Rodrigo seguía en el suelo, viendo cómo el piloto agitaba el encendedor frente a la criatura mutante, que se quedó inmóvil, con los ojos brillantes y una mezcla de miedo y confusión.
—No puede ser que eso esté funcionando… —murmuró Agustín.
Bongo gruñó.
—Si no estuviera viendo esto con mis propios ojos, diría que están locos.
El piloto sonrió con autosuficiencia.
—Mi abuelo decía: "No hay bestia que no tema al fuego".
Rodrigo se incorporó, sacudiéndose el polvo.
—¿Tu abuelo también se estrelló en una jungla y enfrentó monstruos genéticamente modificados?
El piloto se encogió de hombros.
—No, pero una vez se peleó con un mapache en un camping. Es casi lo mismo.
El grupo se quedó en silencio, con la criatura observándolos fijamente.
—Bien… —susurró Agustín—. ¿Ahora qué hacemos?
Rodrigo puso cara de pensador.
—Voy a intentar llamar a Raquel.
Todos lo miraron con incredulidad.
Bongo resopló.
—¿De verdad crees que en medio de una jungla maldita, con una bestia enfrente, es el mejor momento para hacer una llamada?
Rodrigo sacó su teléfono.
—Si no lo hago ahora, Raquel me matará más rápido que esta cosa.
Miró la pantalla.
—Una raya de batería… y sin señal.
Agustín bufó.
—¿Y qué esperabas? ¿Que hubiera WiFi en la cueva del monstruo?
Rodrigo levantó el teléfono por encima de su cabeza, moviéndolo en todas direcciones.
—A veces, si levantas el celular lo suficiente, agarra señal.
El piloto lo miró con desaprobación.
—Hermano, estás tratando de aplicar lógica de elevador en una situación de vida o muerte.
La bestia rugió, pero no atacó.
Bongo gruñó.
—Parece que sigue hipnotizada con el fuego, pero no sé cuánto tiempo más va a funcionar.
Rodrigo no se rindió y dio unos pasos hacia afuera de la cueva, estirando aún más el teléfono.
De repente…
—¡UNA BARRA DE SEÑAL!
Agustín gritó emocionado.
—¡LLAMA, ANTES DE QUE SE VAYA!
Rodrigo marcó el número de Raquel con los dedos temblorosos.
Biiiiip… Biiiiip…
Raquel, en su departamento, vio la llamada entrar.
—¡RODRIGO! —exclamó, respondiendo de inmediato—. ¿Dónde carajos estás?!
Rodrigo habló rápido.
—Bebé, antes de que digas nada… no fue mi culpa.
Raquel frunció el ceño.
—¡¿QUÉ NO FUE TU CULPA?! ¡TE CASAS MAÑANA Y LLEVAS DÍAS DESAPARECIDO!
Rodrigo miró a la criatura de seis brazos detrás de él y tragó saliva.
—Mira… la cosa es un poquito más complicada de lo que crees…
Raquel bufó.
—¡¿Me estás diciendo que sobreviví a meses de dietas y pruebas de vestido para que mi prometido desaparezca antes de la boda?! ¡Dame una buena razón para no matarte!
Rodrigo cerró los ojos y dijo en un susurro:
—Bueno… hay una criatura mutante persiguiéndonos en medio de una jungla, así que técnicamente, puede que no llegue vivo al altar de todos modos.
Silencio.
Raquel parpadeó.
—¿QUÉ?
Y justo en ese momento… la batería del teléfono murió.
Rodrigo miró la pantalla apagada.
—…Oh, mierda.