Rodrigo, Agustín, el chimpancé y el piloto corrían a toda velocidad por la jungla, esquivando raíces, ramas y lo que parecían excrementos de algún animal sospechosamente grande.
Rodrigo jadeaba.
—¡Alguien… explíqueme… qué diablos… acaba de pasar!
El chimpancé, que corría con una agilidad increíble, miró a Rodrigo de reojo.
—Les dije que era especial.
Agustín resopló.
—Sí, claro, pero una cosa es ser especial y otra ser un ninja con pelaje.
El piloto, aún con su piña en la mano, intervino.
—Yo creo que fue mi piña la que desequilibró la pelea.
Rodrigo se detuvo en seco y lo miró.
—Déjame adivinar… tú eras el tipo raro en la escuela, ¿no?
El piloto sonrió con orgullo.
—No, pero una vez intenté domesticar una paloma.
Rodrigo se llevó las manos a la cara.
—No puedo con esto…
El chimpancé se subió a una roca y miró a su alrededor.
—Estamos cerca de un lugar seguro.
Agustín arqueó una ceja.
—¿Lugar seguro? ¿En esta selva de la muerte?
El chimpancé saltó y siguió corriendo sin responder.
Rodrigo miró a Agustín.
—¿Vamos a seguir al mono ninja o esperamos a que Kragg nos haga puré?
Agustín suspiró.
—Prefiero morir sabiendo la verdad. Vamos.
Siguieron corriendo hasta llegar a una cueva oculta entre las rocas, cubierta por vegetación espesa.
El chimpancé apartó unas lianas y los invitó a entrar con un gesto de la cabeza.
Rodrigo tragó saliva.
—Si aquí hay murciélagos, me declaro en huelga.
El piloto levantó la piña.
—Yo me encargo.
Rodrigo le arrebató la piña y la lanzó a la selva.
—¡Basta con la maldita piña!
El piloto lo miró con tristeza.
—Eras como un hermano para mí.
Rodrigo lo ignoró y entró a la cueva.
Adentro, el ambiente era fresco y seco, con una luz tenue que se filtraba por grietas en la roca. En una esquina, había varios objetos tirados: un cuaderno viejo, una linterna rota y un par de frascos vacíos.
Rodrigo se cruzó de brazos.
—Muy bien, mono… habla.
El chimpancé suspiró y se sentó en una roca.
—Mi nombre es Bongo.
Agustín parpadeó.
—No jodas…
Bongo lo fulminó con la mirada.
—Soy un experimento del laboratorio GenTech. Fui creado para ser más inteligente, más fuerte y más ágil que cualquier otro animal.
Rodrigo se sentó en el suelo.
—Espera… ¿GenTech? ¿Esa no es la empresa de biotecnología que salió en las noticias hace años?
Bongo asintió.
—Sí. Experimentaban con animales en secreto… hasta que yo escapé.
El piloto alzó la mano.
—Pregunta importante: ¿qué más escapó contigo?
Bongo bajó la mirada.
—Ese… es el problema.
Rodrigo sintió un escalofrío.
—No me gusta hacia dónde va esto.
Bongo apretó los puños.
—No fui el único que huyó. Algo más salió del laboratorio… algo mucho peor que yo.
Silencio.
Agustín tragó saliva.
—Definitivamente prefería cuando el problema era Kragg.
Rodrigo se frotó la cara.
—¿Y qué es esa "cosa peor"?
Bongo miró a Rodrigo con una seriedad inquietante.
—Se llama Proyecto X.
El piloto alzó la mano.
—Bueno, con ese nombre ya sabemos que es algo horrible.
Rodrigo respiró hondo.
—Dime que es un perrito con poderes…
Bongo negó con la cabeza.
—Es… una criatura mutante. Mezcla de diferentes depredadores. Creada para ser el arma biológica definitiva.
Agustín abrió los ojos como platos.
—O sea… ¿estamos en una jungla con un monstruo suelto?
Bongo asintió.
—Y los cazadores… lo están buscando.
Rodrigo sintió que el suelo se movía debajo de él.
—No sé ustedes, pero yo me quiero ir a casa.
Agustín suspiró.
—Rodri… nuestro avión se estrelló.
Rodrigo se levantó.
—Bueno, pues construyamos otro.
Bongo se cruzó de brazos.
—No se irán de aquí hasta que acabemos con esa cosa.
El piloto sonrió nervioso.
—¿Y si probamos hablar con él primero?
Bongo lo miró serio.
—Es una máquina de matar.
El piloto tragó saliva.
—Entonces… necesitamos un plan.
Rodrigo y Agustín se miraron.
Por primera vez desde que llegaron a la jungla, la cosa se puso seria.
Y eso… era muy, muy malo.