Raquel entró a su departamento como un huracán, seguida por Vani, quien intentaba frenarla sin éxito.
—Raquel, espera, ¿qué estás haciendo?
Raquel encendió su laptop y comenzó a teclear furiosa.
—Voy a rastrear la última ubicación del celular de Rodrigo.
Vani se cruzó de brazos.
—¿Desde cuándo sabes hackear teléfonos?
Raquel se giró con una mirada gélida.
—Vani, soy la misma persona que descubrió que su ex la engañaba solo revisando las sombras en sus fotos de Instagram.
Vani se estremeció.
—Tienes razón. Continúa.
Minutos después…
—¡Lo tengo! —exclamó Raquel—. ¡Rodrigo estuvo en un aeropuerto privado y su última ubicación fue sobrevolando una selva en Sudamérica!
Vani frunció el ceño.
—¿No podría haber tenido una despedida de soltero en un bar como cualquier persona normal?
Raquel cerró la laptop de golpe.
—Vamos al aeropuerto.
Vani se llevó una mano a la cara.
—¿Perdón?
Raquel ya estaba tomando su bolso.
—¡Nos vamos a Sudamérica a buscarlo!
Vani se rió nerviosa.
—¿Tienes idea de cuántos trámites y permisos necesitas para hacer eso?
Raquel sacó su pasaporte.
—Sí. Cero.
Vani parpadeó.
—Eso no es cierto.
Raquel la tomó del brazo y la arrastró fuera del departamento.
—¿Quieres apostarlo?
Una hora después, en el aeropuerto…
Raquel y Vani llegaron al área de vuelos privados, donde Raquel sobornó a un empleado con todos los billetes que tenía en su cartera.
—El avión que tomó su novio desapareció del radar hace días. —les informó el empleado—. No sabemos qué pasó con él.
Vani susurró a Raquel.
—Este es el momento donde volvemos a casa y dejamos que las autoridades se encarguen, ¿cierto?
Raquel ignoró completamente el comentario.
—¿Hay algún piloto que pueda llevarnos a esa zona?
El empleado miró a su alrededor y señaló a un hombre dormido sobre una silla, con un sombrero tapándole la cara y un vaso de whisky en la mano.
—Él podría… pero está un poco… ebrio.
Raquel se acercó, sacó el sombrero del tipo y le dio unas palmaditas en la cara.
—¡Despierta, tenemos un trabajo para ti!
El piloto entreabrió los ojos, olió su vaso y luego miró a Raquel y Vani.
—¿Son reales o es el whisky?
Raquel cruzó los brazos.
—Somos reales y necesitamos que nos lleves a una selva llena de peligros.
El piloto sonrió.
—Ahora sí me convencieron.
Minutos después, estaban abordando una avioneta destartalada.
Vani suspiró mientras se subía.
—Esto es lo más estúpido que he hecho en mi vida.
Raquel ajustó su cinturón.
—Eso es porque no recuerdas tu cumpleaños número 26.
Vani se estremeció.
—Por favor, no hablemos de eso.
El piloto encendió los motores y la avioneta despegó.
—¡PRÓXIMA PARADA: LA JUNGLA! —gritó el piloto.
Raquel miró por la ventana con determinación.
—Resiste, Rodrigo, ya voy por ti.
Vani murmuró.
—O llegamos a salvarlos o terminamos peor que ellos…
Lo que ninguna de las dos sabía era que no solo estaban volando hacia una zona peligrosa… sino que alguien más estaba vigilando los radares.
Y tenían otras intenciones para ellas.