Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

CORRE, GRITA Y FINGE QUE SABES LO QUE HACES

Rodrigo salió del agua como un pez recién atrapado.
—¡¡CORRAN!!
Agustín intentó salir también, pero se resbaló y cayó de cara.
—¡¡Ay, mi dignidad!!
El piloto seguía flotando en el agua, demasiado cansado para moverse.
—Déjenme aquí, cuéntenle a mi esposa que… bueno, que nunca me casé, pero si alguna vez la conocen, díganle que la amé.
Bongo le dio un zape.
—¡¡LEVÁNTATE, INÚTIL!!
Los cazadores gritaron y empezaron a lanzar lanzas.
Rodrigo saltó esquivando una.
—¡¡Nos están disparando!!
Agustín levantó los brazos.
—¡¡No disparen, somos turistas!!
FWOOM. Una lanza pasó rozándole el trasero.
—¡¡ME QUEMÓ LOS PELOS!!
El piloto corrió por su vida.
—¡¡DEJEN DE GRITAR Y CORRAN!!
Rodrigo miró hacia atrás y vio que uno de los cazadores, un tipo enorme con un casco de huesos, estaba señalándolos y gritando órdenes.
Rodrigo jadeó.
—¿¡Por qué nos persiguen!?
Bongo saltó entre los árboles, esquivando lanzas.
—¡Porque ustedes son estúpidos y yo soy valioso!
Agustín saltó sobre un tronco caído.
—¡Ah, claro! Siempre Bongo el especial, ¿y nosotros qué?
Bongo lo miró con seriedad.
—Tú no vales ni medio plátano.
Rodrigo miró a Agustín.
—No puedo discutir con eso.
Agustín gruñó.
—¡Oye!
Los cazadores aceleraron el paso. Uno sacó un cerbatana y disparó.
FWOOM.
La dardo pasó silbando y se clavó en…
EL PILOTO.
El hombre corrió tres pasos más, se tambaleó y se desmayó de cara contra el suelo.
Rodrigo se detuvo en seco.
—¡NO! ¡SE LLEVARON AL PILOTO!
Bongo lo jaló del brazo.
—¡Déjalo, ya tenía cara de muerto desde antes!
Rodrigo bufó.
—¡Pero era nuestra única forma de salir de aquí!
Agustín agitó los brazos.
—¡No tenemos tiempo, vámonos antes de que nos pinchen el trasero con esos dardos!
Rodrigo gruñó, pero siguió corriendo.
El bosque se volvió más denso.
Bongo saltó a una rama y miró alrededor.
—¡Si seguimos por aquí, podemos despistarlos!
Rodrigo miró a Agustín.
—¿Sabes qué significa eso?
Agustín asintió.
—¡Correr como nunca en nuestras vidas!
Y corrieron.
Los gritos de los cazadores se hicieron más fuertes, pero entonces, algo cambió.
De repente…
SILENCIO.
Rodrigo se detuvo y miró a su alrededor.
—Eh… ¿dónde están?
Bongo se agarró de una liana y frunció el ceño.
—No me gusta esto.
Agustín se apoyó en un árbol, jadeando.
—Uf… ¿y si se aburrieron y se fueron?
Rodrigo negó.
—No creo que—
CRACK.
Rodrigo pisó algo. Miró hacia abajo.
Una calavera.
Rodrigo trago saliva.
—Esto no es bueno.
Agustín se frotó la nuca.
—Tienes razón… ¡ES TERRIBLE!
Un sonido gutural retumbó en la selva.
GRUUUUUAAAARRRGH.
Rodrigo se congeló.
—…¿Qué demonios fue eso?
Bongo se giró lentamente.
—Nada bueno.
De entre los árboles, una sombra gigantesca empezó a moverse.
Rodrigo sintió su estómago hundirse.
—Dime que es un árbol caminante…
Agustín tembló.
—…O un dinosaurio amistoso…
La criatura salió de la sombra.
Ojos rojos brillantes.
Piel gris con cicatrices.
Dientes tan largos como una mano.
Y lo peor… brazos humanos injertados en su espalda.
Rodrigo susurró.
—…Yo me quiero ir a casa.



#3862 en Otros
#724 en Humor
#489 en Aventura

En el texto hay: amistad, amistad alocado, aventura accion y amistad

Editado: 05.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.