EL PLAN MÁS ESTÚPIDO DEL MUNDO ( pero podría funcionar)
El rugido gutural resonó en la selva. Algo pesado se movía entre la maleza. Rodrigo, Agustín, Bongo y el piloto se miraron con cara de “¿Por qué carajos estamos aquí?” Rodrigo susurró: —¿Por qué siento que esto va a salir terriblemente mal? El piloto se encogió de hombros. —Porque lo más probable es que así sea. Agustín suspiró. —Bueno, siempre quise morir de manera épica… pero prefería que fuera en un yate con modelos, no en una selva con un mono parlante. Bongo les lanzó una mirada seria. —Cállense y escuchen. Este es el plan: vamos a hacer que la criatura entre a la trampa. Cuando pise aquí—señaló unas lianas camufladas en el suelo—, caerá en el hoyo. Luego, Rodrigo y Agustín tirarán la red, el piloto usará el machete para cortar la cuerda, y yo… Rodrigo lo interrumpió. —…Rezarás para que funcione. Bongo asintió lentamente. —Exacto. De repente, un arbusto se movió violentamente. Rodrigo se puso pálido. —Esto es una mala idea. Agustín se acomodó el cabello. —¿Cuándo hemos tenido una buena? Silencio. Los cuatro se miraron. —Tienes razón —admitió Rodrigo—. Sigamos con la mala. Un crujido seco se escuchó cerca. El suelo vibró. Algo grande se acercaba. Bongo susurró: —¡A sus posiciones! Rodrigo y Agustín se agacharon detrás de un tronco caído. El piloto sudaba. —No quiero sonar pesimista, pero… ¿qué pasa si el bicho no cae? Rodrigo resopló. —Entonces correremos como gallinas en un corral en llamas. El piloto asintió. —Buen plan B. El rugido se hizo más fuerte. Las ramas crujieron. Algo emergió de la oscuridad. Y allí estaba. La criatura era un monstruo de dos metros de alto, con garras del tamaño de machetes y unos ojos amarillos brillantes que parecían perforar la oscuridad. Su piel tenía cicatrices, y su respiración era pesada y amenazante. Rodrigo susurró: —Díganme que alguien trajo pañales. El monstruo olió el aire. Gruñó.Dio un paso. Todos contuvieron la respiración. Dio otro paso. PISÓ LA TRAMPA. Por un segundo, pareció que todo iba según el plan. Pero entonces… La cuerda se rompió. El monstruo no cayó. Rodrigo abrió la boca. —Ah… mierda. El monstruo los miró fijamente. Su labio superior se curvó en una mueca de furia. Agustín parpadeó. —¿Plan B? Rodrigo gritó: —¡¡CORRAN COMO LOCOS!!
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