Dos Amigos Y Un ChimpancÉ

EL RUGIDO DEL AMOR Y DEL JAGUAR

Raquel y Vani corrían como si estuvieran en una oferta de Black Friday, con el jaguar pisándoles los talones.
Toro seguía adelante, esquivando árboles con la gracia de un borracho en una boda.
—¡ESTO ES UN HORROR! —gritó Raquel.
—¡ESO DIJISTE CUANDO ME TEÑÍ EL PELO DE VERDE! —respondió Vani.
—¡Y SIGO TENIENDO RAZÓN!
Vani jadeó.
—Si morimos aquí, quiero que sepas que te amo…
Raquel sorprendida, la miró de reojo.
—¿En serio?
—¡No! Pero era un buen momento para dramatizar.
Toro saltó sobre un tronco caído, se dio la vuelta y gritó:
—¡A LA IZQUIERDA!
Las chicas obedecieron sin pensar.
Y eso les salvó la vida.
Porque justo en ese momento, Rodrigo, Agustín y el chimpancé irrumpieron en la escena.
Rodrigo se detuvo en seco al ver a Raquel corriendo hacia él.
—¡RAQUEL!
Raquel parpadeó.
—¡¿RODRIGO?!
Agustín miró a Vani.
—¡Vanii!
Vani levantó una ceja.
—Eh… ¿Agustín?
El chimpancé miró al jaguar.
—¡JAGUAR!
El jaguar se lanzó al ataque.
Rodrigo sin pensar, agarró la primera cosa que tenía a mano.
Un coco.
Y se lo arrojó al jaguar.
El coco rebotó en su cabeza con un “¡PLOC!”
Silencio.
El jaguar parpadeó.
Rodrigo parpadeó.
Raquel parpadeó.
—…¿Qué acaba de pasar?
El jaguar soltó un gruñido… y luego cayó al suelo.
Desmayado.
Agustín se quedó boquiabierto.
—No puede ser…
Toro se acercó y lo pateó suavemente con el pie.
—Está fuera.
Rodrigo parpadeó otra vez.
—¿Acabo de noquear a un jaguar con un coco?
Vani miró el animal en el suelo.
—Sí.
—…¿Eso es normal?
El chimpancé se cruzó de brazos.
—En esta jungla, nada es normal.
Rodrigo se tomó un momento para procesar.
Luego, sintió unos brazos envolviéndolo.
Raquel lo abrazó con fuerza.
—¡ESTÁS VIVO!
Rodrigo la abrazó de vuelta.
—¡Y TÚ TAMBIÉN! ¿QUÉ DIABLOS HACES AQUÍ?
—¡Vine a buscarte!
Rodrigo se quedó en silencio un momento.
—…Raquel, ¿sabes lo que eso significa?
—¿Qué?
—¡Te perdiste la despedida de soltero!
Raquel se apartó solo para darle un golpe en el brazo.
—¡Eres un idiota!
—¡Pero un idiota vivo!
Vani se cruzó de brazos.
—Bueno, al menos encontramos a mi hermano y a su amigo. Ahora podemos irnos de esta pesadilla.
Toro tosió.
—Eh… no quiero ser pesimista…
Raquel se giró a verlo.
—¿Qué?
Toro señaló detrás de ellos.
Y ahí estaban.
Los cazadores.
Con sus armas listas.
El líder dio un paso adelante y sonrió.
—Bueno, bueno… parece que el grupo está completo.
Rodrigo se puso delante de Raquel.
—¡No van a tocarnos!
El líder se rió.
—¿Ah, sí? ¿Y qué van a hacer?
Rodrigo se quedó callado.
Luego miró al chimpancé.
—Eh… ¿alguna idea?
El chimpancé suspiró.
—Sí.
—¿Cuál?
CORRER.
Y así, comenzó otra persecución.
Porque si algo estaba claro, era que esta pesadilla aún no terminaba.



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Editado: 05.03.2025

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