Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

CAZADORES EN LA NIEBLA ( y un plan terrible)

Rodrigo, Agustín, el chimpancé y el piloto se quedaron inmóviles en la orilla del río, con los cuerpos aún empapados. Entre los árboles, figuras oscuras avanzaban con pasos firmes y calculados.
El sonido de ramas crujiendo y cuchillos afilándose hizo que Rodrigo tragara saliva.
—Díganme que es un grupo de turistas perdidos.
El chimpancé negó con la cabeza.
—No. Son cazadores. Y me están buscando.
Rodrigo se volvió hacia él.
—¿QUÉ? ¡¿NOS METISTE EN PROBLEMAS CON SICARIOS DE LA SELVA?!
El piloto frunció el ceño.
—Esos no son simples cazadores… son cazadores de la jungla.
Agustín levantó una ceja.
—¿Cuál es la diferencia?
El piloto suspiró.
—Los cazadores normales buscan animales. Estos buscan lo que les dé dinero. Y apuesto que ese chimpancé tiene un precio alto.
Rodrigo puso cara de horror.
—¡¿UN MONO CON RECOMPENSA?! ¡NO SOMOS UN POSTER DEL VIEJO OESTE!
El chimpancé se cruzó de brazos.
—Primero, no soy un mono. Segundo, sí, me buscan.
Los pasos se acercaban.
—¡Movámonos! —dijo el chimpancé, liderando la retirada hacia la maleza.
Rodrigo lo siguió, pero se detuvo al ver que el piloto no se movía.
—¿Qué haces? ¡Vamos!
El piloto sonrió.
—Tranquilo, tengo un plan.
Rodrigo se agarró la cabeza.
—No, no, no. No otra vez.
El piloto sacó algo de su mochila improvisada.
Una piña y un encendedor.
Agustín abrió los ojos.
—No me digas que eso es…
El piloto encendió la piña, que empezó a humear.
—¡Una piña explosiva!
Rodrigo puso cara de pánico.
—¡¿POR QUÉ TENDRÍAS UNA DE ESAS?!
El piloto se encogió de hombros.
—Nunca se sabe en la jungla.
Antes de que alguien pudiera detenerlo, lanzó la piña hacia los cazadores.
El silencio se hizo eterno.
Rodrigo contuvo la respiración.
Agustín cerró los ojos.
El chimpancé solo suspiró.
La piña cayó en medio de la maleza.
Todos esperaron la explosión.
Nada pasó.
Los cazadores se detuvieron un momento.
Uno de ellos, un hombre enorme con una cicatriz en la mejilla, levantó la piña y la miró con confusión.
—¿Quién lanza fruta en una pelea?
Rodrigo miró al piloto con furia.
—¡ESO NO ERA UNA BOMBA, IDIOTA!
El piloto frunció el ceño y se rascó la cabeza.
—Ups… creo que agarré la piña equivocada.
Los cazadores los vieron.
El líder sonrió con malicia.
—Ahí están.
Rodrigo palideció.
—¡CORRAN!
Los cuatro salieron disparados por la selva mientras los cazadores cargaban sus armas.
BOOM—BOOM—BOOM
Las balas impactaron en los árboles y el suelo mientras Rodrigo gritaba.
—¡SI SOBREVIVIMOS A ESTO, VOY A MATARTE, PILOTO!
El piloto rió mientras esquivaba una rama.
—¡VAMOS, AL MENOS AHORA ESTAMOS EN FORMA!
El chimpancé lideró el camino, saltando entre las lianas.
—¡Por aquí, conozco un escondite!
Rodrigo jadeó.
—¡¿POR QUÉ TODO ES SALTAR Y ESCALAR EN ESTA MALDITA SELVA?!
Agustín miró atrás y vio a los cazadores ganando terreno.
—¡Nos alcanzan!
El líder de los cazadores gritó:
—¡ENTRÉGUENNOS AL CHIMPANCÉ Y LOS DEJAREMOS VIVIR!
Rodrigo miró al chimpancé.
—¿Y si lo negociamos?
El chimpancé lo fulminó con la mirada.
—¿Qué? ¡Era broma!
El piloto vio un enorme tronco caído y sonrió.
—¡Por ahí!
Saltaron el tronco justo a tiempo, porque los cazadores frenaron al otro lado.
Rodrigo se apoyó en sus rodillas, sin aliento.
—Uf… creo que lo logramos.
Un sonido metálico se escuchó detrás de ellos.
Se giraron y se encontraron con más cazadores esperándolos.
Rodrigo suspiró.
—¿Saben qué? Estoy oficialmente harto de la jungla.



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Editado: 05.03.2025

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