamos la calma —susurró Agustín.
—¡¿Mantener la calma?! —chilló Rodrigo— ¡Hay un león mutante intentando comernos!
El chimpancé se aferró a otra rama, observando la situación con seriedad.
—No es un león. Es un experimento fallido del laboratorio.
Rodrigo bufó.
—¡Ah, bueno! Eso me tranquiliza un montón. Pensé que era un simple monstruo comehumanos, pero si dices que es un experimento fallido, ahora me siento re seguro.
—¡Rodri, por Dios, cállate! —le gritó Agustín.
La criatura rugió nuevamente y se lanzó contra el tronco con tanta fuerza que el árbol entero se sacudió.
Rodrigo miró hacia abajo y su voz subió tres octavas.
—¡¿Y AHORA QUÉ HACEMOS?!
El chimpancé miró a Agustín.
—Tienes algún plan brillante, humano?
Agustín respiró hondo.
—Sí, pero necesito que confíen en mí.
Rodrigo lo miró con los ojos entrecerrados.
—No me gusta cómo suena eso.
—Mira, tenemos dos opciones: quedarnos aquí hasta que esa cosa derribe el árbol y nos haga puré… o confiar en mi plan.
Rodrigo apretó los labios.
—Dios, esto va a ser una estupidez, ¿verdad?
—Probablemente.
—Ok, dilo rápido antes de que cambie de opinión.
Agustín tomó aire.
—Vamos a saltar.
Silencio.
Rodrigo lo miró fijo.
—¿A dónde?
Agustín señaló otra rama más lejos.
Rodrigo entrecerró los ojos.
—¿Eres idiota?
—¿Tienes otra idea?
Rodrigo suspiró.
—Odio todo esto.
—Bien, a la cuenta de tres.
Rodrigo tragó saliva.
—Si muero, Raquel tiene que saber que la amo.
Agustín asintió.
—Sí, sí, se lo diré en tu funeral.
—¡NO ME AYUDAS!
El chimpancé ya estaba preparado.
—Uno… dos… ¡TRES!
Los tres saltaron al mismo tiempo.
Rodrigo gritó como si lo estuvieran matando en el aire.
—¡MAMAAAAAAAA!
Agustín aterrizó en la rama con elegancia. El chimpancé también.
Rodrigo, en cambio, chocó de panza y quedó colgando.
—¡MIERDAAAA, ME QUEDÉ ATRAPADO!
Agustín y el chimpancé intentaron subirlo, pero en ese momento, la criatura golpeó el árbol con más fuerza, haciéndolos perder el equilibrio.
Rodrigo pataleó.
—¡NO QUIERO SER COMIDA DE GATO MUTANTE!
El chimpancé miró a Agustín.
—¡Vamos a tener que hacer algo más loco todavía!
Rodrigo gritó.
—¡¿MÁS LOCO QUE ESTO?!
La criatura ya estaba escalando el árbol.
—¡Es ahora o nunca! —gritó Agustín.
Rodrigo suspiró, sudando frío.
—Ok… lo que sea que tengas en mente… ¡POR FAVOR QUE NO NOS MATE!